Carbonero común (Parus major)













 Cuando el pinar parece entrar en el letargo del mediodía, nuestro protagonista se alza cual barítono, sobre el silencio cuasi sepulcral del momento. Es uno de los pajarillos, con un canto inolvidable.

Te bastará oírlo una sólo vez, para que sea difícil ignorar su trino.
- ¿Pajarillo del agua, lloverá pronto?
- ¡Tal vez, tal vez…..!

Es un ave muy sociable, que tolera muy bien la presencia humana. Eso dicen las guías sobre este avecilla, pero la realidad es que, fotografiarla en los Acantilados es tarea dificultosa, igual que el resto de especies. Nada de sociabilidad, al más mínimo movimiento, ha desaparecido de la escena, tan rápido y confiado como llegó.

Le gusta las acrobacias sobre ramas, hojas y frutos, lo que le da cierta plasticidad a las imágenes que se pueden captar de él. 
Su pechera amarilla y su enorme corbata que le recorre todo su vientre, hace que se distinga muy bien, desde cierta distancia. Esos tonos tan llamativos hacen que sea el pajarillo más representativo de nuestros pinares.

Pero no sólo habita los bosques, es común verlo en parques, jardines, setos y arboledas; y, es de los primeros en acudir a los comederos que suelen ponerse en esos lugares.
Los insectos son su dieta habitual, pero no desdeña frutas, semillas y frutos secos, por muy dura que éstos tengan la cáscara.

Aunque las ramas son sus posaderos habituales, no es nada extraordinario verlo corretear por el suelo, o encaramarse en una roca o piedra cercana.
En los Acantilados su presencia se limita a las manchas de pinos, que se dispersan por todas sus laderas, y los terrenos adyacentes a los pinares.
Por cualquiera de las sendas que recorren el Paraje Natural, si ponemos oído a los sonidos que nos rodean, nos regocijaremos con el canto de este amarillo y llamativo pajarillo.


 

La esparraguera (Asparagus acutifolius)













Cuando hemos hablado y hecho referencia a algunas de las plantas de nuestro alrededor; hemos aludido, como distinción de su importancia, al hambre que “quitaron a lo largo de la historia” (las épocas de miserias y hambrunas se han sucedido más de lo previsto por nuestra querida patria). Estas plantas fueron la mayoría de las veces el remedio para combatir esas épocas de carestías.


Pero, si hay alguna planta más significativa de ésas épocas, es la esparraguera.  La esparraguera hasta hace pocos años, incluso aún hoy en menor medida debido a las leyes irracionales que sobre su recolección existen, ha sido el buque insignia de los que  sin tener ningún ingreso, se han agarrado a esta planta como una forma de ingresos en su denostada economía casera.

Llegada la época, veíamos en las plazas, las calles, o arcenes de las carreteras, los vendedores de espárragos con sus manojos bien alineados y simétricos, ofreciendo su mercancía.

También su cultivo intensivo ha provocado que sea más cómoda su recolección y su introducción en los mercados; pero no por ello, las carencias y exiguas economías han desaparecido en esta época de tanta “intensividad”.

Esta planta cuan “ave fénix”, va renaciendo de sus propias cenizas, producidas por los prolongados periodos de sequía, que tanto abundan por nuestros parajes, y de los que nuestros Acantilados son un claro ejemplo.

Está esperando la esparraguera las primeras lluvias para darle color a sus tallos, que han lucido durante gran parte del año, ese tono amarillento, propio de la falta de lluvia. Poco a poco van saliéndoles esas hojas tan minúsculas que las cubrirán completamente, y que le darán todo su esplendor a la planta.

Pero si algo caracteriza a la esparraguera, son sus pinchos. Esos pinchos que te dejan marcadas las manos si osas arrancarle sus tan estimados brotes, y de los que podemos dar fe, aquellos que hemos tenido la afición, no necesidad, de recolectarlos.

