Mayo de Maia













Nada difícil lo tuvo mayo, con respecto a su antecesor abril.

Mayo, de Maia (Pequeña Madre), rehusó el enfrentamiento con abril. 
No quiso presentarse rodeada de llamativas y coloridas guirnaldas. 
Como buena madre, sopesó la importancia de la vida frente a estériles honores ganados en peleas fratricidas. 
Hábil y sagaz jugó sus bazas. 
Bazas que nunca fallan, que apuntan hacia una preponderancia segura. Bazas, que remueven la sensibilidad escondida en estos tiempos tan pragmáticos, y que dejan desarmado al contrincante más inconmovible.

¡Mayo nos presentó el renacer de la vida! 
Pero no como pequeña madre, si no como Mater  Única, como Mater Omnipresente, que amamantase a los Acantilados y desplegase su túnica protectora para el alumbramiento de las especies.
Súbitamente fueron escuchándose balidos inocentes con mayor diversidad de entonaciones, a medida que avanzaba mayo por los Acantilados. 

Gruñidos entrecortados salidos de las espesuras de los pinares y barrancos. 
Leves graznidos apenas audibles, provenientes de los riscos de Cerro Caleta. Silbidos mezclados con chillidos solicitando la ingesta de esa larva saciadora. 
Gañidos desde esa madriguera escondida en el laberinto de las grandes piedras de los derrumbes de los tajos que se pierden en el mar. 
Castañeteos, arrullos, zumbidos,…….. toda el repertorio de llamadas y exigencias ante el universo duro y peligroso, que se abre interminable, y que sólo la cercanía de nuestros progenitores, nos da esa seguridad necesaria, para afrontar los primeros momentos de nuestro existir.
Son llamadas que emplean un único tono para todo: para solicitar comida; para la presencia del peligro; para el juego precoz,………. Poco a poco la irán matizando para utilizarla adecuadamente en cada situación. 
Llamadas inocentes, sin el filtro aún, del conocimiento del peligro que acecha en cada rincón y en cada momento.

Mayo, sencillamente, nos volvió a entregar la vida.
Mayo alumbró las nuevas generaciones, que tendrán ante sí, la difícil tarea de sobrevivir en estos pequeños parajes, custodiados, por tantas amenazas.


 

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