La Garza real (Ardea cinerea)














Esta ave de porte grande, volar pausado y grácil figura, es otra de las especies habituales de nuestros Acantilados. 
Su vuelo lento, delicado y silencioso;  nos sorprende, más de una vez, para sobresalto nuestro, en las incesantes esperas que realizamos en nuestra actividad fotográfica. 
A veces, llega hasta pararse a escasos metros de nosotros, sin percatarse de nuestra presencia, ni nosotros de su llegada; pero huye rápidamente ante el más mínimo movimiento que podamos realizar; emitiendo su característico y sonoro chillido; para a continuación, volver a posarse en una nueva roca a una distancia prudente de seguridad, desde donde poder seguir vigilando y vigilandonos.
Su ajetreo diario, de pesca y desplazamiento por los Acantilados, es incesante; es difícil, que encuentre un lugar de la costa tranquilo, donde permanecer un largo periodo de tiempo; debido, al deambular de barcos, submarinistas, piraguas y de tablas de “paddle surf” que recorren durante el día todos los Acantilados.
Su silueta, recortada contra el mar, estilizada e inerte, nos ofrece unas imágenes bellísimas, que intentamos plasmar en nuestras cámaras, cada vez que somos testigos de tan hermoso momento.
Es habitual verla desplazarse, con sus largas patas, de roca en roca, husmeando y hurgando, todos los rincones de la costa pedregosa de nuestros Acantilados, en busca de ese pececillo, molusco o crustáceo, al que poder atrapar con su largo pico.
No es amiga de gaviotas. Suele ir por libre en su actividad diaria, y alguna que otra vez, podemos verla compartir posadero con cormoranes, que al igual que ella utilizan las grandes rocas como atalayas, para descansar.
La garza real, (Ardea cinerea), amiga de humedales interiores o extensas marismas; también ha encontrado en nuestros escarpados Acantilados, el lugar idóneo, donde pasar una breve “temporadita” donde descansar; para emprender, después de recuperar fuerzas, viajes de más entidad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario