Las cigüeñas negras (Ciconia nigra)













Pasear asiduamente por los Acantilados, te depara algunas veces, alguna que otra grata sorpresa. Quizás no fuese el día más indicado, o sí, pues la víspera había sido inusual por estas tierras, y las tormentas y terremotos se habían presentado sin nadie esperarlos. También nuestros ilustres visitantes, quisieron obsequiarnos con su contemplación. ¡Pues tampoco eran esperados!

Con las primeras luces algo tenebrosas, debido a la lluvia que caía a intervalos, y las vísperas tan extraordinarias, no nos dimos cuenta, que encima de la Torre  había cuatro siluetas que se recortaban sobre el mar. Hizo falta que se iluminara algo más la mañana para que pudiésemos averiguar que aquellas siluetas no formaban parte del perfil habitual de la Torre. Tras sacar nuestros prismáticos salimos de duda sobre dicha visión. En principio no eran gaviotas, por otro lado, hubiese sido lo más común. Podían ser garzas reales que tanto gustan de pasearse y sobrevolar nuestros Acantilados. Aunque su fisonomía se asemejaba a las de las “ardeas”, tampoco eran garzas. 

Atónitos fuimos descubriendo que aquellas siluetas eran, ni más ni menos, que cigüeñas. En principio pensamos que serían comunes, pero al observarlas más detenidamente no dimos cuenta, para nuestro asombro, de que eran negras (políticamente más correcto de “color”).
¡Cigüeñas negras por nuestros Acantilados! Esta zancuda catalogada de esquiva, muy localizada en su hábitat habitual, se izaba para que pudiésemos observarlas y fotografiarlas a placer, sobre una de las torres más emblemáticas de nuestros Acantilados.

Posiblemente confundieran la maravillosa Torre sobre la que se erguían, con uno de sus roquedales interiores, que suelen frecuentar; o sencillamente, quisieran conocer más mundo, y tuvieran referencia de nuestros Acantilados como uno de los lugares que no debían dejar de conocer.
¡Por que no creer que los rankings también han llegado al mundo avícola!

Poco a poco nos fuimos acercando, sin molestar ni asustar a tan extraños visitantes, para dejar constancia de tan regia visita.  En todo momento, supieron estar a la altura de las circunstancias; dejando constancia de su desenvoltura ante las cámaras. 
Tras posar como verdaderas “celebrities”, y nosotros dándonos satisfechos de tan provechosa sesión; nos fuimos con nuestras cámaras a otra parte, no sin antes desearles una feliz estancia entre nosotros a tan inhabituales turistas.

Dejémonos de teorías bucólicas (no están los tiempos para exigir arcadias ni bucolismos), y pensemos, que la Torre era el punto más cercano al mar, desde el que debían dar el último vuelo para atravesar el Mediterráneo y llegar a las costas africanas de Marruecos, y por destripar aún más tan bucólica teoría, de que se trataban de ejemplares jóvenes aun no muy duchos en el manejo aéreo, y que cansados y agotados en su primera travesía, estaban descansando para reponer fuerzas y superar este último escollo; y nosotros, tuvimos la tremenda fortuna, de salir un día con pronósticos de intensas lluvias y encontrarnos con tan extraños visitantes.


 

Ficus carica: la higuera













Muchos son los recuerdos y vivencias que podríamos escribir sobre la higuera. Sobre sus bondades y sobre el aprovechamiento de sus frutos, tanto al natural como secos. 

Nuestra tierra sin llegar a un cultivo extensivo de la la higuera, ha sido tierra de higueras; y éstas han tenido su importante papel en la vida de las personas de esta comarca.
Esta planta con millones de años a sus espaldas sobreviviendo sin y entre nosotros: como parasol de profeta; socorrido taparrabos de los primeros progenitores; como alimento de faraones para su alma durante el viaje a la otra vida. ¡Cómo no iba a estar presente en nuestros Acantilados.!  ¡¡¡Es que no podía faltar!!!

Hasta el mismo Jesucristo la maldijo porque no le dio sus frutos cuando se llegó para cogerlos. ¿ Y si no era la época? ¡¡¡¡ Pobre higuera, qué culpa tenía!!! Ahí venía que ni pintiparado otro milagro: conseguir que diera frutos aunque no era el tiempo.
Quizás ese hubiese sido el espaldarazo definitivo para glorificar este árbol fantástico, y no para maldecirlo. 

