Inaudito llamarle “bastardo” a este jacinto. Nada más inapropiado y lejos de la realidad, utilizar este calificativo para tan distinguida belleza. Esta flor tiene muy claro cuales son sus raíces (no podría ser de otra manera, estamos hablando de una planta), para que nadie ponga en duda su procedencia. ¡Nada más y nada menos que de la estirpe de las “liliáceas”!
Eso le hace que esté emparentada, con flores de alto linaje, como son tulipanes y azucenas. ¡Encumbrado abolengo, para que entre sus miembros se encuentre un bastardo! ¡Jamás ocurrió tal cosa en la alta alcurnia, aunque sea floral!
Esta flor discreta, con sus tonos apagados que tolera tan bien las épocas de sequía; que espera bajo tierra en forma de bulbo, el momento propicio para mostrarnos toda su esplendor, se siente ruborizada ante tal calificativo.
Su belleza y rareza, comparada a la del ser mitológico del que toma nombre, hace que se rebele contra quienes sin una pizca de sensibilidad, no se pararon a pensar que llamarle bastarda a una flor, quebranta todos los preceptos de la delicadeza.
¡Recaerán sobre sus hombros toda la cólera de Flora, Blodeuwedd, Xoquiquetzatl, Hathor, Konohanasakuya-hime y de Pu-Tza ante tal ultraje!
Toda consideración es poca, con esta flor rosada, que nos alegra con su presencia nuestro deambular por los Acantilados.
¡ y en el alma azul celeste
brota un jacinto rosado !
José Martí
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