Nuestros Acantilados pertenecen a esa región del planeta llamada Mediterráneo, con todo lo que conlleva ese término en cuanto historia, civilizaciones, clima, ecosistema. Aquí sólo nos vamos a centrar en el ecosistema, pues si llevamos hablando sobre la vida en estos Acantilados desde hace varios años, es de recibo, que nos centremos en este aspecto; siendo ésta una de las plantas más representativas de tan importante región. Pertenece a esa prestigiosa, de rango abolengo, familia de los “Quercus” de toda la vida. ¡Qué sería del Mediterráneo sin los Quercus !!! ¡Qué hablar de sus frutos y de todo lo que han representado a lo largo de la historia!
Siendo nuestra ilustre planta de tan alta alcurnia, los representantes que podemos encontrar por estos parajes, parecen pertenecer a una estirpe familiar venida a menos. Los ejemplares que podemos encontrar son escasos, ubicados en zonas muy concretas y en condiciones nada halagüeñas, si los comparamos con sus parientes de las dehesas, y de esas sierras que circundan los Acantilados. Anda faltos de esos aportes que le den prestancia y distinción, acorde a tan alto abolengo.
Son ejemplares con poco porte, debido a las condiciones tan duras que soportan por estos lugares. Ejemplares débiles a los que les cuestan fructificar y madurar sus nutritivas bellotas (tan apetecidas por la fauna local) y a los que la sequía instalada en estos parajes, cuales guiris centroeuropeos, se está cebando con ellos. Hasta el momento sólo he podido ver unos pocos frutos que no llegan a la decena, cuajados en las ramas de una escondida coscoja, colgada sobre la pared de uno de los barrancos, y que lucha contra todos los gigantes ambientales que pululan por su alrededor. ¡Ímproba tarea!
El resto de ejemplares van alternando en una peligrosa moda, las hojas verdes y esplendorosas de las épocas de lluvia, con las hojas tiesas, marrones y secas de las épocas de sequía. Ya se han acostumbrado a cambiar de color según la meteorología; el problema reside en que, no sabemos quienes llevamos observando los distintos ejemplares, con qué color se quedarán definitivamente; aunque presagiamos, por la que se avecina, que el color marrón prevalecerá sobre el verde.
Así, que audaz senderista, cuando disfrutes de estos Acantilados caminando por sus senderos, sin saberlo o bien reconociéndolos, más de un pinchazo te llevarás de las hojas de este Quercus, que según cuando camines, te mostrará el color verde o el color marrón.
¡Mucha suerte, y que en tus encuentros con esta insigne planta predomine el verde!