Pino carrasco (Pinus halepensis)














Los Acantilados cuentan con sus bosquecillos de pinos, o si prefieren llamarlos, sus manchas de pinos, o, si también quieren denominarlos, sus islas de pinos. Cualquier definición nos puede servir, para explicar, lo que el pino representa en estos Acantilados. Estos bosquecillos, manchas o islas, no cuentan con su variedad característica de pino, que las podría diferenciar unas de otras. No. Es la misma y única variedad de pino la que aparece en todas. Es el pino carrasco o de Alepo, de ahí su nombre latinizado de “halepensis”, por que al parecer era en esta ciudad siria, actualmente tan famosa, y no por sus pinos, donde era abundante. ¿Quedará algún pino actualmente por los alrededores de Alepo?

Este pino carrasco es el idóneo para restaurar ecosistemas degradados, frenar la erosión y colonizar terrenos secos y pobres cercanos al litoral, donde destaca por su gran resistencia a la sequía. Hasta aquí todo cuadra, del por qué es la única especie de pino que podemos encontrar. Pero este panegírico que se enarboló para la presencia de este árbol por toda la zona, podríamos decir, se está quedando sin argumentación. Eso que los expertos están llamando alto y claramente, como cambio climático, producido por nuestro sistema de civilización, está echando por tierra el don que el pino carrasco tiene para subsistir por estos parajes. Pues si estos pinos están preparados para resistir a la sequía, lo que se está produciendo en los últimos años qué es, una “hipersequía”, “una archisequía”, una “ultrasequía”.

Lo que hace años, eran manchas verdosas de pinos sanos y robustos, esparcidas por estos Acantilados; hoy, por doquier, la visión de ejemplares de pinos abatidos por la enfermedad de la seca, agudizada por esta “archisequía”, se está normalizando. Algunos grandes ejemplares en su caída han arrastrados a otros más pequeños creando una sensación de destrucción; y, tramos de veredas han quedado cortadas por la presencia de estos ejemplares. Malos tiempos corren hasta para los pinos. Puede que estos bosquecillos tengan sus días, o años contados; o tal vez, sea nuestra visión tan cortoplacista, que nos hace sentirnos eufóricos cuando caen cuatro gotas y vemos la vuelta del verdor al campo; o, nos sentimos alicaídos, cuando vemos aparecer los tonos áridos de la sequía.

Esperemos que la “archisequía” sufrida, haya servido para realizar una selección natural de los ejemplares menos aptos, y que la estabilidad climatológica, sin esos avatares tan bruscos, vuelva a expandirse por estos Acantilados, para que los pinos sigan mostrando sus mejores tonalidades.

¡Y vosotros senderistas, que lo veáis y podáis disfrutar del colorido y de la agradable sombra, de un buen ejemplar de pino de Alepo!


 

Culebrera europea (Circaetus gallicus)















Es una de las rapaces más atractiva de las que cuentan estos Acantilados. Aunque no tiene su residencia habitual dentro de los límites del Paraje Natural, su presencia es casi constante dentro del paraje. Es un águila de considerable porte y aspecto muy característico, ya que es muy blanca por debajo, con unas rayas que le corren casi todo el abdomen y las alas, y una caperuza parduzca que le cubre la cabeza.

Como su nombre indica, se alimenta de reptiles, en particular de ofidios, que detecta mediante vuelos a distintas alturas. Podríamos decir que se trataría de un águila que gozaría del reconocimiento y la estima de la mayoría de la población, por que nos desembarazaría de tan repudiados reptiles, pero la verdad, es que tenemos que decir, que es una de las águilas más desconocidas. Debido a esta singular dieta, la culebrera es un ave que no suele alcanzar grandes densidades y que se limita a sacar adelante a un solo pollo por temporada. Tenemos que apuntar, que la población de ofidios y grandes reptiles por los Acantilados, es muy escasa. Pocos avistamientos de unos y otros tengo cuantificados en todos los años que llevo deambulando por estos parajes. Enorme contradicción, si pensamos que cada vez llueve menos, que el clima seco se extiende por todos los Acantilados, y que la aparición de reptiles, mejor adaptados a este clima, sería un factor que iría en aumento. Pero hasta el momento, no ha sido así. 

Por los Acantilados es habitual verla volar sobre los cerros en las horas más calurosas del día, buscando esa presa que llevarse a la boca, aunque también a primeras horas de la mañana, se puede observar en sus vuelos de caza. También se le puede contemplar posada sobre una roca o un árbol de gran porte, desde el que escrutará toda la zona cercana en busca del deseado reptil.