Las higueras que sobreviven por estos Acantilados tienen una vida más terrenal, más prosaica. Hermosas y robustas las que han tenido la posibilidad de estar cuidadas; estériles, escuchimizadas y acartonadas las que han sido dejadas a su suerte. Por estos parajes, aunque busques la suerte es complicado encontrarla; sobre todo en forma de agua que pueda saciar tu sed, o manantial que se filtre hasta tus raíces.
Pero a pesar de que hay más higueras acartonadas que robustas y sanas; éstas últimas tienen la humildad de olvidarse de que alguna vez, dieron sombra a profetas ilustres; y,  extienden su larga o ancha sombra a cuantos seres vienen a socorrerse del agobiante calor que se deja caer por estos parajes.

Igualmente ofrece sus modestos frutos a la fauna que conforma estos Acantilados, y que se acercan por sus alrededores para comprobar que no los han enterrados todos con los faraones para su largo periplo de ultratumba. Algunos escondidos quedaron entre sus grandes hojas o esparcidos por el suelo, y serán los que, esta vez sí, en su tiempo, quiten la penuria de cuantas cabras, pajarillos, ratas y hasta de algún caminante, osen acercarse hasta sus inmediaciones.

Este árbol, al igual, que los comentados en entradas anteriores, sobrevive a duras penas por estos angostos Acantilados.


 

Impasse













Ya son dos los incendios que se han producido en la perisferia de los Acantilados en poco tiempo. No contentos con la sequía que asola estos parajes, los incendios quieren tomar protagonismo por estos lares. Peligroso binomio sequía-incendio el que se está produciendo en tan frágil y estrecha franja. 

¡Es lo que le faltaba a los Acantilados! ¡Ya sólo faltaría el despertar de algún volcán milenario dormido entre los montes cercanos!

Poco tiempo después de las primeras luces, una pequeña nube negra fue apareciendo por poniente. El pueblo cercano, asomado a su famoso balcón, resplandeciente con las primeras luces de la mañana, fue desdibujándose poco a poco tapado por una nube densa y negruzca. El viento, hasta entonces dormido, fue desperezándose y poco a poco fue insuflando aliento a la nubecilla que iba adentrándose en el mar cual estela de traiña; pero henchida por el bóreas implacable se fue convirtiendo, poco a poco, en estela de inmenso trasatlántico. Toda la zona costera quedó envuelta por la nube negra, dirigida por el viento hacia el inmenso mar. Empezaron a sobrevolar la zona varios helicópteros para sofocar tan preocupante siniestro. A las pocas horas la nube amenazante fue remitiendo, hasta quedar en una estela removida a su capricho por el cada vez mas fuerte viento. Casi un día se ha tardado en dar como sofocado este siniestro.

Todo quedó en un susto, no sólo porque se hubiesen visto afectado el Paraje Natural y el Parque Natural cercanos, sino también porque la zona es muy frecuentada por senderistas; y cabía la posibilidad de que algunos se vieran sorprendidos por tan repentino desastre. Afortunadamente no hubo que lamentar ningún tipo de desgracia, ni medioambiental ni personales. Sólo se vieron afectados invernaderos y zona de cultivos de aguacates y chirimoyas.

Esperemos que se haya producido por un auténtico accidente o descuido, que no sobrevuele la duda de oscuros intereses a la sombra de grandes proyectos urbanísticos. 

Se siguen investigando las causas…………impasse.


 

La lluvia













Hoy me he levantado más temprano que nunca. No he querido perderme el espectáculo de ver la lluvia en los Acantilados. ¡Tan ansiadas lluvias! 

Después de tanto tiempo, sin caer una gota, y de haber puesto la climatología a prueba a todos los seres vivos de los Acantilados; aunque me cale hasta los huesos, será un momento que por nada quiero perderme. 

Antes del amanecer me sitúo en un palco natural que me permite divisar el incesante movimiento de las nubes por el horizonte. 

