Alcaparro ( Capparis spinosa)













El alcaparro ha sido una de esas plantas que ha convivido con nosotros y que nos era bien desconocida, hasta que empezamos a descubrir sus frutos en recetas de cocinas y en tarros de encurtidos. De ahí, que supiésemos de su existencia a través de los tarros, y que asociáramos ese “capullo” pequeño que veíamos a través del cristal, con los que veíamos en las “matas” que se prodigaban por las laderas secas de nuestro entorno. Quién iba a pensar que esos “capullos” se pudieran comer, y menos, que pudiera haber una industria alrededor de ellos. Pero los tiempos cambiaron, nos hicimos grandes gourmets y las alcaparras pasaron a formar parte del especiero de nuestras cocinas. Las ensaladas pasaron del sabor de la cebolla, el vinagre y los ajos como sabores más resaltados, a saber de otro modo distinto, gracias a las alcaparras. Aquel que se preciara de ser un buen chef debería preparar las ensaladas y algunos platos con las alcaparras de rigor. ¡Entonces fue cuando esa planta que había pasado desapercibida para nosotros cobró su importancia! De esa forma pasó el alcaparro a tener un lugar preponderante en nuestras vidas.

Claro, los Acantilados no podían quedarse anclados en los sabores de ensaladas arcaicas; y como paraje, en algunas zonas semiáridos, y puestos de moda en todas las páginas de vacaciones “cool” que se precien, cuentan también con sus plantas de alcaparro esparcidas por su territorio; mostrándonos tan renacida planta, desde la orilla del mar hasta las laderas más estériles. ¡Cualquier sitio cool que se precie debería tener por lo menos un alcaparro! Pero a pesar de que lo más preciado y conocido sean sus capullos comestibles, la gran belleza de los alcaparros reside en sus flores. Son flores muy llamativas extendidas a ras de suelo. Enormes flores blancas con infinidad de estambres que son un reflejo visible a larga distancia, resaltando de la aridez que le rodea; pero las flores son igualmente llamativas a medida que se van mustiando, cambiando hacia un fucsia intenso, rodeadas de los estambres que caen como una gran barba sobre lo que queda de flor. La visión que produce queda a interpretación de cada cual.

Los alcaparros, no sólo son apreciados por paladares muy finos, también las cabras, y quizás mucho antes que nosotros, saben de sus excelencias. Les van arrancando poco a poco esas hojas verdes que aparecen en momentos que todo se va mustiando, y algo verde en época estival por estos lares, es algo muy preciado que no hay que dejar escapar. Así, que hay momentos en que sólo vemos unos tallos rastreros difíciles de identificar, si no hubiésemos visto antes, que esos tallos tuvieron capullos y flores que embellecían todo el conjunto y que por ende pertenecen a nuestro alcaparro.

Así que visitante invernal, primaveral, estival u otoñal, te habrás topado alguna vez con una planta rastrera que te habrá sido dificultoso saber qué es…… quizás pudiera haber sido un alcaparro, o quizás no. El problema fue que la viste cuando no debías…. Si te quedaste con la duda, ya tienes la excusa para volver en otro momento a ver si descubres qué es. Pero recuerda, que la Naturaleza tiene estas cosas: “lo que vistes ayer, quizás no lo vuelvas a ver.


 

Gaviota de Audouin (Ichthyaetus audouinii)













Cuando vemos volar sobre el mar un bando de aves, rápidamente nuestra mente enmarca dentro del termino gaviota a cuanto ave pasa por delante de nuestros ojos. A veces podemos afinar y decir que tales aves marinas son “patos”. Escasa es nuestra cultura identificativa de pájaros marinos; y casi, por generalización, de cualquier género de aves.  Dentro de los grandes bandos de gaviotas, o de los ejemplares individuales, que se posan sobre la arena, o pasan sobrevolando la orilla del mar, podemos identificar a nuestra protagonista: la gaviota de Audouin. Recibe el nombre de Audouin en homenaje a un famoso naturalista francés.

Es una gaviota de tamaño relativamente grande, aunque bastante más pequeña que sus parientes, Patiamarilla o Sombría; siendo su rasgo más identificativo su pico rojo y sus patas grises verdosas. Es un ave eminentemente mediterránea, pues no se da en otras latitudes y sólo crían en cinco países de la ribera mediterránea. En los años ochentas, era todo un acontecimiento su presencia por nuestras playas, y salíamos a su avistamiento por todo nuestro litoral dada su escasez y casi peligro de extinción; y, aunque actualmente se cuenta con una población estable en todo el área mediterránea, se encuentra en el libro Rojo de las aves de España como vulnerable, pues varias son las amenazas que pueden desestabilizar sus poblaciones y volver a ser incluida como en peligro.

