El tan cacareado cambio climático también se deja asomar por estos Acantilados. Después de tener un otoño e invierno muy secos, con la llegada de la primavera, las lluvias parecen haber hecho una parada por estas latitudes. Con ellas, lo que se estaba convirtiendo en una antesala del desierto, ha vuelto a teñirse de los colores tropicales propios del adjetivo que acompaña a todos los eslóganes con los que lanzamos, a los cuatro vientos del sector turístico, las bonanzas de nuestra costa. A la par que vamos camino de vislumbrar el apogeo de la selva por doquier, después de tan esperado maná líquido; los primeros que nos indican que la selva tropical se va a apoderar de nuestros Acantilados, son los hongos.
Todos los que no aparecieron durante el semiotoño que contemplamos por aquí, han hecho acto de presencia al comienzo de la primavera.
Sus esporas, que presagiaban su exterminio por estos lares, ante la cercana presencia del desierto; han sacado toda su resistencia a la desecación para hacerse visibles nuevamente por los pequeños bosques de estos Acantilados.
Los micelios se han puesto mano a la obra, y cual traíñas del importante puerto cercano, han lanzado sus redes por las hojarascas desecadas de los terrenos boscosos y han ido apareciendo, por aquí y por allí, los distintos ejemplares de hongos.
Los regordetes boletus se han ido abriendo camino entre las agujas de los pino, y los pinares se han visto salpicados de tan alegres y vistosos seres. Clitocibes de delgados pies se elevan sobre la hojarasca circundante. Los blancos champiñones han ido surgiendo aquí y allá invitándonos a su recolección; algunos tentándonos a probarlos in situ; pero ojo avizor a tan insinuante tentativa, desestimamos tan grata ofrenda. Peligrosas amanitas disfrazadas de champiñones han desplegado su gran sombrero a los cuatro vientos de los Acantilados. Lepiotas fatídicas de voluptuosa forma, se mostraban en todo su esplendor junto al arroyo cercano. Cuesco de lobo ya pasado, lanzaba sus esporas al más mínimo contacto.
Por unas semanas volveremos a sentir la cercanía del trópico. El verde se habrá esparcido por doquier. Las lluvias habrán operado tan milagrosa visión; pero habrá sido una fugaz visión, un ensueño, por que pasaremos sin solución de continuidad al tórrido verano que como nos tiene acostumbrado se quedará una larguísima temporada entre nosotros.
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