Agateador europeo (Certhia brachydactyla)













Fue toda una alegría el descubrir este pequeño pajarillo, tan desconocidos por el gran público, en los Acantilados. La primera vez que lo observé fue en los bosques de pinos de la cercana Tejeda-Almijara. Nuestros medios eran muy precarios y rudimentarios, por lo que lograr imágenes de aquella época del agateador era casi imposible. ¡La fotografía de la época requiere otra entrada! Ya nos dábamos con un canto en los dientes, con solo su contemplación con los prismáticos rusos. Tampoco había un acceso a la información como la actual. Todo se centraba en las guías de aves escritas por autores extranjeros y el incipiente comienzo de revistas sobre Naturaleza, ¡Cómo olvidar los programas de Félix Rodríguez! ¡Era nuestro ídolo! Pero el presupuesto me imagino, no daba para realizar programas específicos sobre las pequeñas aves, cuando quedaba aún por mostrar toda nuestra variada y extensa Naturaleza. 

Aún el agateador no era muy abundante cuando lo veíamos trepar o descender por los troncos de los grandes pinos. También frecuentaba los pequeños reductos de robles que se diseminaban por la sierra. Era un visto y no visto, y eso, que por entonces, la fiebre del senderismo no llegaba ni a unas pocas décimas, de lo que es ahora. Los bosques y sendas eran un remanso de paz sólo roto por el canto de los pájaros.

En los Acantilados sigue su misma pauta de timidez. Si no fuera por los piídos cortos, agudos y potentes que emite, sería muy dificultosa su detección y observación. Los pinares de los Acantilados por donde se desenvuelve este curioso pajarillo de pico tan largo y curvado, no son muy aptos para recorrerlos buscando tan singular avecilla. Su enmarañada vegetación y lo empinadas de sus laderas hace que el agateador sea sólo visible en los linderos y en sus cortos vuelos de un pinar a otro. A veces, podemos también encontrarlos, correteando por los troncos y ramas de los viejos y secos olivos que han sido asediados por la vegetación del entorno. Olivos longevos que apenas dan aceitunas, pero que dan cobijo a reptiles y pajarillos que encuentran en sus ahuecados troncos la seguridad necesaria para esconderse o sacar adelante sus crías.

El nombre de agateador es fácil de deducir de dónde le viene. A esta avecilla le gusta “gatear” tanto para arriba como para abajo por troncos y ramas de los árboles donde se posa. Pertenece al grupo de las aves afincadas durante todo el año por los Acantilados, por lo que se encuentra dentro del grupo de reproductoras en nuestro reino y país. No necesita de cambio de entorno ni de largos viajes para llenar su vida ni traer nuevos especímenes a este mundo. Se conforma con “gatear” por estos parajes, y encuentra en ellos todo lo necesario para su ciclo vital. 

Así que arrojado senderista que quieres aprender algo más sobre las aves de estos diminutos Acantilados. Lo primero que tienes que hacer, si quieres descubrir esta interesante y escurridiza ave, es consultar cualquiera de las páginas que sobre cantos de pájaros inundan el universo internauta. Escucharlo una y otra vez hasta que te hayas quedado con su canto. A continuación, intenta reconocerlo en alguna de tus salidas. No te será muy difícil. Por último, eso sí, con ayuda de algún artilugio óptico visualizarlo y quedarte embobado con su contemplación y su constante gateo por el tronco o la rama donde lo hayas localizado. ¡Parece más complicado de lo que realmente es! Pero habrá valido la pena el esfuerzo auditivo y visual realizado.


 

Las equilibristas….. ¡¡¡más difícil todavía!!!













¡¡Bienvenidos señoras y señores al mayor espectáculo del mundo!! ¡Van a poder observar con sus propios ojos las acrobacias más impresionantes jamás vistas por el ojo humano! ¡Acrobacias comparadas, con las más arriesgadas de la mismísima: “Pinito del Oro”! ¡No hay ni trampa , ni cartón; ni red de seguridad que amortigüe las caídas! ¡Siéntense cómodamente en sus asientos y disfruten del espectáculo!

Nuestras protagonistas todavía han ido un poco más lejos. Las paredes desafiantes que les muestran los Acantilados pasan a un segundo plano. Para ellas es un juego atravesarlos en cualquier dirección. Han nacido en las paredes más inaccesibles de estos parajes; y si siguen aún con vida, es porque han mostrado habilidades para salvar las dificultades más extremas. Aquellas que dudaron, o bien no eran aptas, cayeron sin remedio a las rocas que conforman las orillas de estos Acantilados.