Es una gaviota más grácil y ágil que sus parientes, con las que les gusta compartir su horas de vuelo; pero no las de relax porque es mucho más esquiva, territorial y agresiva. Terminada su época de cría parte en una breve migración hacia las costas africanas; por lo que siendo un ave típicamente mediterránea, le gusta conocer playas y acantilados de otras latitudes; aunque hay algunos ejemplares que siguen aferradas a nuestras costas durante todo el año, y para nada les tienta ese afán de conocer nuevos lugares.

En nuestros Acantilados, las podemos ver en un número mayor de ejemplares durante la época estival, aunque hay ejemplares como hemos dicho, que se pasan todo el año disfrutando de tan hermoso paraje. Les gusta posarse en rocas dentro del mar, desde donde vigilan la llegada de potenciales peligros; aunque tampoco desprecian unos buenos acantilados donde tomar sus baños de sol, incluso en bandos recorrer y pararse en la orilla de las playas. 

Estimado observador, cuando veas pasar algunas aves marinas, fíjate si alguna de ellas, tiene el pico de color rojizo y negro. Si has sido capaz de distinguirlo, recuerda que has podido tener ante tus ojos una gaviota de Audouin.


 

Destellos del otoño












El otoño es la estación del año que pasa de puntillas por estos Acantilados. Pasamos las hojas del calendario;  y, cuando llegamos a diciembre, y hacemos balance del año que va a terminar, nos percatamos de que nos ha faltado algo. Al principio nos cuesta caer en la falta, pero tras momentos de reflexión, nos acordamos de que sólo hemos tenido tres estaciones, que nos ha faltado el otoño de la carne de membrillo, de las nueces y bellotas, de las castañas asadas……. 

El otoño es tan tímido, que apenas se deja de ver. Este año si cabe, la confusión y el sigilo con que ha aparecido, ha sido aún más desconcertante. Sus colores y tonos se han entreverado con los de la sequía reinante. La mayoría de los años, por estos Acantilados se salta del verano al invierno sin acordarnos de él. Sólo alguna que otra señal, a modo de acertijo, nos va mostrando que él también ha estado presente alguna vez por aquí.  Por allí, un árbol que amarillea cual si fuera su color habitual. Por acá, algunos hongos desparramados y desorientados. Por acullá, un árbol perdido cual esquimal en el Sáhara, que nos ofrece sus otoñales frutos a modo de rara especie.

A él no le gusta molestar. Ni ensuciar los suelos tirando hojas por los rincones. Piensa que no es más limpio el que más limpia, si no el que menos ensucia. Gesto de agradecer porque la limpieza va siendo grande y serio problema por estos parajes. 

Piensa que eso de morir para volver a nacer con más vigor, puede tener su fallo de programación, máxime en estos tiempos de tantos cambios climáticos, y quedarse en modo moribundo sin poder activarse el gen generador. ¡ Y eso sería una gran faena para la vida!

Tampoco quiere mostrarse con cambios bruscos en lo meteorológico, se deja convencer fácilmente por el calor agobiante del verano, o por el frío gélido del invierno. Apenas discute con ellos, ni busca su momento para sorprendernos con sus vientos y tormentas repentinas.

En nuestra sociedad no tendría cabida un tipo como él, que no busca la fama ni la gloria. Sólo quiere pasar desapercibido. Sería acusado de solitario, asocial, perdedor,…. Tendría todas las papeletas para engrosar el género de homicida latente, capaz de cometer los más horrendos crímenes y atrocidades a la comunidad.

Pero todos sabemos que el otoño es un buen tipo y que nos complace saludarlo; y nos congratula, que nos haga una visita aunque sea sólo, para decir: ¡Hola! y ¡Adiós!


Sedum sediforme: “Los platanicos”













Esta planta con forma de mano de banana, la llamé siempre “los platanicos”. Cada vez que veía esta planta se me venía a la cabeza, una mano de plátanos comestibles, pero en miniatura. Fue un nombre puesto a vuela pluma, sencillamente dejándome llevar por su apariencia. A pesar de conocer posteriormente a amigos que eran grandes conocedores de las plantas de nuestra comarca, nunca hablé con ellos de esta singular y común mata. 

Hasta hace bien poco, no he sabido de su nombre científico; pero a pesar de todo, la seguiré llamando “los platanicos”. Lo que no podía imaginar eran los nombres castellanos con que también se conoce: arroz de moro, uña de gato, hierba puntera, uva de pastor..… Uña de gato, tiene su paso, porque es cierto que tiene cierto parecido con las uñas de gato utilizadas para la decoración de los jardines de calles y plazas; pero, ¡ “arroz de moro” y “uva de pastor”! ¡Sin comentarios sobre la asociación gastronómica de la planta!

