Herrerillo común (Cyanistes caeruleus)















No sé a quién elevar mi más enérgica protesta ante el acoso casi permanente al que me veo sometido por parte de todos. Cuando digo todos, digo: ¡Por todos! A esos avariciosos que sólo piensa en enriquecerse, y al que no le basta con construir unas casas que la mayoría del año están vacías; si no, que continúa con la vorágine constructiva, que nos está dejando a los de nuestra especie, sin un lugar digno donde poder vivir. A esos incautos que se adentran por nuestros entornos, sin la más leve conciencia ni conocimiento del lugar que están recorriendo, y del que sólo desean llevarse unas instantáneas, para inmortalizar los lugares por los que han pasado; y para más “inri”convirtiendo nuestros hábitats en grandes parques para sus mascotas, llevándolos sin control alguno, y aterrorizando a cuanto bicho viviente se encuentran en sus enloquecidas correrías. A esos pesados que nos acosan y apuntan con sus artilugios, y que no son consciente, de que no sabemos discernir, si cuando nos vemos apuntados, vamos a ser víctimas de un disparo, de una foto o de una sorpresa que salga de ese artilugio. Pero sea cual sea el objetivo, el mal rato nos los llevamos. Bastante tenemos con está alerta a cernícalos y gavilanes que siempre están al acecho, y con un apetito insaciable.

No son consciente todos estos imprudentes, que nuestra presencia por parques, jardines, bosques, linderos,….. les protege de la cantidad, cada vez mas grande, de plagas que los acosan. Prefieren estos insensatos, atiborrar el ambiente de aerosoles y demás productos, para librarse de insectos y plagas. Después irán a quejarse de que tienen o padecen, tal o cual, molestia respiratoria que nunca antes habían tenido. ¡Para eso estamos nosotros! Para que no tengan que utilizar tanta porquería. Nuestro carácter inquieto y nervioso, nos hace estar en un estado de constante búsqueda de esa larva, pulgón, o lo que sea, que nos podamos llevar a la boca. Hay quién se ha dedicado por lo visto a contar, cuantos bichitos nos comemos, y apuntan a que una familia normalita de mi especie, llega a consumir hasta veinticuatro millones de insectos en un año. ¡Hay que tener paciencia, para contarlos de uno en uno!

Pocos vamos quedando, por estos Acantilados, que tuvieron tiempos de mayor gloria. Y, menos que vamos a quedar, con esta tremenda sequía que nos está dejando, sin casas, sin comida y sin bebida. Aunque lo de la bebida, lo llevamos sufriendo desde que esos egoístas empezaron a convertir estos parajes en una zona tropical, y todo el agua superficial que había, les parecía poca para sus sueños de transformar sus terrenos de secano, en fértiles terrenos selváticos. Hasta lo han publicado a los cuatro vientos ¡COSTA TROPICAL! ¡Estarán volados!

¡Ah! ¡Y, por último, que se me olvidaba! ¡Qué no soy un carbonero! ¡Ya es hora de que te vayas enterando! Ese es mi vecino, que tiene la cocorota negra. Más negra que un tizón. Yo luzco una vistosa cabeza azul cobalto, envidia de toda la pajarería del viejo continente. Para eso dicen que soy uno de los pájaros de mayor colorido; y de todo mi bello colorido, es mi cabeza la que mejor pintada está.

Leer, no sé si alguien leerá todas mis quejas, ni si servirá todo este alegato, para tomar algunas medidas. Pero tranquilo, si que me he quedado al soltarlo. Tampoco sabré si puedes reconocerme cuando me veas, y si no, seguirás confundiéndome con mi vecino el carbonero, que será al final quien pague el pato de todo lo dicho. Pero eso, ya es cuenta tuya.


