En una anterior entrada ya hablamos de la curruca cabecinegra, indicando que es la curruca más abundante por los Acantilados, y cuya presencia podemos contemplar durante todo el año. Hoy le toca el turno a su pariente la “curruca capirotada”. En entradas posteriores, iremos agregando a este grupo de “Silvyas”, otros congéneres que también se dejan de ver por estos Acantilados, aunque de manera más esporádica. Ni que decir tiene, que estamos ante unas aves de pequeño porte apenas de trece o catorce centímetros de longitud, especificando que poseen una cola bastante larga para su tamaño.
La curruca capirotada es una especie invernante, como la mayoría de “guiris” jubilados que vemos pasear durante el otoño y el invierno por los paseos marítimos de nuestros pueblos costeros. Por lo cual, siguiendo la costumbre de los guiris nórdicos, cuando llega la primavera, van desapareciendo, buscando terrenos más benignos donde procrear y criar a las futuras generaciones. Esto último, obviamente, es lo que diferencia, a la capirotada de los “guiris”a la hora de partir durante la primavera. Son grandes migradoras debido a su dieta insectívora, viviendo en lugares arbolados o de vegetación herbácea alta y monte bajo. Como buenas “silvyas” saltan constantemente de una rama a otra, sacudiendo nerviosamente o chasqueando la cola.
Pasan mucho tiempo ocultas en la vegetación siendo los contactos visuales muy breves. Al igual que sus primas, son un visto y no visto. Hay que estar muy atentos para poder distinguirlas en una primera visión. Su boina negra sobre la cabeza en los machos o marrón en las hembras, es el primer elemento clarificador para su distinción. El segundo, sería sus canto o reclamo, pero este elemento es para ornitólogos que han realizado un master elemental en cantos de aves. Para los que vamos dando nuestro paseíto por estos Acantilados con fijarnos en la parte alta de la cabeza, ya es suficiente. Pero no definitivo, porque a una primera instantánea podríamos confundirla con su pariente la “cabecinegra”, pero esta tiene un aro rojo alrededor del ojo, y nuestra “capirotada” lo tiene blanco. ¡Esto ya es para nota!
Así que atento, perspicaz y observador caminante que tienes la posibilidad de pasear durante los otoños e inviernos por estos Acantilados; si ves un pajarillo, más bien pequeño entre la maleza, y te has parado para una observación rápida, en la que puedes observar algunos detalles, fíjate bien en su cabeza y en la órbita de su ojo, y si coincide con los datos que te hemos dado con anterioridad, estás delante de nuestra curruca protagonista.
¡Buena suerte!
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