El corral















Los primeros rayos del sol van extendiéndose por la ladera cercana, hasta que poco a poco, han ido adentrándose hasta lo más profundo del redil. Camuflado entre rocas se encuentra este pequeño aprisco. El pinar cercano y el matorral circundante lo van acorralando, haciéndole saber, que tarde o temprano sucumbirá ante el inexorable avance de la Naturaleza. En tierras más septentrionales, con más agua y humedad, ya hubiera claudicado. Pero en esta tierras, más secas y áridas, nuestro “corral” se agarra a la roca con la que fue construido. Manos hábiles y cuidadosas fueron arrancándole trozos a la cavidad. Quizás las mismas que fueron construyendo el exiguo muro que rodea y le sirve de protección, y las que fueron construyendo “las caleras” cercanas. 

Por su tamaño pocas cabezas de ganado pudo albergar. Nunca fueron estas tierras, zonas de grandes rebaños de cabra. Fueron siempre rebaños para una economía de subsistencia, lo necesario para tener un poco de carne, leche fresca, la venta de algunos chotos y la elaboración de quesos que aportara un alimento duradero sin que necesitara de remilgos para mantenerlo. Aún hoy en día, siendo la cabra de raza malagueña un ejemplar caprino reconocido y valorado, pocos son los rebaños que podemos contemplar por la zona o la comarca. Ni siquiera hemos sabido desarrollar una industria alrededor de tan preciada cabra. Algunos proyectos, como islas minúsculas del Pacífico, han aparecido desperdigadas por la Comarca. 

Nuestro corral ha seguido impertérrito a las modas y devaneos que se han ido produciendo a su alrededor. Como buen jubilado, se ha dedicado a observar las obras que se han realizados a su alrededor y a contemplar a los caminantes, que sin darse cuenta eran observados por la mirada perdida y lánguida de sus rocas. Añora las visitas caprinas y pastoriles que daban cierta animación a la ladera. Sólo las cabras para mitigar el fuerte calor de la tarde lo visitan de vez en cuando. Pero éstas no tienen pastor que las dirija, ni van acompañadas de perros que les digan por donde tienen que ir. Por lo que las más de las veces, está el corral vacío, retirado, disimulado en esa seca ladera que lo envuelve y custodia de visitas que sólo pueden traerle una más rápida degradación.

Así que osado y experto caminante, algunas veces te he puesto en la complicada disyuntiva de buscar u observar esta planta o aquel pajarillo, pero esta vez te ruego, de que no busques este apartado corral. Deja que la Naturaleza le otorgue el destino que le tenga determinado.


 

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