 

El pelaje














¿Qué sería de los mamíferos sin el pelo? Es la seña de identidad en exclusiva de los mamíferos. No hay ninguna otra clase de animales que tengan pelo. Sus funciones son varias: protege la piel del sol, da calor durante el invierno y refresca durante el verano, manda mensajes sensoriales al cerebro…

La cabra montés como mamífero, cuenta con su pelaje característico que cambia durante dos épocas. Cuando empieza a refrescar va cambiando el pelaje menos denso de la época estival, a un pelaje más denso para combatir los fríos del invierno. Aunque podríamos decir que la cabra montés en los Acantilados, se pasea durante todo el año con un abrigo de visón, pero con temperaturas tropicales. Su evolución para solventar tal disyuntiva, será del abrigo de visón a la guayabera. Pero será tan lenta que nosotros, como se dice por aquí, no lo veremos. De todas maneras, muy mal no les irá actualmente con tanto abrigo, cuando el número va creciendo de año en año. 

El cambio que se produce en su pelaje, no es sólo en cuanto a la densidad del mismo, también cambia en cuanto al color. Durante el otoño-invierno, coincidiendo también con el celo de la cabra, ésta viste sus mejores galas. Es en los machos donde se acentúa más ese cambio, vistiendo los ejemplares más viejos, unos esplendorosos pechos y costados negros. Cuanto más viejos, más grande es la parte del cuerpo revestida de color negro, avistándose los ejemplares de forma más fácil por el contraste que supone con el entorno. En las hembras el cambio de color es menos perceptible, pasa de un tono marrón claro a un tono un poco más oscuro.

Ultimamente, se están observando, cada vez más, ejemplares con un pelaje muy peculiar. Es un pelaje negruzco sucio, como si hubieran quemado al ejemplar con un soplete, como se hacen con los “guarros” en las matanzas para quitarles el pelo. Apareció por primera vez en un ejemplar macho adulto, que además tuvo para más inri, la mala suerte de perder un cuerno en una pelea. Con lo que el ejemplar, quedó hecho un cromo. Con un sólo cuerno y tostado en una parrilla. Su visión era de otro mundo. A este ejemplar, le han ido sucediendo otros ejemplares, tanto machos como hembras, que han ido presentando la misma característica. Pero lo curioso del tema, es que los animales que presentan este tipo de pelaje, no lo hacen de forma estable, si no que se van sucediendo años con su pelaje natural y hermoso, con años con el pelaje “achicharrado”. 

Indagando sobre el tema para saber a qué se podría deber tal anomalía, encontré documentación donde se decía que ese cambio en el pelaje era debido a situaciones de estrés. En los Acantilados, la cabra montés sí que está bien servida de situaciones estresantes: estrés hídrico, estrés calorífico, estrés persecutorio por los perros sueltos, estrés alimenticio,…. Dejamos para los grandes estudiosos del tema, estudiar qué tipo de estrés es el que más podría incidir sobre el pelo de la cabra montés.

Así que osado caminante, tómate relajadamente tus andanzas por las rutas de los Acantilados, por que aún no he conocido humano alguno, que le cambie el color de su piel por el estrés, pero si he conocido casos, donde les han ido disminuyendo el pelo por situaciones estresante. 

¡OM MANI PADME HUM!


 

Lagarto bético (Timon nevadensis)












En nuestros Acantilados, a pesar de tener extensas zonas casi desérticas, la observación de reptiles es poco frecuente. Pocas especies de reptiles se observan en los paseos por sus sendas y caminos. Destacan por un mayor número de avistamientos las lagartijas, y de vez en cuando, alguna que otra serpiente, osa aparecer entre sus piedras. Por todo lo cual, la aparición de un lagarto de considerable tamaño, fue todo un acontecimiento digno de resaltar. 

Fue una calurosa mañana de finales de otoño, y casi comienzos del invierno. Aunque por estos lares, ya sabemos todos como suelen ser los inviernos. Nuestro ejemplar tomaba el sol, en medio de la carretera principal, que sirve de límite a este paraje natural. Era pasado el mediodía, cuando ya volvía para mi casa, cuando lo vi acaparando todo el sol posible. Automáticamente, paré el coche delante de él, para que cualquier coche que pudiese venir por detrás, no terminara aplastándolo, y decorando el pavimento con su piel.  Aunque tengo que decir, que dicha carretera no está muy concurrida, y nuestro protagonista, tendría que estar al tanto de dicha circunstancia, para elegir tan problemático lugar donde tomar el sol. Puse los cuatro intermitentes como manda los cánones, me apeé del vehículo, me estiré todo lo largo que soy junto al casi dormido lagarto, los que me conocen, saben que poco asfalto ocupábamos entre los dos, y me puse a hacerle las fotos de rigor.

