Empezaba a notarse el calor por las praderas, sendas y lomas de los Acantilados. Las lluvias aunque muy escasas llevaban tonteando desde hacía varios días. No eran lluvias que paliasen los daños de tanto tiempo sin precipitaciones, pero por lo menos ayudaban a refrescar algo el ambiente y darle un refrescón a las plantas. En definitiva, nada importante pluviométricamente hablando, pero “menos grasa da una berenjena”.
Ya estaba de vuelta y muy cerquita del aparcamiento, cuando revoloteando por el arroyo, casi impracticable que da acceso al carril, apareció revoloteando nuestra protagonista. Su parición fugaz y de improviso, hizo que me fijara en su vuelo rápidamente. Sus llamativos colores hacen que sea fácil su seguimiento entre lo enmarañado de la vegetación del arroyo por donde transitaba. A partir de aquí se pone en liza tu instinto de rastreador, y como buen animal de acecho fui siguiendo el lento y zigzagueante vuelo de tan llamativa mariposa. No podía acercarme en demasía porque rápidamente emprendía el vuelo buscando un lugar seguro, donde esa pesada sombra que se le había adosado la dejara en paz, y sobretodo que esa sombra, no representara un peligro que acechara su momento de descanso para atraparla.
En estos momento de persecución entraba en la desesperación que todo fotógrafo tiene en sus salidas por la Naturaleza, ¿por qué cuando encuentro algo interesante, no llevo el objetivo adecuado? Esa misma angustia era la que se me presentaba a mí. Con el objetivo que llevaba si me acercaba demasiado se asustaba, pero si me alejaba en demasía, al final tendría un objeto colorista en el encuadre que echándole mucha imaginación podría decir que era una mariposa arlequín.
Aunque ya era tarde, me eché de paciencia, e inmóvil todo lo que podía, y con el objetivo tan poco adecuado para la ocasión que llevaba, fui esperando con toda la calma del mundo a que nuestro arlequín volador cogiera confianza y se posara tranquilamente. ¡Ya me hubiera gustado poder fotografiarla libando de una esplendorosa flor! Pero malos tiempos han corrido para la salida de las flores, y tuve que conformarme con poder fotografiarla sobre la nada idílica superficie de una caliza que tanto abunda por estos Acantilados. En defensa de la caliza puedo decir que a veces, las vetas y grietas en su superficie dan un fondo interesante a la foto. En esta ocasión no era el caso. Lo más cerca que estuve de la foto bucólica de la mariposa, fue cuando se posó en la nada poética hoja de la cebolla albarrana. ¡Pero qué le íbamos a hacer ! La sesión no dio para más y estas son algunas de las imágenes captadas de un arlequín que se dejó ver sin que fuera época de carnaval.
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