Los primeros recuerdos de la planta eran colgando de los tejados, o saliendo de las hileras de tejas que forman el tejado. Y siempre, las asociaba a los tejados viejos; bien de casas en ruinas o casi abandonadas; a pesar de que se veían también en tejados de reciente construcción; ya que nuestros platanicos  necesitan de muy poca tierra para crecer; de ahí, que también las veamos en paredes y grietas de rocas. Nuestros Acantilados como son tan condescendientes, les brindan a los sedum cualquier espacio para desarrollarse; por lo que nos los podemos encontrar en cualquier hábitat: terrenos rocosos, terrenos arenosos, cultivos abandonados,…..

A pesar de ser una planta sin grandes pretensiones ni llamativas flores que llamen nuestra atención, cuando la empezamos a fotografiar, vamos descubriendo su belleza y su pose fotogénica. Poco a poco nos va desplegando todas sus tonalidades. Tonalidades verdes, rojizas, marrones, lilas, naranjas……. que delante del azul del mar que se abre como telón de fondo en todos los Acantilados, resaltan dando una finura delicada a tan simple planta. Tampoco sus flores quedan relegada de tan mutable visión. Montadas como jazmines en una biznaga natural, van abriéndose a los cuatro vientos extendiendo sus estambres; y lo que nos parecía una planta anodina pasa a ser una planta atractiva y agraciada.

Por lo que, osados, curtidos y hasta neófitos senderistas y caminantes, cuando atraveséis estos Acantilados por cualquiera de sus sendas y caminos, estad atentos a estos “platanicos”, que sin ser de Canarias, necesitan de la tierra y de su conservación para poder seguir brindándonos sus tonalidades y su gracia.


 

Torre del Pino

 














Principios del siglo XVI. Demasiados frentes tiene abiertos España, para que su trastero del sur se encuentre seguro; y no sea pasto, de continuas razias de los mismos españoles que fueron expulsados por no procesar las mismas ideas religiosas, que las autoridades han impuesto. ¡ Somos el faro de la Cristiandad en Occidente! ….. y hay muchos españoles, que han sido desterrados, que no ven dicho faro como referencia para su vida. La expresión “hay moros en la costa” se hizo frecuente por todo el litoral español, independientemente de que los agresores fueran negros, morenos, rubios o mestizos; aunque todos ellos enarbolaban la bandera de la media luna, sobretodo, por mostrar su posición contraria a los reinos cristianos.

En un promontorio sobre el mar se acaba de edificar recientemente la torre. En su base y por los alrededores, quedan aún restos de escombros, maderas y cuerdas utilizadas en su construcción.  A unas decenas de metros se encuentra la cuadra improvisada donde descansan los tres caballos que conforman las fuerzas de caballería de la torre. La mayoría de los hombres son de infantería, curtidos en las refriegas de la conquista de Málaga y Granada; y en expediciones por el norte de África que terminó con la toma de Orán. ¡Todos ya saben que es enfrentarse al moro!

La cámara superior está habilitada como barracón o cuartel, donde desempeñan todas las faenas propias del servicio que tienen que realizar. El grueso del cuerpo de vigilancia se preparan para cenar. Las viandas que les depara una guarnición estable en un lugar tan fértil, hace que la mayoría hayan olvidado las penurias pasadas en los largos asedios durante la Reconquista y en las largas y duras expediciones realizadas. Después descansarán en los jergones situados al fondo hasta que les llegue el turno de vigilancia.

En la terraza, oteando el horizonte sin despegar la vista del inmenso mar, se encuentran los dos vigías que van siendo relevados cada tres horas. Se calientan en las brasas que continuamente tienen que ir avivando, para que en caso de ataque puedan hacer señales al destacamento de la cercana Nerja. Al calor de las brasas se combate mejor ese frío húmedo; que se te cuela en el cuerpo a pesar del grueso capote, con que se cubren los vigías que hacen la ronda en la terraza.

Pronto será noche cerrada, y será cuando más abiertos deban tener los ojos. ¡Puede presentarse una noche ajetreada en cualquier momento! El mar lleva en calma varios días, y suele ser presagio de alguna incursión desde las costas cercanas. Llevan dos meses que no han avistado una galera sospechosa; y tres meses desde la ultima refriega contra los piratas. Estando aún, la torre sin terminar, pudieron salir airosos de la contienda. Sólo sufrieron dos bajas; que pudieron ser más, si se hubiesen demorado los refuerzos llegados de la cercana Nerja; pero al final, debido al coraje exhibido en la contienda y en la veteranía del destacamento, siguen con vida la mayoría de la guarnición, y por ende, consiguieron poner a salvo, a todos los habitantes de los molinos cercanos.

Apenas un leve susurro sobre los últimos acontecimientos acaecidos, rompe el silencio sepulcral al que deben estar atentos, los dos vigías, para descubrir las  sigilosas incursiones. Un batir más sonoro de una ola. Un rechinar más alto de un canto de la playa. Un ligero golpe de madera contra una roca. Un ligero choque de metales,…… cualquier señal fuera de lo común, servirá para percibir un posible desembarco. Esa será la leve línea entre sobrevivir a una noche más o ser abatido por la bala de un certero arcabuzazo.