Las colmenas













Cualquier espacio natural que se precie, debería de tener su apiario, como todo jardín debe de tener sus flores; imprescindible sobretodo, para dar ese equilibrio ecológico al medio donde éste se encuentre. Aquí nos podríamos extender loando el beneficio que el apiario aporta al medio ambiente y sobre todo en la polinización de las plantas, pero todo eso quedará para una futura entrada. En esta entrada hablaremos de los apiarios que se dispersan por estos inhóspitos Acantilados, que a pesar de su constante estío, dejan unas pocas hojas del calendario, para que las abejas puedan desarrollar su extraordinario trabajo, y encuentren por sus laderas y praderas las flores necesarias para elaborar su azucarado néctar.

Tres son los apiarios (observados) que se dispersan por esta estrecha franja litoral. Dos de ellos en el extremo occidental y cercanos, relativamente, uno del otro. El tercero se halla en el centro de los Acantilados y algo alejado de los otros dos. Todos tienen en común que se encuentran en la misma provincia. Parece ser que hay una provincia que tiene más “azúcar” que la otra. Situados todos, en las zonas altas de los Acantilados, cuentan con sus convenientes señalizacione advirtiendo del peligro. Pero eso no redime, de que si paseas por los terrenos aledaños en época de mayor actividad en las colmenas, alguna que otra abeja te detecte y se acerque para advertirte de que estás en zona prohibida. Sólo me ha pasado una vez, y no fue una sola la abeja que se acercó, vinieron como pareja de agentes a pedir la documentación, y me dejaron la impronta de su solicitud en el cuello y en la cabeza. Menos mal que no soy alérgico a las picaduras, ni siento un temor excesivo a estos insectos; y cada vez que he vuelto a pasar por la misma zona, parece ser, que ya tienen todos mis datos, y no se ha vuelto a acercar a solicitármelos.
Cercano al apiario  de la zona central, había un cuarto apiario, pero no queda muy claro que existiese, a pesar de las señales indicadoras advirtiendo del peligro de la presencia de abejas. Todo parece indicar, después de varios años andorreando por la zona, que se trata más de una artimaña para que la cantidad de senderistas que recorren estos parajes, no se adentren por dichos terrenos. La picaresca tan presente en nuestra sociedad.

Así que osado senderista, te advierto que abejas en los Acantilados haberlas, haylas; y sobretodo ese día que has escogido para darte una vueltecita por sus parajes, no te acicales mucho con ungüentos excesivamente aromáticos, porque puede que a la llamada de esa fragancia que vas dispersando por donde pasas, se acerquen a solicitarte tus documentos algunos agentes de aduanas nada convencionales.


 

1 comentario:

  1. Me ha encantado. Como no tengas cuidado te piden hasta la última declaración de la renta.

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