Entonces surge en ellas el espíritu circense. ¡El más difícil todavía!  No se sabe si por la necesidad imperante de buscar el sustento, o el espíritu inquieto y juguetón que les hace adentrarse en los sitios más insospechados. Cambian las paredes, por cualquier tipo de árbol que le pueda ofrecer una hoja que echarse a la boca. Algarrobos, olivos o aguacates no están a salvo de su voracidad. Cambian cualquier cornisa imponente de las paredes, por los muros desvencijados y caídos de las casas y cortijos esparcidos por estos rincones, desde donde instalan sus atalayas para contemplar el paisaje. Salvan cualquier valla que le impida acceder a esa zona donde encuentra el frescor de la brisa marina; o le dé seguridad y tranquilidad para sestear y se cuelan como invitadas inoportunas por cualquier edificio habitado. No hay edificación que no se vea ornamentada por la figura impasible de una cabra.
Es cuando podemos decir literalmente, que la cabra en los Acantilados, las podemos ver en cualquier sitio.

Así que arrojado caminante que te adentras por estos parajes, para entre otras cosas, observar la cabra en su hábitat natural. Ten presente que tienes que tener ojo avizor, y estar atento a los lugares más insospechados, porque de cualquier sitio puede saltar la liebre, en este caso, la cabra. Si las ves encaramadas en cualquier sitio de dificultoso acceso, siéntate y disfruta del mayor espectáculo del mundo.


 

IV Aniversario
















Resumen del glorioso y agostado cuarto año de andanzas por estos Acantilados.

Empieza el año con las siniestras estadísticas de los crímenes del furtivismo, que suenan desoladora después del celo tan raro y efímero que ha sobrevolado estos Acantilados. Estos números quedan para los más íntimos de cuantos andamos por estos parajes. ¡Al resto poco le interesan! Sólo la aparición en los medios de comunicación, hace que toda la maquinaria burocrática se escandalice de los datos.
Las lluvias llegaron en enero, pero no fueron suficientes para apagar la sed que desde hace tiempo vienen sufriendo estos parajes.

Consecuencia del cambio climático, o por que los Acantilados están de moda, los rorcuales (la segunda ballena más grande del planeta) se han acercado hasta nuestras playas. Ni expertos pescadores, que han estado toda su vida faenando por estas costas habían observado tan extraña presencia.
Las primeras orquídeas se dejaron ver a primeros de febrero, demasiado pronto. ¡No será para nada bueno! Efectivamente la floración de las orquídeas ha sido un visto y no visto. Apenas duraban unos días. El intenso calor y la pertinaz sequía agostaba rápidamente los ejemplares que iban saliendo. Delphinium y Lapiedras se han visto en mayor cantidad que otros años.

Las mariposas a pesar de que las flores han brillado por ausencia, no han querido dejar de pasearse por estos lugares resecados. A pesar de no haber ni un triste madroño, la Charaxes jassius ha sido la reina en cuanto a presencia.
Charranes patinegros y alcatraces se dejaron de ver más cerca y fue todo un disfrute verlos pescar.
El paso migratorio prenupcial no ha sido todo lo vistoso de años anteriores, sólo las garcetas comunes se han dejado ver en bandos numerosos, pero tuvimos que esperar hasta mayo.
La sequía brutal ha hecho que pinos enormes cayesen quebrados por la falta de agua. Los insectos y reptiles apenas se han visto; sólo masas de mosquitos sobrevolando, han hecho que aparecieran en más cantidades que en años anteriores: golondrinas, aviones y vencejos.
El paso migratorio postnupcial ha sido muy dispar. Comenzó en agosto con rapaces, cigüeñas y limícolas. También aparecieron algunos ejemplares de águila pescadora mostrando su vuelo majestuoso. Pero el paso de “passeriformes” han dado un poco de vivacidad y atractivo a tan desolador paisaje. Abundante, como casi siempre ha sido el paso del colirrojo real. Currucas mirlonas y mosquiteras también se han dejado de ver en número apreciable.

En el celo hemos podido comprobar como ese duendecillo malévolo y a la vez magnánimo, según las circunstancias lo requiera, ha sido condescendiente con nosotros, y a pesar de todos los atropellos que realizamos por estos Acantilados, los ha nutrido de ejemplares dignos de admirar.

Seguimos a la espera de las tan ansiadas lluvias. Esperemos que la crónica del V Aniversario refleje y sea un acta fidedigna del esplendor de estos Acantilados tras los chubascos caídos.