Es un ave estrictamente migratoria, que suele llegar por el mes de abril, y se asienta por terrenos limítrofes a los Acantilados, donde tiene su nido, y sacará adelante al único pollo. Nos abandonará  a finales de verano para instalarse en las sabanas tropicales de África, donde la comida es más abundante. Es durante el paso posnupcial (entre agosto y finales de septiembre), donde también podemos ver el paso de gran número de culebreras provenientes del resto de España y de Europa, que realizan el salto hacia sus residencias africanas.

Así que observador caminante, que en primavera y verano merodeas por estos calurosos, pero a la vez atractivos Acantilados, ya tienes otra propuesta de observación de un ave majestuosa, poco conocida y bastante beneficiosa para el acervo mental que tenemos sobre lo perniciosos que son los reptiles. ¡Que su contemplación te llene de felicidad!


 

La publicación















Cuando empecé mi andadura fotográfica, hace ya diez años por estos Acantilados, lo que menos pensaba era, que pudiera colaborar en la elaboración de una publicación sobre el lugar. Mi objetivo se centraba, en poder fotografiar las manadas de cabras en tan singular territorio. Para poder conseguirlo, tenía que recorrer las distintas zonas del Paraje, y realizar fotografías que plasmaran la presencia de la cabra, desde la orilla del mar, hasta las paredes más verticales de los Acantilados. Cuando más o menos crees que has alcanzado tu objetivo, aunque siempre te falta la fotografía soñada, te das cuenta, de que por las zonas por las que has andado, y, que ya tienes un cierto conocimiento  de ellas, albergan algo más que los rebaños de cabras monteses. Observas plantas que desconoces, aves que te llaman la atención, insectos que sobrevuelan a tu alrededor y que aprovechas, cualquier parada que hacen, para atraparlos con tu cámara. Pero no sólo vas observando la vida salvaje; a su vez, la vida pasada y la actual, se te van apareciendo en tus paseos.  Torres almenaras, caleras, molinos, balates, eras, calas, cuarteles, senderistas, alas deltas, embarcaciones, cortijos,….. van apareciendo, y reclamando su parte de protagonismo. Cuando quieres acordar la información que vas acumulando sobre los Acantilados es descomunal. 

Esta publicación se centra en la Biodiversidad de la parte terrestre de los Acantilados, de la que muy poco se ha escrito; incluso los datos sobre fauna y flora que aparecen en las distintas ordenes y planes de actuación, desde que en 1989 se declaran los Acantilados como Paraje Natural, están muy desfasados y obsoletos, y la mayoría dan relevancia sólo al medio marino. En la Jornada Científica “Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo” del día 1 de julio de 2025, celebrada en Málaga capital, la mayoría de las ponencias seguían haciendo alusión al medio marino. Pocas fueron las ponencias sobre el medio terrestre. Realmente hay un total desconocimiento de la gran biodiversidad que atesora la parte terrestre de estos Acantilados.

Cierto es, que cuando te adentras por cualquier espacio natural, lo primero que te llama la atención, aparte del paisaje, es la flora y fauna del lugar. Esta publicación es una parte, evidentemente extensa y profunda, de lo que los Acantilados atesoran. Presenta especies de las que yo mismo me he sorprendido de su presencia, importancia y diversidad en los Acantilados. Sorprendiéndome sobremanera, a pesar de que creía que sabía mucho de los Acantilados, la variedad e importancia de líquenes y hormigas entre otras.

Cuando personas expertas sobre un tema, exponen todo su conocimiento, te hacen ver, que tus conocimientos sobre ese tema no es tan profundo como tú pensabas. Te ponen en tu sitio, y debemos recurrir a la tan manida, pero nada desfasada sentencia, de que: “tú sólo sabes, que no sabes nada”.

Así que osado y audaz caminante que has realizado varias excursiones por las sendas y caminos de estos Acantilados, cuando tus compañeros neófitos en las salidas, te pongan el apelativo de experto en los Acantilados………… tienes dos caminos: henchir tu ego de lo experto que eres, o bien aplicarte la máxima del filósofo. De todos maneras, no sé si  te llegará alguna vez esta publicación a tus manos; si así fuera y eres capaz de leerla íntegra, todavía seguirías teniendo los dos caminos. 



 

Gestos















Cuando nos referimos al gesto, nos estamos refiriendo a cualquier movimiento que realizamos con el rostro, las manos o cualquier otra parte del cuerpo con el que expresamos o transmitimos mensajes. Le hemos dado tanta importancia, que hay toda una literatura sobre los comportamientos gestuales, sean éstos realizados de forma consciente o inconsciente; asegurando algunos estudios que este lenguaje gestual relata en verdad quiénes somos, lo que sentimos en ese momento y nuestros verdaderos gustos. Nuestro control sobre los demás está llegando hasta tales límites, que no hace falta que nadie abra la boca para saber como es. 

