Primavera de setas













El tan cacareado cambio climático también se deja asomar por estos Acantilados. Después de tener un otoño e invierno muy secos, con la llegada de la primavera, las lluvias parecen haber hecho una parada por estas latitudes. Con ellas, lo que se estaba convirtiendo en una antesala del desierto, ha vuelto a teñirse de los colores tropicales propios del adjetivo que acompaña a todos los eslóganes con los que lanzamos, a los cuatro vientos del sector turístico, las bonanzas de nuestra costa. A la par que vamos camino de vislumbrar el apogeo de la selva por doquier, después de tan esperado maná líquido; los primeros que nos indican que la selva tropical se va a apoderar de nuestros Acantilados, son los hongos.

Todos los que no aparecieron durante el semiotoño que contemplamos por aquí, han hecho acto de presencia al comienzo de la primavera. 
Sus esporas, que presagiaban su exterminio por estos lares, ante la cercana presencia del desierto; han sacado toda su resistencia a la desecación  para hacerse visibles nuevamente por los pequeños bosques de estos Acantilados.
Los micelios se han puesto mano a la obra, y cual traíñas del importante puerto cercano, han lanzado sus redes por las hojarascas desecadas de los terrenos boscosos y han ido apareciendo, por aquí y por allí, los distintos ejemplares de hongos.

Los regordetes boletus se han ido abriendo camino entre las agujas de los pino, y los pinares se han visto salpicados de tan alegres y vistosos seres. Clitocibes de delgados pies se elevan sobre la hojarasca circundante. Los blancos champiñones han ido surgiendo aquí y allá invitándonos a su recolección; algunos tentándonos a probarlos in situ; pero ojo avizor a tan insinuante tentativa, desestimamos tan grata ofrenda. Peligrosas amanitas disfrazadas de champiñones han desplegado su gran sombrero a los cuatro vientos de los Acantilados. Lepiotas fatídicas de voluptuosa forma, se mostraban en todo su esplendor junto al arroyo cercano. Cuesco de lobo ya pasado, lanzaba sus esporas al más mínimo contacto.

Por unas semanas volveremos a sentir la cercanía del trópico. El verde se habrá esparcido por doquier. Las lluvias habrán operado tan milagrosa visión; pero habrá sido una fugaz visión, un ensueño, por que pasaremos sin solución de continuidad al tórrido verano que como nos tiene acostumbrado se quedará una larguísima temporada entre nosotros.


 

De procesión diaria (Thaumetopoea pityocampa)













Han comenzado su preocupante procesión con la llegada de temperaturas más benignas. ¡Es momento de procesiones! Todo está preparado en los Acantilados para que estas peregrinaciones den rienda suelta a sus recorridos penitenciales. Cualquier lugar es inmejorable para ser utilizado por estos espinosos penitentes, en su deambular hacia un refugio bajo tierra donde poder crisalidar. 

Blandiendo sus espinosos enseres, se van descolgando de sus refugios sedosos,  invadiendo todos los rincones de los Acantilados. No hay lugar por los que no transiten. Carreteras, rocas, vallas, paredes, sendas, etc. serán tomadas por estas insignes y reales cofradías de la urticaria. Andar por estos parajes, atestados cual “Campana” en la “madrugá”, se hace peligroso, por la presencia de estas hermandades penitentes vesicantes.

Al sigilo de poder ver y observar las distintas especies, se une la precaución de no rozar o posarte, por descuido, sobre alguna de estas congregaciones que te harán terminar prematuramente tu jornada lúdica por estos Acantilados. Aunque los grupos de senderistas se esfuerzan en romper una y otra vez, cuantas “pasos” se van cruzando en su caminar; el número crece exponencialmente de una primavera a otra. 

Los pinares lucen cada vez en mayor número, los estandartes blancos sedosos de sus bolsas en sus ramas. Los hay de todos los tamaños, y si te acercas, eso sí, a no muy poca distancia (pues tienen la facultad de lanzar sus dardos urticantes a cierta distancia) puedes observar el ajetreo de cuerpos enrollados alrededor del “paso” que conforman sus nidos.

Son una peligrosa “cofradía” que se va extiendo de año en año, y que han provocado llamadas de alarmas por todas las redes sociales sobre sus riesgos.

Estamos en Cuaresma, tiempo de procesiones y hermandades, y la oruga del pino fiel a este periodo, hace su estación de penitencia; del esmero que tengamos en conservar nuestro entorno y de no exterminar con productos tóxicos las distintas especies de aves que pueden hacer frente a estas cofradías, dependerá que alarguen su “carrera oficial”, por los Acantilados.


 

Contraluz













Contraluz, es desobedecer la norma básica de la fotografía: “la fuente de luz debe estar detrás de nosotros, para que el objeto a fotografiar esté bien iluminado”. 

Con esta técnica, hacemos justo todo lo contrario de lo que nos dictan las normas fotográficas. Ponemos delante de nosotros el foco de luz, para que nos inunde, nos ciegue y martillee el objetivo y el sensor, saturándolos de luz. Entonces, por arte de magia lumínica aparecen siluetas y perfiles; se acentúa líneas y formas. Se marcan contornos que con una correcta luminosidad se pierden o entremezclan con los fondos. Los colores se difuminan, se van degradando en matices imposibles, en reflejos de superficie que correctamente iluminadas nos parecerían monótonas.

Las miradas y los gestos desaparecen; las expresiones de tranquilidad, estrés, sufrimiento, admiración o miedo ante el encuentro imprevisto, quedan ocultadas por la falta de luz. 
Por contra, cada rama, cada tallo, cada hoja cobran protagonismo en la imagen, tienen su parte importante en el encuadre, resaltan en el espacio caótico de la frondosidad de la escena.

Dependiendo de la hora del día, el contraluz se llena de matices lumínicos y coloristas, pero manteniendo contornos bien delimitados, resaltando figuras sobre fondos resplandecientes.
Mediante esta técnica y con un solo clic, obramos quizás el mayor milagro que podemos hacer en una imagen; transformar en dos tonos, blanco y negro, todo el firmamento colorista que aparece por el visor de la cámara. Desaparecen los verdes, marrones, azules, violetas, rojos,….. Todas las gamas y matices de colores se confunden, se “deconstruyen” en tonos.
El blanco, presencia de todos los colores. Ausencia de luz, el negro. ¡ Vaya paradoja! 
¡Más simplicidad imposible!

Una foto a contraluz nos hace sentir como si estuviésemos dentro de la escena misma; trasmitiéndonos una percepción de contraste, naturalidad, sosiego y tranquilidad….. sencillamente, lo que es la Naturaleza.