Los Acantilados se están convirtiendo en un pequeño coto de caza para “grupos” de las poblaciones cercanas, que ven en estos parajes la posibilidad de dar rienda suelta, a sus lances cinegéticos, en la más absoluta impunidad.
Grupos organizados, campan a sus anchas por estos parajes, cual si fueran los dueños de afamados cotos, donde realizar la actividad sin el más mínimo desasosiego.
Disparan al animal escogido, a cualquier hora, sin importarles que cerca, hayan senderistas por los alrededores disfrutando de estos parajes, que son sorprendidos por una detonación, que les coge de sorpresa y que no saben de donde procede, ni a qué se debe.
Se comenta que han llegado a amenazar, a algunos senderistas, que los han sorprendido en tan execrable “faena”.
Parece que no tiene límite, tan cruel actividad. Lo que en otros años, eran pequeños escarceos, donde se abatían los ejemplares más significativos, durante los últimos años, ha sido toda una desmesura en el abatimiento de ejemplares.
Años atrás, ante la posibilidad de ser sorprendidos y descubiertos en tales lances, los “prestigiosos” próceres de la caza, iban abatiendo los ejemplares cercanos a las vías de comunicación que recorren los Acantilados, dada su facilidad de ser abatidos desde los automóviles, y su fácil “cobra”, sin estar muy expuestos a ser sorprendidos.
Pero desde finales del año pasado y principios de éste, se han abatido ejemplares en todos los rincones de los Acantilados; incluso, en aquellos que no se pueden circular con vehículos a motor, y de los que son más complicado de sacar los animales abatidos.
No hay un número exacto de animales abatidos, dada la movilidad de éstos por los Acantilados, pero la cifra ronda entre la decena y la docena de animales desaparecidos. Éstos sólo son algunos de los no se han vuelto a ver.
Después en los bares, reuniones y tertulias, estos próceres de la conservación de la Naturaleza, darán rienda suelta a los descalificativos sobre quienes se oponen a tales actos en pleno siglo XXI. Pero ellos lo saben, y bastante bien, que hay una finísima línea, entre quienes son cazadores de verdad, y quienes son sanguinarios y por tal de tener un lance en una jornada aciaga, disparan a cualquier bicho viviente que se les cruza.
La sensación de sentirte con un arma entre las manos, que pueda acabar con la vida de un animal, es muy poderosa; y la mayoría de cazadores, no tienen esa suficiente templanza de reprimirse.
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