Lástima que ese control tan exhaustivo sólo lo apliquemos como signo de poder y hegemonía sobre los demás. Poco orientamos nuestras miradas para entender los gestos que la Naturaleza, cada vez de forma más evidente, nos muestras ante los abusos que estamos cometiendo y que está poniendo en peligro la vida sobre la Tierra. Los científicos, quienes son los que se encargan de descifrar el lenguaje gestual del planeta, nos advierten constantemente cuales son los gestos más claros sobre los atropellos cometidos. Pero a nosotros nos da igual, seguimos relativizando dichos gestos, y otros incluso hasta los niegan. ¡Allá ellos!

Este comportamiento gestual no es exclusivo de la condición humana. Los animales tienen su lenguaje verbal, a bases de chillidos, silbidos o guturales para comunicar o advertir de cualquier situación que se pueda producir. Pero además, cuentan con un lenguaje gestual que, al igual que el de los humanos, transmite mensajes al resto de los individuos que conforman su manada o grupo.

Lenguaje verbal y gestual que, muchas veces, son la conversación transcendental entre quienes tienen animales de compañía. Esos maullido lastimero de nuestro gato; el ladrido de advertencia de nuestro perro, el nerviosismo ante la llegada del cuidador, la quietud casi marmórea ante la vigilancia ¡Cuánto sabemos de perros y gatos!

En la Naturaleza, el restos de animales también cuentan con un extenso repertorio de lenguaje verbal y gestual menos conocido. Berrean cuando quieren llamar la atención o buscan a otro individuo; silban cuando captan que puede haber un peligro cercano; espurrean cuando advierten la presencia de algo extraño que no pueden identificar;…etc.etc.

También cuenta con una serie de gestos conscientes o inconscientes con los que nos muestran sus estado de ánimos. Se quedan inertes mirando fijamente en una dirección concreta, levantan la cola, sacan la lengua, miran amenazante a esa cría incordiosa, …..etc,etc  o simplemente hacen muecas. Estas fotos son sólo un pequeño repertorio del lenguaje gestual con el que cuentan.


 

Phlomis lychnitis (Candilera)














El Progreso, con su rodillo implacable, va desterrando modas, actividades y vocabularios. Nuestra protagonista es un claro ejemplo de ello. Durante muchos siglos se ha llamado a esta planta candilera o mechera, lo mismo que a otras afines, que tienen hojas alargadas y muy pelosas, porque humedecidas en aceite se empleaban como mecha de candil.
Su nombre científico, Phlomis lychnitis, presenta un interesante significado. “Phlox” significa en griego llama y “lychnos” significa lámpara, haciendo referencia a que las hojas han sido utilizados hasta no hace mucho para fabricar las mechas de los candiles de aceite, ya que su estructura esponjosa y su pilosidad les confiere gran durabilidad. 
Pero si nos fijamos bien en esta planta, más que a un candil, para lo que fue usada, podemos decir que toda ella, se asemeja más a un candelabro. Su forma alargada, sus flores dispuestas en verticilos y sus llamativos colores amarillos, nos recuerdan las llamas débiles de un candelabro de múltiples brazos.

Ya sea candil o candelabro, desterrados éstos para el alumbrado, su decadencia para tal fin, ha sido notoria. 

Pero no sólo era utilizada para las mechas de los candiles, su utilización en medicina también ha sido notoria. La inflamación de riñón, combatir las arenillas, las piedras y ayudar a orinar; así como, la acidez de estómago y cortar la diarrea, colitis e inflamaciones intestinales, varices, hemorroides, heridas superficiales, golpes, contusiones, inflamación hepática, tensión alta, contra la sangre espesa………… No había inflamación, infección o contusión que se le resistiera a la candilera. ¡Menos mal, que le hemos vuelto la espalda a la medicina natural! Por que con lo aprensivos que nos estamos volviendo, pondría en peligro a esta planta. 

Ya puede descansar tranquila nuestra protagonista esparcida por caminos, y terrenos baldíos, sin sentir ese peso angustiante, de ser desposeídas de hojas para alumbrar palacios y humildes chozas; o verse arrancada en su totalidad, para ser desecada y servir en tisanas y emplastos en curas naturales.
En los Acantilados podemos encontrar por la mayoría de los terrenos a la “candilera”. No hay grandes poblaciones, pero su contemplación en cualquiera de los paseos, es bastante habitual. Su contemplación en primavera junto a otros “Phlomis”, es muy llamativa. Los tonos mezclados de rosas, amarillos y algún que otro “Phlomis” blanco, dan un tono colorista a espartales y piornales.

Así que observador caminante, si en tus paseos por estos Acantilados, te encuentras con esta llamativa planta, y, ya tienes cierta edad, para conocer y diferenciar entre candil y candelabro, disfruta de su contemplación.