El Señor Raposo, también tiene residencia por estos Acantilados. Le gusta el buen clima y el bien vivir. Con su andar sigiloso y nerviosa curiosidad, no hay rincón que se le resista de inspeccionar. Es silencioso y discreto, no se le escucha llegar como a otras especies. Es un caminante de la penumbra, tanto matutina como vespertina. Solo un buen camuflaje y una distancia de seguridad considerable, te hace observarlo en momentos de su quehacer cotidiano, y posibilitar un acercamiento, que de lo contrario, por estos parajes es impensable.
Su caminar nervioso y rápido le hace recorrer grandes distancias en un santiamén. Siempre alerta. Es un visto y no visto. Su estado de alarma es constante, cualquier olor o movimiento, le hace cambiar de dirección, y volver sobre sus pasos, alejándose velozmente del lugar. Es un desconfiado obsesivo.
Don Raposo, por su traje ennegrecido de tanto uso, revestido de algunas canas que van asomando, ha visto pasar por sus retinas multitud de imágenes relacionadas con estos Acantilados. Muchos momentos de peligros ha tenido que esquivar para llegar a esta edad madura, y muchos sobresaltos se ha llevado en encontronazos imprevistos por los recovecos de los Acantilados. Muchas precauciones ha tenido que tomar en su constante deambular por estas laderas.
Es el dueño de estos parajes. Solo se ve sobresaltado por los distintos canes que acompañan a sus dueños en las excursiones por las sendas y senderos que discurren por estos Acantilados.
La cabra le tiene miedo. En cuanto aparece, huye en sentido contrario, poniendo una distancia considerable de por medio. No hay una convivencia muy afectuosa entre ambas especies. No hay un acercamiento hacia Don Raposo. Mas de un choto habrá perdido la cabra, robado por este oportunista. ¡Pero es la ley de los Acantilados!
El progreso, que devora cuanto cae en sus garras, también puede con este astuto y ágil protagonista, y algunos ejemplares son víctimas de las diversas carreteras que surcan los Acantilados.
Este astuto y bello animal, se va quitando poco a poco el sobrenombre despectivo de “alimaña” y va adquiriendo cada vez más, la importancia que tiene en cualquier ecosistema, y cómo no, en los ecosistemas de los Acantilados.
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