Jilguero o “colorín” (Carduelis carduelis)














¡Qué me ha costado fotografiar al “colorín” en los Acantilados! Este pajarillo cantor, preciado por su colorido, sus gorjeos y trinos, me ha traído de cabeza. El poder tener constancia, que tan magnífica avecilla sobrevuela y está presente por estos lugares ha sido toda una odisea. Tan común por todos nuestros alrededores, tan visto en cualquier paseo por nuestros campos, se ha manifestado escurridizo, tímido e introvertido. Lo que es habitual por ciertas zonas de nuestra comarca, donde el “colorín” vuela en bandadas, llenando todo el espacio con sus cantos, posándose bien sobre el suelo o sobre los cardos que inundan las extensas campiñas agostadas, en los Acantilados, este virtuoso cantor, se deja de ver en contadas ocasiones. 

Aunque con franqueza, la única zona donde el sonido de las aves se escucha en los Acantilados, es en la franja costera donde las gaviotas, dueñas y señoras de esa delgada tira, divulgan sus sonidos a los cuatro vientos. El resto de los rincones de los Acantilados se encuentran inmersos en el silencio más absoluto. A veces, tanto silencio, es preocupante. Sin embargo, nos gustaría escuchar, en nuestros paseos, con mayor asiduidad un bullicioso parloteo pajaril.

Estamos tan acostumbrados a observar a nuestro “colorín” tan de cerca y de forma tan habitual, que no nos llama la atención sus llamativos colores. Esos colores negros, amarillos y rojos los tenemos tan inmersos en nuestra retina que es algo corriente en nuestra percepción de tan estupenda avecilla. 
En los Acantilados merodea las pocas “islas” de cultivo y los escasos puntos de agua que afloran en la superficie. Normalmente, su visión se reduce a un encuentro fugaz en vuelo,  donde podemos reconocer a nuestro protagonista, por su característico canto. ¡Ha sido un visto y no visto! Un efímero encuentro con el que nos damos por agradecidos y venturosos  de tan grato aparecimiento. Pero siempre nos sabe a poco. 

Nos hubiera gustado disfrutar mucho más de su contemplación, de su postura grácil y esbelta balanceándose sobre esa delgada y ligera rama del hinojo; o sobre el espinoso fruto del cardo esparciendo sus estigmas con su fino pero robusto pico. Pero la visión no ha dado para más.

Así que paseante de los Acantilados, cuando tu encuentro con el “colorín” por estos parajes, te haya dado la posibilidad de disfrutar de una contemplación más plácida y detenida, háznosla llegar, porque con tu descripción del encuentro disfrutaremos tanto como hayas podido disfrutar tú.


 

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