No podía perder tan magnífico momento, ni tan magnífico ejemplar, a pesar de que ambos corríamos igual peligro, y ya veía mi piel mezclada con la de un lagarto bético, en medio de la amalgama de piedras y alquitrán del asfalto, si algún conductor despistado osaba pasar por allí y no advertía nuestra presencia, ni advertía los intermitentes. 

La sesión transcurrió de lo mas natural posible. En todo ese tiempo no pasó por el lugar vehículo alguno. El gran lagarto se comportó como todo un experimentado modelo que ha desfilado en las mejores pasarelas. Ni el más leve mal gesto, por la intromisión de tan peculiar observador en momento de tan extraordinario relax, pude inferir en el tiempo que duró la sesión. 

Terminada la sesión, comenzó el momento más tenso y de mayor hostilidad entre ambos. No me podía marchar del lugar, dejando a ese inconsciente tomando el sol en lugar tan peligroso. Para un lagarto que veía y de tan gran tamaño, no me hacía ninguna gracia, ver su cuerpo aplastado a la mañana siguiente. Intenté con la punta de la bota, empujarle para que se fuera hacia el arcén, donde había una gran acumulación de piedras, y le podían servir para seguir tomando el sol, pero de forma más segura. Nuestro protagonista no hacía ni caso, como si no fuera con él. Allí seguía entornando los ojos y hartándose de sol.  Para no hacerle daño, en mi ímpetu de acercarlo con la pierna al arcén, saqué el bastón de caminar y empecé a empujarle; pero eso lo despertó de su estado de letargo, y le despertó también su estado defensivo, por lo que empezó a morder el bastón sin miramiento. Enfurecido como lo había puesto, entendió que lo mejor era abandonar el lugar y guarecerse entre las piedras.

Me subí al coche y me fui alejando del lugar. No había andado ni cincuenta metros, cuando por el retrovisor veo, que el imprudente vuelve al lugar del que fue expulsado. Marcha atrás e inicio de las hostilidades. Nueva huida hacia el arcén, y ya por fin pude alejarme más tranquilo observando que por fin había desistido de ocupar la parcela de asfalto, donde más a gusto se sentía.
Todo ello me llevó a reflexionar, sobre como puede comenzar a fraguarse un conflicto de gran envergadura, cuando dos partes entran en litigio, aunque el fin que ambas defiendan, tenga un poso de buena intención en su comienzo. ¿Falta de comunicación? ¿Encabezamiento? ¡O no!

Sigo pasando con frecuencia por ese tramo de carretera, y hasta el momento, ni rastro ni señal alguna sobre el asfalto. ¡Buena señal!


 

Sedum mucizonia (Uña de pajarito)














No hay nada como recorrer los distintos rincones de los Acantilados para darnos cuenta de su riqueza y diversidad. Cada rincón, cada hueco, cada roca, nos pueden deparar una sorpresa. Pero igual ocurre cuando recorremos cualquier paraje de la geografía mundial. Mientras más tiempo dediquemos a su inspección, más sorpresas vamos descubriendo. Lo que no hemos visto en un momento determinado, lo podemos observar cuando volvemos a ese lugar repetidamente. Lo que habíamos observado desapareció sin dejar rastro, y lo que no habíamos visto vuelve a aparecer. Así es la Naturaleza. Con ello no quiero que se consideren estos apuntes, para negar los cambios en la Naturaleza que se están produciendo a nivel global por la avaricia humana, y que al final vamos sufriendo a niveles más comarcales. Lo que considero es que los estudios se han realizado desde posiciones muy academicistas, y en algunos casos, sin el tiempo necesario para observar en profundidad el espacio estudiado. Eso ha hecho que se den por sentadas muchas de las afirmaciones, como algo inamovible. También considero, que es muy complicado realizar un estudio a fondo y perfecto sobre un determinado lugar, y cuanto más extenso es ese lugar, más complicado y menos riguroso. 

