¿Quién no conoce a la aulaga? ¿Cuántas veces no hemos blasfemado en arameo e incluso en un perfecto castellano, al sentarnos o posar nuestras manos, sin querer, sobre una mata o una rama de aulaga? ¿Quién mas de una vez, desorientado en la montaña, no ha tenido que atravesar un aulagar para salir a terrenos más conocidos? ¡Qué experiencia tan mística!
Al principio vamos andando cautelosos por el aulagar, como si no quisiésemos dañar las plantas sobre las que vamos andando. El sumo cuidado que vamos teniendo es poco, pero va siendo directamente proporcional a la extensión y altura del aulagar. Cuando poco a poco, o de sopetón tras un traspiés, vamos sintiendo las acaricias de las púas de las aulagas, en manos, piernas, orejas, cabeza, nuestra mente va convirtiendo toda nuestra dermis, en el cuero más resistente de cochino jabalí conocido. Lo que era un andar cauteloso, se convierte en un ardoroso caminar que va arrasando, como animal perseguido por su depredador, todo lo que nos vamos encontrando por delante. Sólo tenemos una idea en la cabeza, salir lo antes posible del calvario, nunca mejor dicho, en el que se está convirtiendo esta travesía. ¡Ya no sentimos nada! ¡Todo nuestro cuerpo está sufriendo una purificación a base de agudos pinchazos! ¡Nuestra mente va quedando en blanco! Sólo va afianzándose en todo nuestro ser una idea: ¡Salir cuanto antes del aulagar!
Cuando por fin, hemos terminado tan agonizante travesía, nos sentimos cual faquir en momentos de perfección espiritual. Hemos experimentado el reto supremo de resistencia física y mental pero sin levitación.¡Cuánta falta nos hubiera hecho levitar en esos momentos!
Pero aquí, no termina nuestra mística experiencia. Pasados unos días, ya puestos los pies en quehaceres mas terrenos, van apareciendo por casi todo nuestro cuerpo los estigmas de nuestra ascética vivencia. Lo que en un principio vamos viendo como lunares, que atribuimos a señales de nuestra conversión en un ser superior al que éramos; se van convirtiendo en la huella mayoritariamente deleble, de las púas de los pinchos de aulaga que nuestro cuerpo ahíto de tan sobrenatural proceso, quiere desterrar y expulsar. Este proceso se dilatará bastante en el tiempo. No se pasa de un estado a otro en un plis plas. ¡Todo requiere su tiempo!
Así que osado asceta que te pierdes por estos Acantilados, para descubrir tu ser más interior, o simplemente para llegar aunque sólo sea al umbral de tu purificación; podrás encontrar, aunque no en grandes cantidades, esta aulaga que te arrimará aunque sea un poquito a un nirvana algo peculiar.
¡Que la experiencia te sea gratificante!
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