Llego a la era desde la que suelo empezar mis andanzas por estos concurridos Acantilados, cuando observo estupefacto una imagen que me deja sorprendido. Me froto los ojos, ya cansados por la edad y el maltrato, y no me deja de asombrar lo que estoy viendo. Le voy dando vueltas al “coco” para encontrar en lo más profundo de su disco duro, alguna imagen observada en los Acantilados, que pueda parecerse a lo que estoy contemplando. ¡Pero nada de nada! Hasta el momento no había almacenado nada semejante. Fruto de tanta cábala y tanto discernimiento sólo me sale este “profundísimo” razonamiento.
¿Qué estamos contemplando? Difícil discernir si nuestro amigo es un “trialero” o un “trilero”. La “a” se ha colado para que se nos muestren todas las dudas posibles. ¡Lo que una simple vocal puede provocar en un vocablo!
¿Realmente sabemos cómo lo hace? ¿Cómo es capaz de encontrar los apoyos necesarios para no quedarse sin dientes?. Porque tan difícil es encontrar la bolita, hábilmente manejada en el trile, como encontrar el apoyo adecuado en semejante lugar con la bicicleta. Pero como buen trialero o trilero, nuestro protagonista va descubriendo los puntos que le servirán de sostén, para salir indemne de tan semejante lugar. Todo es sencillo y en apariencia sin truco alguno. ¡Alehop! La solución es sencilla. Visto desde la lejanía, cualquiera podría hacerlo.
Y como en el juego del trile, llegada la hora de apostar, y nos pasaran a nosotros la bicicleta para buscar los apoyos necesarios, y henchidos de tanta seguridad, pues el trilero nos ha mostrado el cubilete donde se encuentra la bolita, apostaríamos casi seguro al apoyo inseguro, que nos provocaría, no la pérdida de un billete apostado de forma avariciosa, pensando que tenemos controlado el cubilete donde se encuentra; si no lo que es peor, la rotura de varios huesos que tendrían mucho más valor que los billetes perdidos.
Ya mas calmado y sosegado, contemplando las imágenes en la fría pantalla del ordenador, se me pasan por la mente todas las dudas del mundo. ¿Qué tiene más riesgo, jugarte una multa en cualquier callejuela intentando engañar al “panoli” de turno; o, partirte varios huesos, entre ellos los de la cabeza, que te puedan dejar impedido para los restos?
Trialeros, panolis y trileros siempre habremos. El ser humano los reproduce también de forma simple y sencilla, casi en serie. Saber en qué categoría te encuentras es más difícil de distinguir, osado caminante.
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