Esta misma esparraguera se haya dispersa en gran cantidad por los rincones de nuestros Acantilados, sobre todo en los parajes donde el sol no es tan intenso. Actualmente es la cabra, quien da cuenta de sus brotes. Ya no se ven personas rebuscando entre sus espinosos tallos. Ahora, las hileras bien ordenadas de senderistas que recorren sus veredas, pasan la mayoría de las veces sin reconocer a tan distinguida planta. Todo un gran error. Estamos saturados de información sobre plantas y animales lejanos, y qué poco conocemos las especies cercanas.

…..”¡espárragos, caracoles, tagarninas de la sierra!
a manojitos los niños venden, por la carretera.                   

                                                   Carlos Cano



 

Las carreteras













 Las carreteras se han extendidos como plaga de procesionarias por nuestros Acantilados. 

Autovía. Carreteras secundarias que fueron anteriormente nacionales. Nacionales actuales. Carriles asfaltados, o sin asfaltar, que acceden a playas, urbanizaciones, fincas de frutos tropicales, casas particulares, etc, etc……. Todas forman una red intrincada de arterias que recorren nuestros Acantilados.
En este galimatías comunicativo, se desenvuelve con mayor o menor éxito la cabra por estos parajes. 
Hasta el momento, no han presentado estos animales, reclamación alguna, por apropiación indebida, por parte del ser humano, de terrenos comunales utilizados desde la Prehistoria.
No es difícil encontrar comiendo o sesteando junto a alguna carretera,  o cruzando por unas de estas vías, a cualquier grupo de cabras a cualquier hora del día.
Desde que entramos en terrenos del Paraje Natural, los carteles indicando precaución por la presencia de estos animales, son bastante numerosos; así como los carteles que nos indican la reducción de velocidad, incluso en algunos tramos de la autovía.
Pero normalmente perdemos de vista, de que estamos hablando de animales salvajes; no sujetos a horarios ni a delimitaciones espaciales. 
Siempre se han desenvuelto con audaz soltura por los terrenos que conforman tanto el paraje Natural, como todas las zonas aledañas a lo declarado de interés naturalístico; por lo que, las carreteras sean de la índole que sean, no son obstáculos para estos ungulados; de ahí que no sea extraño, toparnos con algunos ejemplares en cualquiera de las carreteras que transcurren tanto dentro del Paraje Natural como por su periferia.  
Este deambular de la cabra, como Pedro por su casa, por las distintas vías; se está aprovechando para crear cierta alarma, sobre el peligro de accidentes que pueden provocar estos animales.
Alguien que lleva varios años casi ininterrumpidamente moviéndose por estos parajes; piensa que hay muchas más causas que pueden provocar accidentes por estos parajes, que los debidos al aumento de la población de cabras.
La masificación de visitantes sería la principal de las causas: autobuses repletos de senderistas; los motoristas emulando a sus estrellas de las dos ruedas; los pelotones de ciclistas durante el fin de semana; los millares de bañistas aparcando sus coches junto a las carreteras,  que dan acceso a las distintas calas y playas que dan belleza y fama a estos Acantilados.
Si todo eso lo metemos en una coctelera: red intrincada de carreteras y carriles, población de ungulados, ciclistas, motoristas, senderistas, bañistas, …. el combinado resultante sería más bien un harakiri que un daiquiri.
Por todo ello, no se debería culpar únicamente a la cabra, que debemos pensar siempre, que es “un animal salvaje”, como el principal generador de accidentes. No debemos caer en la propaganda fácil, de que su eliminación o control, sería beneficioso para la seguridad de las personas. Sería una simple excusa para encubrir otros problemas y otros intereses relacionados con los Acantilados.
Sólo he contemplado hasta el momento accidentes de motos. Ninguno de ellos,  producido por la colisión con ningún animal. 
Disfrutemos la oportunidad que nos ofrecen el poder adentrarnos en estos Acantilados por las distintas vías de comunicación, y poder detenernos a contemplar cada cierta distancia, del magnífico paisaje que se abre ante nosotros; observando las distintas especies de animales que pueblan sus rincones, en plena libertad.