El mirlo (Turdus merula)















Por lo cercano que es el mirlo, poco o mucho, depende lo que queramos contar, podemos decir de este pájaro tan singular. Presente prácticamente en todos los ambientes de nuestro alrededor: parques, calles, huertos, bosques, jardines,……. Y por supuesto, en nuestros Acantilados.


Su imagen completamente negra, hace que haya cierto recelo ante su presencia. No es de los pájaros más preciados; es tan habitual que apenas le damos importancia; o más bien, al considerarlo como “pájaro de mal agüero”, por su color;  mientras menos nos fijemos en él, más se alejarán de nosotros los malos augurios.


Es tan común y cotidiano, que no hay lugar ni hora del día, que no nos topemos con este ave tan sociable y descarada; y,  a la vez, escurridiza y desconfiada.


Siendo de las aves más cercanas que tenemos, es una de las más complicadas de fotografiar por su desconfianza absoluta. A cualquier movimiento o ruido sale disparada con su peculiar chillido de alarma. Da mil vueltas antes de hacer su aparición en un lugar abierto,; y, cuando siente o ve algo que no le “cuadra” huye despacio, pero no lejos, para volver otra vez al mismo lugar; y cuando el peligro es evidente, sale huyendo, tardando horas en volver al mismo lugar.

Pero cuando empiezas a “intimar” con su presencia, es una de las aves que más te cautivan por su inteligencia. Cada movimiento que realiza tiene un sentido. Cada canto que realiza tiene su significado preciso: su tono aflautado cuando se siente seguro y feliz; sus notas de llamada de atención a las crías; su cacareo acompasado cuando se va acercando a un lugar; y, su chillido agudo y desgarrado cuando es sorprendido o asustado por cualquier motivo.

Su tono negruzco tan característico, va cambiando con su edad y la época del año; y la luz del momento, juega también un papel importante, a la hora de mostrarnos todos los tonos con los que nos puede sorprender; cambiando nuestra percepción sobre el mirlo; y, el ave, que considerábamos común y sin encanto, nos va mostrando toda su belleza.

También en nuestros Acantilados es de las aves más frecuentes y habituales de ver por cualquiera de sus rincones. En los Acantilados es la “alarma” que alerta al resto de seres que conviven por esos parajes.

Por ello, cuando queráis acercaros a cualquiera de las especies que merodean por los Acantilados, tened cuidado de que no haya un mirlo cerca, porque todo el esfuerzo realizado habrá sido en vano.


¡¡¡¡Un año ya!!!! Un nuevo amanecer hacia las tinieblas…………
















Se cumple un año del comienzo del blog, principio y continuidad de otro anterior, que se cerró. Este nuevo blog, como comentaba en su primera entrada, quería mostrar un nuevo amanecer en los Acantilados, sin sospechar que más que amanecer, se nos abriría un periodo de tinieblas, más para los que deambulamos por los Acantilados, que para los Acantilados mismos.

Lo que iba a ser un diario, más o menos fiel, sobre la vida en estos parajes, se ha convertido en una revista de intermitente publicación.

A retazos hemos podido ir contando y sacando a la luz todo lo que estos Acantilados nos han ido ofreciendo a lo largo de este extraño año.

La primavera pasó fugaz como meteorito al entrar en contacto con la Tierra. Nos la tuvimos que imaginar desde nuestras viviendas.

Ha sido el verano la estación que más hemos podido disfrutar de sus encantos, pero en el fondo, es la más monótona a la hora de contemplar su diversidad. La ingente cantidad de bañistas que se han acercado a deleitarse de sus limpias playas, hace que todo lo demás, que nos pueden ofrecer los Acantilados, se vea relegado a huir de tan masiva presencia. Lo que es un paraje natural de alto valor ambiental, se transforma durante los meses de verano, en vulgares playas atiborradas de bañistas; y en un trajín de artilugios y embarcaciones diversos surcando sus aguas.

Del otoño, poco podemos decir. Éste es caprichoso e irregular. Nos visita cada equis años, sin una alternancia lógica. Pocas veces lo hemos visto; y este año no iba a ser una excepción.

El invierno imitó a su hermana Primavera; sentimos sus días gélidos, este año más que otros, desde las ventanas de nuestras habitaciones. Nos hubiera gustado sentir en nuestro rostro, el vientecillo helador de este invierno tan fuera de lo común. Comprobar sus presencia tan glacial por unos parajes que viven un verano casi constante. Parafraseando a los muertos de la canción; cuando se cumple un año desde que comenzó su andanza el Blog, nos hemos sentido: “En cautiverio, y no nos han dejado salir del cementerio”.

Mientras tanto, y a pesar de las difíciles situaciones vividas, la Naturaleza completó todo su ciclo en los Acantilados, sin la molesta presencia de cuantos nos acercamos por sus alrededores.






 

Palmito (Chamaerops humilis)














Conocí el Palmito, cuando comencé a recorrer la sierra de Nerja, acompañado de Miguel "Carrucho" (guarda de la Reserva de Caza), y atravesábamos los barrancos de la abrupta Almijara repleta de plantas de palmitos. ¡Qué gratos recuerdos!  ¡Descender desde el Almendrón hasta la cueva de la Zarabandija, y pasar la noche allí! ¡Subir hasta Masllanas y bajar por las laderas de Perruchino, por la "Colá de la Cornicabra hasta el comienzo de Cazadores, ya cerca de la Fuente del Esparto!
Fue Miguel "Carrucho" quien más me habló sobre esta planta: de cómo iban limpiándola hasta llegar al corazón tierno de la planta que era lo comestible; de la cantidad de palmitos que había pelado en su juventud y de la cantidad de gente que salían a la sierra al palmito, al esparto y a los caracoles.
Actualmente el "Palmito" es otra de las plantas relegadas, casi desconocidas de nuestros Acantilados, siendo la única palmera autóctona con la que cuenta nuestra Península. Es otra de las plantas, que tuvieron su época de esplendor, y que quedaron olvidadas durante muchos años.
Aunque el consumo de palmito se ha puesto de moda, se trata éste que consumimos, más industrial y de origen sudamericano. ¡Ya nadie sale a la sierra a coger palmitos!
Nunca comí palmitos en mi niñez, ni era tan conocido, como lo es en la actualidad.
Nuestro palmito está extendido por todos los Acantilados. Es difícil encontrar alguna ladera o barranco donde no esté presente. Sus largas hojas tan características, así como su tonalidad verde, se divisa fácilmente, en cualquier rincón. Por muy agostada que esté la tierra, resaltará ese tono verde oscuro del palmito. En algunas zonas, será el único verde que podamos divisar durante varios meses.
Su resistencia a la sequía roza lo épico. Podremos observar plantas mediterráneas, acostumbradas a largas sequías, que terminan sucumbiendo a algunos de estos periodos, pero todavía no he observado, alguna planta de palmito desecada por una larga sequía. 
Sus flores de color amarillento, nacen en ramas floríferas entre las ramas, y serán las que formen sus frutos: dátiles o "palmichis". Serán más redondos que los dátiles que conocemos, pero al igual que estos, cuando maduran tienen ese sabor áspero y dulzón que los caracteriza.
La cabra que tiene que padecer los rigores estivales de los Acantilados, igual que el palmito; tiene incorporada en su dieta los frutos del palmito. Ella no se ha dejado seducir por las modas, y continúa siendo fiel a la llamada atractiva del dulzor de sus frutos, contando en los Acantilados con tal fiel aliado, que les abastece de tan delicioso manjar.