Las nubes que fueron apareciendo en la tarde de ayer por poniente, van cubriendo completamente los cielos; envolviendo la imponente bahía natural que tengo a mis pies; y desde el mar, van tapizando las montañas que hacen de telón de fondo a estos Acantilados. Las cumbres cercanas van lentamente desapareciendo, envueltas en un enjambre y remolino de nubes. 

El mar, negro como boca de lobo a mi llegada, conforme se acrecienta la luz del día, va adquiriendo distintas tonalidades de grises; surcado por franjas blancas, diminutas de las crestas de las olas, y por líneas centelleantes de los rayos de sol, que se han abierto paso entre las nubes. Tampoco el sol ha querido perderse el espectáculo, a pesar de que durante un largo período de tiempo, pasará a un segundo plano, ocultado por esas densas nubes que se avecinan. 
El mar se ha convertido en un lienzo donde observar la gama más amplia de grises, reflejo de los tonos que las nubes en su deambular les van dando.

Las nubes vienen acompañadas de ese vientecillo fresco y húmedo que nos azota la cara, y del que disfrutamos intensamente. Vemos acercarse esa cortina gris que nos anuncia las gotas de lluvia.

Cerramos los ojos y nos dejamos acariciar por esa fragancia húmeda que ya habíamos olvidado, pero que muy pronto hemos recuperado de nuestro acervo aromático. 
Sí, por fin está lloviendo, y lo que nos llega es la fragancia a tierra e hierba húmeda. Lo que ha empezado con una ligera llovizna, se convierte en fuerte aguacero; y poco a poco se va cerrando la visibilidad a nuestro alrededor. 

La cabra, que lleva esperando esta lluvia como agua de mayo (en noviembre), continúa con su ajetreo diario, viéndolas disfrutar de las primeras gotas que les anuncian tan ansiado cambio. No han querido perderse este acontecimiento. Conforme arrecie la lluvia, buscará cobijo en las grietas y covachas esparcidas a lo largo y ancho de estos Acantilados.


 

Días extraños













Hoy ha sido uno de esos días extraños que te ofrece de vez en cuando la Naturaleza.

La mayoría de los días vuelves a casa sin haber observado, ninguna de las especies que normalmente estás acostumbrado a ver; y si has visto alguna, ha sido a gran distancia. Te vuelves a casa con la sensación de que han desaparecidos todos los animales que viven o habitan de forma estacional en los Acantilados; y que,  por desconocidas razones, piensas que han emigrado a lugares más confortables. ¡ Ya es raro encontrar un lugar más confortable!

Hoy ha sido todo diferente. Hoy ha sido uno de esos días donde los animales se han mostrado más cercanos; donde cautelosamente, eso sí, puedes disfrutar de su observación a distancias más cortas de las habituales, y donde puedes estar horas y horas contemplando su quehacer diario sin alteraciones. 

Puedes escuchar sonidos que habitualmente no suele escuchar: los estornudos; las llamadas amorosas; los berridos de los más pequeños; los chasquidos de los espartos al ser cortados con la boca; los sonidos del rumiar la hierba,……….

Te llegan todos los aromas y fragancias que no estás habituado a sentir, y que en un primer momento no sabes discernir de qué se trata, pero poco a poco, cuando has educado tu olfato al ambiente donde te vas moviendo, los vas reconociendo.

Volvemos a reconocer aromas perdidos, que teníamos grabados en nuestro acervo sensorial, y que fueron desgraciadamente desapareciendo, de nuestro disco duro olfativo.

Es tal la tranquilidad y el sosiego que se respira en el ambiente, que incluso, cuando el cansancio les puede a los animales, se tienden a dormir a “pata suelta”, sin importarles que se encuentra un intruso cerca. Tan cerca, que se saltan incomprensiblemente todas las distancias de seguridad que normalmente suelen guardar a rajatabla.

Estos días son los que más aprendo de la Naturaleza, donde más sentido le encuentro a lo que es vivir en consonancia con la Naturaleza; donde se muestra a simple vista, las cuatro, no hay más, normas fundamentales que rigen para vivir en armonía con la Naturaleza, sin llegar a agredirla salvajemente.

Intento captar con la cámara esos momentos únicos vividos; pero las fotos resultantes, aunque puedan tener una gran belleza y transmitan parte del momento vivido; nunca llegan a plasmar ese ambiente mágico, que te ha ofrecido la Naturaleza.