Olivilla común (Cneorum tricoccum)














Ya estamos otra vez con los dichosos “nombrecitos” a las plantas, intentando poner en evidencia su dudosa paternidad. Está claro, que de nuestra “olivilla” no se puede sacar un aceite tan renombrado, agasajado y exaltado como el que consumimos de su homónima oliva. Pero referencias hay, de que a nuestra olivilla también se le ha utilizado, para la obtención de aceite. Empezamos mal, con despreciarla llamándola “olivilla”, ¡vaya con el diminutivo! Pero, llamarla también “el olivo de espurio”, eso ya es pasarse. Me imagino que todo proviene de que todavía los estudios moleculares de la época no estaba muy adelantados; y claro, vieron a nuestra “olivilla” con esas hojas alargadas, esos frutos con una carilla de aceituna casi sequilla, como las que venden en los mercados de Marruecos hidratadas, y dijeron: esto es una aceitunilla (en Málaga), olivilla (en el resto de las provincias), y ya de camino como se le parece a un olivo pero no lo es, pues le ponemos “olivo bastardo”. Sin saber que nuestra “olivilla” llegó aquí hace unos seis millones de años; mucho antes de que a Hércules se le ocurriera ponerse a trabajar y terminara como si eso fuera una obra cualquiera, abrir el Estrecho de Gibraltar. Tampoco sabían de que estaba más emparentadas con los cítricos y rudas que con los óleos. Si lo hubiesen sabido, ya podríamos imaginarnos los nombrecitos: “naranjilla” y “el cítrico de espurio”.

Pues no le basta cargar con su dichoso nombre, si no que además, por llegar hace tanto tiempo y en unas condiciones casi parecidas a las que vamos, como esto no lo pare alguien, ha quedado reducida a poblaciones relícticas muy amenazadas por la transformación y ocupación de su hábitat por la colonización urbanística de todo nuestro litoral. ¡Vaya suerte! Mientras su primo de nombre, pavoneándose, se extiende por miles de hectáreas por toda nuestra geografía; ella, solo disfruta de unas cuantas hectáreas donde poder sobrevivir a duras penas, y al ritmo que vamos…… cualquiera sabe, dónde terminará.

Tiene el triste honor de ser considerada a nivel andaluz como “muy rara” y ha entrado en el panteón de los elegidos como especie en “peligro de extinción”. Ella, con lo de tiempo que lleva aquí; al final, llegará más pronto que tarde su fin. Se quitará de encima, por lo menos esas lozas de nombres que lleva a cuesta. Pero siempre la recordaremos cuando nos pongan un “platito” de olivas en el aperitivo, y mientras las vamos saboreando y poniendo sobre el plato los “titos” sobrantes, le iremos contando que hace tiempo hubo por nuestras costas otra olivilla que provenía de la región Irano-Turania, que corrió peor suerte que ellas.

Sólo te pido una cosa, audaz, temerario y discreto caminante que te adentras por los intrincados senderos de estos Acantilados. Si por casualidad te encuentras con nuestra protagonista, llámala “olivilla”, pero por favor no le digas “olivo de espurio”.


 

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