Lagarto bético (Timon nevadensis)












En nuestros Acantilados, a pesar de tener extensas zonas casi desérticas, la observación de reptiles es poco frecuente. Pocas especies de reptiles se observan en los paseos por sus sendas y caminos. Destacan por un mayor número de avistamientos las lagartijas, y de vez en cuando, alguna que otra serpiente, osa aparecer entre sus piedras. Por todo lo cual, la aparición de un lagarto de considerable tamaño, fue todo un acontecimiento digno de resaltar. 

Fue una calurosa mañana de finales de otoño, y casi comienzos del invierno. Aunque por estos lares, ya sabemos todos como suelen ser los inviernos. Nuestro ejemplar tomaba el sol, en medio de la carretera principal, que sirve de límite a este paraje natural. Era pasado el mediodía, cuando ya volvía para mi casa, cuando lo vi acaparando todo el sol posible. Automáticamente, paré el coche delante de él, para que cualquier coche que pudiese venir por detrás, no terminara aplastándolo, y decorando el pavimento con su piel.  Aunque tengo que decir, que dicha carretera no está muy concurrida, y nuestro protagonista, tendría que estar al tanto de dicha circunstancia, para elegir tan problemático lugar donde tomar el sol. Puse los cuatro intermitentes como manda los cánones, me apeé del vehículo, me estiré todo lo largo que soy junto al casi dormido lagarto, los que me conocen, saben que poco asfalto ocupábamos entre los dos, y me puse a hacerle las fotos de rigor.

No podía perder tan magnífico momento, ni tan magnífico ejemplar, a pesar de que ambos corríamos igual peligro, y ya veía mi piel mezclada con la de un lagarto bético, en medio de la amalgama de piedras y alquitrán del asfalto, si algún conductor despistado osaba pasar por allí y no advertía nuestra presencia, ni advertía los intermitentes. 

La sesión transcurrió de lo mas natural posible. En todo ese tiempo no pasó por el lugar vehículo alguno. El gran lagarto se comportó como todo un experimentado modelo que ha desfilado en las mejores pasarelas. Ni el más leve mal gesto, por la intromisión de tan peculiar observador en momento de tan extraordinario relax, pude inferir en el tiempo que duró la sesión. 

Terminada la sesión, comenzó el momento más tenso y de mayor hostilidad entre ambos. No me podía marchar del lugar, dejando a ese inconsciente tomando el sol en lugar tan peligroso. Para un lagarto que veía y de tan gran tamaño, no me hacía ninguna gracia, ver su cuerpo aplastado a la mañana siguiente. Intenté con la punta de la bota, empujarle para que se fuera hacia el arcén, donde había una gran acumulación de piedras, y le podían servir para seguir tomando el sol, pero de forma más segura. Nuestro protagonista no hacía ni caso, como si no fuera con él. Allí seguía entornando los ojos y hartándose de sol.  Para no hacerle daño, en mi ímpetu de acercarlo con la pierna al arcén, saqué el bastón de caminar y empecé a empujarle; pero eso lo despertó de su estado de letargo, y le despertó también su estado defensivo, por lo que empezó a morder el bastón sin miramiento. Enfurecido como lo había puesto, entendió que lo mejor era abandonar el lugar y guarecerse entre las piedras.

Me subí al coche y me fui alejando del lugar. No había andado ni cincuenta metros, cuando por el retrovisor veo, que el imprudente vuelve al lugar del que fue expulsado. Marcha atrás e inicio de las hostilidades. Nueva huida hacia el arcén, y ya por fin pude alejarme más tranquilo observando que por fin había desistido de ocupar la parcela de asfalto, donde más a gusto se sentía.
Todo ello me llevó a reflexionar, sobre como puede comenzar a fraguarse un conflicto de gran envergadura, cuando dos partes entran en litigio, aunque el fin que ambas defiendan, tenga un poso de buena intención en su comienzo. ¿Falta de comunicación? ¿Encabezamiento? ¡O no!

Sigo pasando con frecuencia por ese tramo de carretera, y hasta el momento, ni rastro ni señal alguna sobre el asfalto. ¡Buena señal!


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario