Algunas veces se ha comentado la paz que se respira en estos Acantilados, versus el ajetreo constante de seres por tierra, mar y aire.
Hoy he encontrado un grupo de personas, realizando una sesión de meditación, buscando su paz interior, y apoyándose en la paz que los Acantilados les ofrece.
Habían elegido una espléndida terraza natural, antigua era de trillar, situada entre el mar al fondo, y las estribaciones de la sierra colindante detrás, escoltados por los interminables barrancos y montañas que se hunden directamente en el mar.
Ajenas a mi presencia, han ido desarrollando su sesión sin la más leve atención a lo que ocurría a su alrededor. Con lenta y relajada respiración han realizado sus ejercicios durante algo más de una hora.
Cerrados los ojos y todos los sentidos puestos en las pausadas y silenciosas palabras de la persona iniciada en tal trance; el resto ha ido asumiendo, en silencio, las órdenes recibidas.
Las olas acompasaban los lentos movimientos con los que los meditadores iban disponiendo sus cuerpos para tan peculiar viaje mental. Como música natural de fondo, las olas, han ido envolviendo sus cuerpos y mentes, y posiblemente las haya transportado al cielo que cada una haya elegido.
Grupos de gaviotas, hoy extremadamente revoltosas y chillonas, han querido romper el recogimiento del grupo. Pero ellos ni se han inmutado. He pensado que esos chillidos molestos, eran comprendidos como algo intrínseco al momento; pues si se quiere vivir en armonía con la Naturaleza, los sonidos de ésta, aunque sean estridentes y molestos, también forman parte de esa Gran Madre.
Ha sido duro poder concentrarse y elegir bien el medio de llegada a ese cielo acogedor; de dejar la mente en blanco para que el viaje sea más rápido y no haya estaciones intermedias que nos retrasen.
A las gaviotas, se han unido grupos de caminantes que han ido llegando al lugar elegido para la meditación; para comenzar desde ese lugar, algunas de las rutas que cientos de senderistas recorren durante todo el año por los Acantilados.
Comentarios, exclamaciones de asombro ante el paisaje divisado, charlas explicativas,…... todo se ha entremezclado con el suave tono empleado por la gurú de la meditación.
Al final por las expresiones de sus rostros y por la serenidad de sus movimientos y comentarios, han llegado y regresado sin contratiempos de sus respectivos cielos. A pesar, de las turbulencias durante el camino.
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