¿Quién nos robó la primavera?


















Era difícil de imaginar que pasará ante nuestros ojos una estación tan alabada y festejada como la Primavera, y que no pudiéramos disfrutarla en todo su esplendor, por imperativos legales. 

No ha sido un accidente que te ha dejado postrado y convaleciente. No ha sido una larga enfermedad que requiere de un largo tratamiento para su cura, la que te ha apartado de su contemplación. No ha sido un largo viaje a nuestras Antípodas.

Un ser insignificante, microscópico, desconocido, con nombre de mascota olímpica, ha sido el que ha podido contra todos los sistemas, órganos y células de nuestro cuerpo, de nuestra sociedad y de nuestra civilización; el que ha decretado que la Primavera cruzaría antes nosotros sin olerla, tocarla, sentirla……. Sólo imágenes atropelladas y fugaces hemos tenido de su presencia.

Nada podemos decir de esta Primavera en nuestros Acantilados; quedan lejanos, para que podamos siquiera otear señal alguna de cambio. No tenemos imágenes de su comparecencia por los Acantilados. Ni imágenes visuales ni fotográficas. Han sido sesgadas de nuestra visión. Todo lo que podremos vislumbrar de la misma será a base de conjeturas.

Nuestra imaginación ha realizado, no sin un gran esfuerzo, una composición con todas las visiones de las anteriores primaveras vividas, y en ese estado de semiinsomnio, de semicerteza; ha ido creando la Primavera, que se ha ido filtrando entre nosotros.

Nuestra mente ha ido recreando la explosión y el ajetreo de las nuevas vidas que han surgido por todos los rincones. 

Ha reproducido la partida de los invernantes, que han ido regresando escalonadamente (cuánta actualidad está adquiriendo esta palabras) a sus cuarteles de verano. 

Ha imaginado la llegada de los individuos estivales, que han elegido, algunos por primera vez, otros repitiendo año tras año, nuestros Acantilados para tomar posesión y construir, el lugar donde traerán al mundo esa nueva generación. 

Nuestra mente ha ido recuperando las imágenes de la cabra trepando por los riscos más escarpados, enseñando las primeras vistas de los Acantilados, a su nuevo retoño.

Se nos han ido entremezclando, a modo de ensoñación psicotrópica, trazos coloristas que a medida que se han ido definiendo con mayor nitidez, se han convertido en toda la gama cromática de plantas que han surgido en esta primavera lluviosa. ¡Sí, y para más inri, la primavera ha sido lluviosa! ¡Con las de primaveras secas que llevamos pasadas! 

¡Pues ésta ha sido lluviosa!

Como diente, de ese gran engranaje universal que es la Tierra; ha seguido su curso ineludiblemente la Primavera este año, más exuberante que años pasados, pero ha sido sólo un espejismo ante nuestros ojos;  y nuestra mente, sólo ha podido componer un plagio, lo más fiel posible, de lo que ha supuesto esta Primavera.


Adaptación















Esta palabra es la que mejor define, lo que la cabra ha tenido que evolucionar para sobrevivir en este medio. Su acomodamiento a este entorno tan hostil, le ha permitido aumentar su población a pesar de los peligros y presiones a los que se ve sometida continuamente.
La escasez de alimentos en terminadas épocas; las dificultades para encontrar esa fuente de agua que mitigue la sed durante el sempiterno verano que se cierne sobre estos Acantilados; han hecho que la cabra haya tenido que buscar, en el interior de las fincas y casas que se encuentran dentro y en la periferia del Paraje Natural, el sustento que tan difícil se le hace de encontrar de forma natural.
Idealizadas las andanzas y piruetas de las cabras por las altas y peligrosas cumbres de nuestras montañas; en nuestros Acantilados, esa idea queda relegada a la contemplación de las mismas, por terrenos menos bucólicos y habituales de esta especie.
En los Acantilados es más fácil, encontrar los ejemplares de cabra merodeando cualquier edificación, que asomadas a los imponentes acantilados que caen hasta el mar.
Para ellas no hay obstáculos en su búsqueda de alimento o de agua. Las vallas que marcan el perímetro de las propiedades, son vanos impedimentos para conseguir lo que quieren.
Tanto ejemplares adultos, como jóvenes, son excelentes saltadores de altura, y cuando la altura de las vallas les impiden batir algún récord o plusmarca; la salvan excavando por debajo de las mismas, unos pasos por donde entrar en la propiedad.
Muchas de las casas que existen en los Acantilados son principalmente la segunda residencia; por lo que sus inquilinos pasan cortas temporadas en las mismas. Entonces, es la cabra la que como "okupa" legal de esos territorios, se adueña y toma posesión de jardines, piscinas, cenadores.......disfrutando de las comodidades que los propietarios han diseñado en sus propiedades.
Por ello no es nada habitual ver los rebaños de cabra dentro de los perímetros vallados de las casas.
Esta cabra más que tirar para el monte, ha vuelto sus pasos hacia las comodidades que les proporciona la civilización.

El Gallico del campo…. (Upupa epops)














Su cresta y sus llamativos colores durante el vuelo, nos anuncia que estamos ante un ave distinta a las que solemos ver, por estas tierras. Aunque la conocía, y su presencia siempre ha estado presente en mi retina, desde que iba a buscar espárragos por los alrededores de mi ciudad, allá por finales de los sesenta y comienzo de los setenta; la conocía, como el “gallico del campo”.
Este “gallico”,  es el único representante europeo de un orden de aves tropicales, las bucerótidas: tocos, calaos… 
Por ello, no podía ser de otra manera, y, qué mejor lugar para elegir, que esta Costa Tropical, donde pasar algunos mesecillos alejado del sopor del verdadero trópico. 
Difiere enormemente de las restantes aves de su orden, no sólo por su hábitat, sino también por su comportamiento y muchas otras peculiaridades.
Pájaro estival, nos dejará en septiembre para reunirse con sus parientes tropicales, allá por tierras africanas.
Le encanta los árboles viejos donde construir sus nidos; y, de esos ejemplares, están nuestros Acantilados repletos: viejos olivos perdidos entre pinos; algarrobos doblando la testuz ante las constantes sequías….. Todos ellos aprovechados por esta llamativa ave. 
Todos les sirven de atalaya donde desplegar su sonoro canto, más cercano al reclamo de un búho que al alegre gorjeo de un ave tropical.
A veces un fuerte resoplido nos llamará la atención cuando nos damos un paseo por estos parajes, y la falta de costumbre en su escucha no hará pasar desapercibida a su autora, que con su rápido vuelo, pondrá terreno de por medio, buscando la seguridad de una nueva rama.
Irá escrutando cada centímetro de tierra para conseguir esa larva con la que alimentarse y sacar adelante sus crías. Es de las pocas especies que contamos en estos Acantilados para combatir la “procesionaria”, pues son las larvas de esta temible plaga, su preferida en el menú; y durante la época de cría la veremos llegar al nido con su larva correspondiente. Acción que se repetirá una y otra vez, hasta que los pollos puedan valerse por sí mismos.
La abubilla es de esos veraneantes, cual “rara avis”,  que al contrario que la mayoría de especies, viene del Sur para pasar el verano.