El verano ya pasó














 Aunque las temperaturas se han mantenido hasta principios de octubre, como si en pleno agosto estuviésemos, la actividad en los Acantilados ha descendido notablemente. 

Los Acantilados están recuperando su tranquilidad habitual, después del ajetreo del periodo veraniego. Atrás quedaron los caminos sepultados por el polvo levantado por las lanzaderas en su ir y venir, de llevar bañistas a las playas.

Sus aguas turquesas y transparentes, han quedado idóneas para que los grupos de delfines se acerquen buscando los bancos de peces.Las calas nos muestran las distintas especies, que buscan sus roquedos y oquedades donde capturar esas especies que surgen cuando baja la marea.Sus playas se llenan de bandos de gaviotas que buscan sus orillas para descansar; y los grupos de cabras bajan hasta ellas para pacer libremente por sus orillas y aledaños.

Tanta normalidad en los Acantilados no se sabe si es para bien o para mal.Estas dicotomías tranquilidad-armonía o ajetreo-sosiego no tienen relevancia en los Acantilados.Cada vez es más difícil buscar una normal armonía por estos parajes.

El movimiento de estos meses de bañistas, buscando la playa soñada de aguas turquesas y transparentes, dará paso a movimientos menos visibles por playas y laderas de los Acantilados.Bajo la tranquilidad que a primera vista se pueda vislumbrar , subyace todo un mundo complejo de actividad nada lícitas que tienen sus miras puestas en la fauna, tanto marítima como terrestre.

Oscuros seres irán apareciendo, tras el despoblamiento de las payas, por los distintos parajes para seguir el rastro de la presa divisada. Provistos de la última tecnología darán rienda suelta a sus aspiraciones, y cuando hayan saqueado todos los rincones de los Acantilados de las presas que buscaban, descansarán hasta la nueva temporada.

Mientras tanto, ajenos a ese submundo, grupos de excursionistas y senderistas, recorrerán sus parajes, admirando sus enclaves; y avistarán asombrados y sorprendidos, como algo extraordinario en su deambular, los ejemplares descartados y desdeñados por las camarillas fantasmales que harán su agosto en otoño.


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