Era un verano muy caluroso, probablemente uno de los más calientes de las últimas décadas. Quizá por eso, la cigarra decidió dedicar las horas del día a cantar alegremente debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar, solo le apetecía disfrutar del sol y cantar, cantar y cantar. De manera que así pasaba sus días, uno tras otro……………… (Fábula)
No podía ser descubierta de otra manera; su canto la delató en el tronco del viejo olivo. A esta cigarra, aunque le apetecía seguir cantando, dejó de hacerlo en cuanto se alertó del movimiento de acercamiento hacia el lugar, en el que felizmente entonaba su melodía. Le podía más el instinto de supervivencia, que la fama de ardiente cantora.
Una vez que se vio observada apenas movía un ala. Su deseo era alejarse trepando por el viejo tronco pero sin ser descubierta. Lentamente, con movimientos aprendidos de sus vecinos los camaleones, esta voladora camaleónica iba ascendiendo y alejándose de ese ojo intruso que poco a poco, se iba acercando cada vez más.
Tanto se acercó, que su figura se iba reflejando en el gran ojo que no dejaba de perseguirla.
Seguía sin inmutarse. Podía haber volado hasta el olivo más cercano. Pero si el gran ojo era curioso, nuestra protagonista no lo era menos. Escrutadora impenitente afrontó el reto sin pestañear; hasta que el gran ojo se alejó, dejando a nuestra protagonista muda sobre el tronco.
Poco le duró su mutismo, pues apenas se vio segura, volvió a tocar sus timbales y siguió estridulando alegremente, disfrutando del sol de la mañana y alegrando con su canto a los caminantes que ya comenzaban a frecuentar los senderos.
Quizás haya saltado a la fama y ha conseguido el disco de platino, a la canción del verano que más ha sonado por los Acantilados.
¡Y nosotros sin saberlo!!!
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