El ciclo de la vida: “Vejez”













La mirada perdida, el andar lento, la economía en los movimientos, la inapetencia, la soledad, ……son los primeros síntomas de que la vejez se va acomodando junto a nosotros.

Nuestro protagonista hace tiempo que siente su compañía en su deambular por estos Acantilados. La vejez se ha hecho la fiel compañera de quien ha sufrido todos los rigores de la Naturaleza a lo largo de su vida por estos lugares. Nuestro protagonista ha vivido lo suficiente como para advertir la transformación de estos Acantilados, su masificación y  degradación. 

Las vivencias de las primeras carreras de un retoño descubriendo estos parajes bajo la atenta mirada de una madre, se le mezclan con las mismas carreras dadas, perseguido por ese can que deambula por delante de un dueño que considera que los Acantilados son el lugar ideal para el esparcimiento de su mascota.
El sabor de la primera leche arrancada a la ubre de su progenitora, se le  diluye recordando los mordiscos dados a ese esparto seco y áspero del verano.
Le cuesta recordar  la visión del primer día alejado de la manada protectora. El abandono del grupo protector. Sus andanzas ya con los congéneres de su mismo sexo. Sus primeras enseñanzas aprendidas de un macho que tendría la edad que ahora tiene, y que le fueron  imprescindibles para llegar a la senectud de la que ahora disfruta.
Intenta recordar sus primeros combates para cubrir la hembra deseada; pero se le entremezclan con los realizados con los jóvenes de su misma edad, como simple juego de adolescentes imitando los combates más serios que tendrán que realizar de adultos. Sus temores son ahora, el miedo a no ser capaz de luchar para hacerse respetar por sus iguales y transmitir sus genes a las próximas generaciones.

Tampoco tiene ya una visión exacta del primer retoño que nació con sus genes, con esos rasgos y caracteres con los que identificarse.
El ineludible paso del tiempo nos persigue a todos, a ese olmo hendido por el rayo, a ese edificio carcomido por la aluminosis, a ese cerebro trastornado por el Alzheimer……. Solo el infinito es perdurable, todo lo demás es perecedero.

Nuestro protagonista hace tiempo que nos dejó. Sus paseos cada vez fueron haciéndose más cortos y rutinarios. Buscó refugio junto a una de las vallas que rodean los chalets que han crecido por estos parajes. Apenas tenía fuerza para desplazarse y poder comer. Su figura se fue volviendo cada vez más enclenque y esquelética. Una llamada aceleró el proceso. Sin estar aún en vigor, se le aplicó la ley de la eutanasia, pero animal. ¡Cuánto lo agradeció!


¡Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y siento!       
(José Saramago)


 

Briza maxima













Esta pequeña planta es una fiel indicadora de lo que son nuestros Acantilados: terrenos áridos barridos por vientos y agostados por un sol abrasador. Es una planta que crece en estas condiciones tan adversas, en herbazales donde las plantas que la rodean tienen la misma habilidad de subsistir en estas situaciones pobres de humedad; y, nuestros Acantilados, son un paradigma de estas condiciones. 

Debe su nombre de Briza, a que en  todas las plantas de este género, sus espiguillas se mueven y tiemblan con la más leve brisa de aire. Lo que es un espectáculo poder observarlas, mecerse por la brisa; por contra, nos pone en todo un brete cada vez que queremos fotografiarla. Sólo en días calmos de viento, es posible conseguir mostrar todo su esplendor y belleza. 

Debido a su pequeño tamaño y forma tan característica, recibe multitud de nombres: lágrimas de la Virgen, pendientes, cascabel, caracolillos, corazoncitos, bolitas de oro, ……etc.

Añadiría un nombre más a tan larga lista. Cuando observo esta pequeña y bella planta me viene a la cabeza los farolillos de las celebraciones chinas. Esos farolillos que movidos por manos expertas dan dinamismo y colorido a sus celebraciones. 

En este caso, estos farolillos malagueños resplandecen con luz propia, y llenan con sus coloridos y reflejos los pastizales áridos de estos frágiles Acantilados.


 

Tercer aniversario


















Aún no ha cumplido la edad este blog para salir de la escuela infantil y las vivencias vividas bien podría valer para cursar hasta un máster. Estuvimos meses ilusionados con la vuelta del águila pescadora por estas latitudes. No era su presencia lo que nos hacía felices, sino su continuidad que parecía casi establecimiento por una larga temporada, pero el progreso en forma de autovía truncó cualquier atisbo de instauración por estos parajes. Han vuelto a sobrevolar las playas y roquedales algún que otro ejemplar pero de paso, como siempre.

La primavera recorrió fugaz todos los Acantilados, pero era empujada a abandonarlos por esa sequía pertinaz y perturbadora que la perseguía como sombra maléfica para que no pudiera dejar su semilla por comisura alguna.
 
El verano rápidamente se apropió del lugar dejado por ésta, y hermanado con la sequedad, encontró cómoda estancia por estos lugares y  se aposentó mucho más de lo debido, para disfrute de la legión de visitantes que acuden a los Acantilados, en época estival y que han podido disfrutar de un dilatado período de zambullidas en las aguas límpidas de estas costas. ¡Son los únicos que han disfrutado! El resto de seres vivos que pueblan estos lugares han pasado verdaderas penurias para mantenerse con vida. ¡A ellos el verano, maldita gracia les ha hecho!

Las aves se han mostrado más reacias a cruzar la mar en su viaje de vuelta a tierras africanas, y las aves que provenían del norte para pasar el invierno en los Acantilados han hecho acto de presencia más pronto de lo habitual. El martín pescador no se marchó, decidió tomar residencia invernal. La garza real adelantó su aparición y fue recorriendo las distintas calas buscando la tranquilidad que le dejaban las primeras horas, antes de la llegada de los primeros bañistas. Los cormoranes, con su negra figura,  fueron llenando rocas y playas de todos los Acantilados. Este año han aparecido las alcas, esos sempiternos buceadores de alta mar, pero que han querido darse un “paseíto” por las orillas de las playas; algunos con tan mala suerte, que le ha costado la vida tan atrevido acercamiento. ¡Todo muy extraño! Será el cambio climático que lo tiene todo trastocado y enloquecido.

Pero como estos años atrás, seguimos esperando las deseadas lluvias que traigan la nueva vida a estos parajes; ya que, la destrucción es tan grande que será lentísima la recuperación. Las lluvias han pasado de largo, no sabemos si tenían órdenes de nos ofrecernos su líquido tan apreciado, y de esta manera acelerar el deterioro tan grande que están sufriendo los Acantilados. ¡Para que se van extender por estos lugares, si nadie pone contención a este desenfreno de intereses especuladores!

¡A ver si se dan cuentan, no lo creo, esas eminencias de la expoliación de los recursos y de las arcas públicas que aguacates, mangos y campos de golf….os no son posibles por aquí!
…….. Y sobretodo,  agradeceros vuestras visitas, y hasta lectura  de estos párrafos que sólo pretenden dar voz a este pequeño rincón al sur del Sur.