Chicharra (Cicada orni)












 Era un verano muy caluroso, probablemente uno de los más calientes de las últimas décadas.  Quizá por eso, la cigarra decidió dedicar las horas del día a cantar alegremente debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar, solo le apetecía disfrutar del sol y cantar, cantar y cantar. De manera que así pasaba sus días, uno tras otro……………… (Fábula)

No podía ser descubierta de otra manera; su canto la delató en el tronco del viejo olivo. A esta cigarra, aunque le apetecía seguir cantando, dejó de hacerlo en cuanto se alertó del movimiento de acercamiento hacia el lugar, en el que felizmente entonaba su melodía. Le podía más el instinto de supervivencia, que la fama de ardiente cantora.

Una vez que se vio observada apenas movía un ala. Su deseo era alejarse trepando por el viejo tronco pero sin ser descubierta. Lentamente, con movimientos aprendidos de sus vecinos los camaleones, esta voladora camaleónica iba ascendiendo y alejándose de ese ojo intruso que poco a poco, se iba acercando cada vez más.

Tanto se acercó, que su figura se iba reflejando en el gran ojo que no dejaba de perseguirla.

Seguía sin inmutarse. Podía haber volado hasta el olivo más cercano. Pero si el gran ojo era curioso, nuestra protagonista no lo era menos. Escrutadora impenitente afrontó el reto sin pestañear; hasta que el gran ojo se alejó, dejando a nuestra protagonista muda sobre el tronco.

Poco le duró su mutismo, pues apenas se vio segura, volvió a tocar sus timbales y siguió estridulando alegremente, disfrutando del sol de la mañana y alegrando con su canto a los caminantes que ya comenzaban a frecuentar los senderos. 

Quizás haya saltado a la fama y ha conseguido el disco de platino, a la canción del verano que más ha sonado por los Acantilados. 

¡Y nosotros sin saberlo!!!


 

Bayón (Osyris lanceolata)













Este endemismo íbero-magrebí, homófono del gran dios egipcio, tiene su imperio por nuestros Acantilados. Tiene en común con su homónimo egipcio, en que roza la eternidad, por su adaptación a las condiciones adversas de sequía y calor del clima mediterráneo. Tal es así, que conforma con el algarrobo, el candil y la lavanda, el cuarteto bioindicador de éste clima. De otra forma sería complicado subsistir por estos lugares.

En nuestros Acantilados, es fácil de observar, sobre todo en las laderas más expuestas al sol, mostrándonos sus flores de marzo a septiembre.

Este arbusto semiparásito se aprovecha de las raíces de otras plantas, para poder resistir los largos veranos.

Sus frutos son unas bayas redondas de color anaranjado.

Aunque se está utilizando como planta ornamental, tiene también propiedades medicinales, sobre todo su corteza y raíces. También se utiliza su dura madera para tallado, y utensilios (sobre todo para morteros, clavijas…); así como combustible para abastecer, en épocas pasadas, las caleras próximas.

A pesar de su resistencia que roza lo saguntino, está considerada como ocasional a nivel regional, encontrándose incluida en la lista roja de la flora vascular de Andalucía categoría LC (preocupación menor). 


 

Celo 2021






















Noviembre, fiel a su cita anual, vuelve a comparecer por los Acantilados con su representación del Tenorio; con su rémora de avecillas que pasan el periodo invernal entre nosotros; y cómo no, con el cortejo nupcial de la cabra montés. Este año, como hecho importante digno de resaltar, noviembre ha descuidado su contribución de precipitaciones que pudieran aliviar la aridez de estos andurriales; por lo que la sensación de verano se ha alargado hasta diciembre. ¡Nefasta y fatídica sensación para los seres vivos de estos parajes!

 
A pesar de tan nefasto presagio para el desarrollo de un “Celo” regular, por todos los rincones se han sentido esas fragancias que durante el resto del año no se aprecian. Fragancias intensas, penetrantes, potentes y apasionadas. Fragancias que sólo unos pocos seres pueden interpretar. Fragancias que les removerán todo su ser;  y sin distinción,  de edades o jerarquías irán encaminadas a favorecer la transmisión de la carga genética a las futuras generaciones.

Todos los Acantilados se transforman en vías de comunicación aromáticas que utilizarán los ejemplares de las distintas zonas. Ejemplares que normalmente se mueven por una determinada zona; deambulan a cualquier hora del día siguiendo las estelas de los aromas que les van llegando. En ese peregrinar tropezarán de bruces con otros especímenes con su misma obligación. Irremediablemente las disputas están aseguradas. Los enfrentamientos se escucharán a kilómetros de distancia. Ha dado comienzo el “Celo” de la cabra.

Este año las disputas han sido más intensas pero más escasas, pues las hembras no han estado muy receptivas, quizás debido, a ese sensor interno con el que cuentan cuando detectan que las circunstancias no son las idóneas para traer nuevos retoños; por lo que las oportunidades de transmitir los genes han sido más limitadas en número y en el escaso tiempo que se ha tenido para tan importante acontecimiento.

¡Extraño y reducido “Celo”! Pero todo está siendo actualmente tan extraño, que este acontecimiento, no podía ser ajeno a tan inusual momento que vivimos.