Enfermedades















Como suele ocurrir con cualquier ser vivo, todo ser, está expuesto a una serie de enfermedades propias de su especie. Cuando la especie en cuestión tiene una densidad de población considerable, y además, no hay ningún tipo de control (por lo menos que sepamos) para combatir los posibles brotes de afecciones que se puedan dar, como es el caso que nos ocupa en los Acantilados, la situación puede llegar a ser bastante preocupante. 

En entradas anteriores, hemos aludido, que la principal causa de muerte de cabra en los Acantilados, ha sido la ingestión involuntaria de plomo (para ser más exactos diríamos también de estaño y antimonio, que es de lo que se hacen las balas actuales). Bastantes años se lleva produciendo, esta afección y pocas son las medidas que se han tomado; más allá de un incremento de la vigilancia cuando la noticia salía por los medios de comunicación, a la luz pública.

Pero llevamos observando, que no sólo de una ingestión de plomo desparecen individuos en la zona, otros tipos de afecciones y dolencias merman el número de ejemplares. Cada vez aparecen más ejemplares con bultos en la zona de la cara, con boqueras que nos les permiten comer bien, con ojos ulcerosos y para colmo, últimamente se están encontrado animales muertos, previsiblemente debido al brote de lengua azul que ha surgido en la provincia. Decimos previsiblemente, porque no podemos confirmarlo con rotundidad, como tampoco podemos confirmar, que se hayan tomado medidas para los otros tipos de afecciones. La incidencia, de este presumible brote, lo podremos constatar con más rigurosidad cuando llegue la cercana época de celo, donde en las manadas se agruparán todos los ejemplares de todas las edades, y podremos comprobar in situ, cual ha sido su repercusión en la cabaña de la cabra montés.

Pienso que la política de conservación del Paraje, pasa por un “ laissez faire, laissez passer”, tan de moda en todos los aspectos, en los tiempos actuales. Pero todos sabemos que cuando no intervenimos en ciertas cuestiones, otros intervendrán por nosotros, para provecho propio. Si no se actúa, sobre los problemas que afectan a la población de cabra, furtivos y enfermedades lo harán por nosotros. No podemos seguir escondiendo la cabeza bajo tierra como los avestruces, y dejar que la población de cabra se autorregule en el Paraje, porque esa autorregulación siempre llegará en forma de catástrofe, por la densidad de la especie. No podemos dejar que la población alcance unos picos considerables de individuos, y que igualmente, vayan apareciendo animales muertos por todos lados, como consecuencia de no llevar a cabo una gestión acorde a la figura de protección que el Paraje requiere.

Si hay algo que haga singular a este Paraje de paisajes y calas idílicas, es poder contemplar, a un animal como es la cabra montés, asociada a riscos, paredes y alta montaña, deambular y pasear como un turista más por sus playas y calas.

Curioso y perspicaz caminante, que te adentras por estos territorios. Malos tiempos se entrevén para poder tener esa imagen de la cabra; esperemos que todo sea fruto de una ensoñación, y que en tus paseos, nada haya cambiado de la realidad que sobre los Acantilados tenemos.





 

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