Desde la proliferación de las redes sociales, ha surgido una nueva ciencia: “La ciencia ciudadana”. Esa ciencia que ayudamos a construir las personas, que sin una preparación académica sobre la Naturaleza, vamos observando y descubriendo facetas de la Naturaleza que los académicos no han podido observar. Hay quienes apuntan de que es una ciencia más democrática e inclusiva, y que está en auge; pero considero que esa ciencia siempre ha existido, pero quedaba relegada a un segundo plano, o en la mayoría de los casos silenciada por el eminente estudioso de turno. Pues cualquier estudioso que se preciara de serlo, siempre acudía al “práctico” de la zona que iba a recorrer, para recabar información. Lo que ocurre actualmente, es que esos “prácticos” son más visibles y en mayor número.

Sirva toda esta extensa disertación sobre los avatares del estudio de la Naturaleza, para señalar que nuestra protagonista, “la uña de pajarito”, a la que los estudiosos, determinan su hábitat desde los 100 a 2500 metros de altitud, se encuentra en nuestros Acantilados a escasos metros del nivel del mar. Por ello, ¿ tendríamos que cambiar el dato de 100 metros, a decir que se encuentra desde el nivel del mar, hasta los 2500 metros de altitud?

Creo que a ella, eso le da igual, bastante tiene con ir arañando a esa caliza dura en la que crece, algo de sustancia para ir tirando, y salir como puede para adelante.

Así que osado y observador caminante, si algunas vez, te adentras por los roquedos que caen hacia el mar, busca en las fisuras, y también en las partes soleadas de las rocas, por que allí encontrarás a esta “uña”, que crece sin tener un metro a mano, para concretar a qué distancia se encuentra sobre el nivel del mar.


 

Alcatraz atlántico (Morus bassamus)













Cuando las playas de nuestros Acantilados se van despejando de las hordas de bañistas, que han sido arrojadas por las lanzaderas puestas para tal propósito, durante el verano; aparecen acompañando a los vientos más fresquitos del otoño, este ave de gran y señorial porte. Los fríos del norte, los desplazan hacia latitudes más amables……. No sabemos si vienen solos, o aprovechan los vuelos que arrojan por toda la costa, a los miles de nórdicos que ocupan el vacío dejado por los veraneantes.

Su apariencia debido a su gran envergadura es inconfundible. Sus largas alas blancas terminadas en manchas negras hace que se puedan identificar con cierta facilidad; así como por su largo, robusto y afilado pico. Los podemos ver volar en solitario o en grupos, pero lo más llamativo de estas aves, son sus picados desde gran altura. 

Este gran ave es un “jartible” del mar, pues pasa la mayor parte de su vida en el mar, aunque a veces, tiene la deferencia de acercarse a la costa; coyuntura, que aprovechamos para disfrutar de su observación.

Cuando el mar reverbera por los bancos de peces en ebullición, este misil aire-mar comienza sus picados sobre la zona. Esos picados son el gran encanto que tiene la contemplación de estas enormes aves. Es un continuo sobrevuelo de cazas en forma de aves que no cejarán en sus intentos hasta saciar su apetito. Te quedas boquiabierto contemplando el espectáculo

Se eleva a gran altura y desciende a una velocidad endiablada en busca de su presa. Del agua levantan el vuelo girándose cara al viento y agitando pesadamente las alas, saliendo de su zambullida con un aleteo fuerte para ponerse otra vez en posición de realizar nuevamente otro picado.

Al contrario de lo que nos muestran los reportajes de estas aves en sus cuarteles de cría durante el verano, donde podemos verlos posados en cualquier parte, en los Acantilados es muy difícil verlos posados descansando a la luz del cálido sol del invierno. Siempre suele verse volando de Levante a Poniente, o viceversa, en busca de una señal que les indique el lugar adecuado para sus zambullidas. Su vuelo parsimonioso y su ir y venir es constante.

Así que otoñal e invernal caminante, que has huido de las aglomeraciones del verano, y escoges estas estaciones para disfrutar de la tranquilidad y de los paisajes que estos Acantilados te brindan, de vez en cuando fija tu mirada hacia el mar, y quizás puedas contemplar el gran espectáculo que te brindan estas grandes aves aladas.

¡Qué disfrutes de la exhibición!