La fascinación por la contemplación del mar es algo que no podemos poner en duda. Su sola visión nos deja hechizado.
Ese vaivén continuo de las olas, ese continuo movimiento, ese cambiar de tonos, esas líneas variables sobre su superficie…. nos deja la mente en blanco, transportándonos a mundos idílicos, repletos de sensaciones de absoluta calma. Abrimos nuestra mente a los más bellos pensamientos. Quizás por que venimos del mar, en lo más profundo de nuestro ser, al contemplarlo, se abre esa fisura que nos transporta a nuestro ser primigenio; y, de vez en cuando, tenemos la obligación, como si de peregrinación se tratara, de acercarnos a reverenciar el lugar del cual emergimos.
Nuestra cabra tampoco es ajena a esa influencia. Queda atrapada en su contemplación. Ella que siempre alerta, vigila a los cuatro costados, la posible llegada de un peligro; cuando se acerca al mar, se olvida de los peligros, y embrujada por su contemplación, da la espalda al lugar por donde puede ser sorprendida, y queda extasiada en su ensimismamiento. Ya no hay temor a posibles peligros. Sólo, la observación del inmenso mar que se abre azul, turquesa, gris..... ante ella.
¿Tendrán también esa necesidad de acercarse y contemplar el lugar de donde también emergió?
"El mar es un antiguo lenguaje que ya no alcanzo a descifrar." Jorge Luis Borges.
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