Los canes

 













Acompañan a sus amos en los paseos por los Acantilados. Los hay dóciles, alegres, nerviosos, juguetones, agresivos…. Algunos con estudios en “escuelas de perros”. Responden a las órdenes con conductas precisas. No se separan de esas personas que lo cuida, que lo miman, que lo quieren como a un hijo. Los hay de todas las razas, colores, pelajes y tamaños. Pero llevan dentro, a ras de su genética, su parte de guardián y de cuidador del rebaño, aunque algo atemperada, por su paso por algún liceo canino.

Su olfato lo lleva a olisquear todos los aires que le va llegando, discerniendo cada olor. Ladrando cuando ese aire trae emanaciones de peligro; o persiguiendo a su presa cuando dichos efluvios son reconocidos como pertenecientes a algo digno de devorar. No disciernen si es época de celo, o de partos;  su fin es apresar, proteger o perseguir a una posible presa. Algunos, sobrepasados por su instinto en la persecución, se extravían. Comienza la búsqueda del can con silbidos, gritos, señales…… sin ser conscientes de que estamos en un medio natural, poblado de vida; que los animales que lo habitan, intentan pasar lo más desapercibidos posibles, por que está en “juego” sus vidas y las de sus descendencias. Sus dueños tras horas de búsqueda se retiran sin encontrarlos. 

Quizás, los extraviados de turno, tengan la fortuna de encontrar un nuevo amo, o terminen deambulando, asalvajándose por estos Acantilados, poniendo en peligro, toda la vida animal, que a duras penas quiere sobrevivir en este medio. ¡No llegarán a tanto!  Los Acantilados no dan como para “asalvajar” a nadie; es tanta la civilización que se ha colado por sus playas, barrancos y laderas, que lo difícil es encontrar un rincón salvaje.

Los Acantilados están protegidos, con unas leyes conservacionistas que debemos cumplir para que continúen siendo ese paraje digno de admirar y de recorrer. Dentro de esas leyes se encuentra la principal: “Adentrarse por sus rincones sin alterarlos”.  Eso conlleva también, la vigilancia de nuestras mascotas, para que éstas, no alteren la vida salvaje que discurre a la par, que nosotros paseamos plácidamente por sus sendas.

Entre toda la caterva de visitantes con perros que pasean por estos parajes, hay quienes cumplen con la más elemental norma, a la hora de pasear a sus mascotas; y es, llevarlos atados para evitar posibles problemas.



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