Nos encontramos frente a una de esas aves que deciden pasar el invierno por nuestras costas, aunque según los estudios realizados no son aves que provienen del norte de Europa, donde su población no es muy grande, como todos solemos pensar cuando vemos las aves invernando por nuestra zona; parece ser, que la mayoría de los charranes que observamos por nuestras latitudes, provienen de la zona ucraniana del mar Negro. Según esos mismos estudios, son relativamente pocos los charranes que deciden disfrutar de la bonanza invernal de nuestros Acantilados, pues la gran mayoría pasan el invierno en la costa atlántica africana.
No tiene nada de tonto nuestro protagonista, cuando arriba a nuestras costas en la temporada en que las playas están vacías de esa ingente cantidad de personas que hacen casi imposible encontrar un metro cuadrado donde sentarte y poder disfrutar del paisaje y del sonido relajante de las olas. Tienen toda la costa, en esos momentos, para su disfrute y contemplación.
Nuestro protagonista comparte tal honor con gaviotas autóctonas, que ya relajadas del estrés del verano, les sirven de guardianas ante cualquier peligro que pueda aparecer; y con otras especies que deambulando por las costas deciden quedarse durante la época invernal haciéndoles compañía.
Su vuelo es inconfundible por la silueta de sus alas, su pico robusto y puntiagudo; y sobre todo, por sus constantes zambullidas en picado en busca de ese pequeño pececillo que le servirá de alimento. Te puedes tirar un tiempo prolongado embobado viendo como una y otra vez, como misil aire-tierra, nuestro charrán va horadando la superficie del mar en busca de alimento. Cómo va emergiendo del agua con el pececillo entre el pico, y cómo remonta el vuelo mientras va engullendo lo pescado.
Lo normal con el charrán es verlo casi siempre en vuelo, recorriendo la costa buscando el momento oportuno donde lanzarse sobre la presa localizada; contadas son las veces, en las que lo podemos ver posado sobre algunas de las rocas que se encuentran al borde del mar, y cuando lo hace, suele ser por períodos de tiempo muy cortos. Su actividad es incesante, contrastando con la pasividad de las gaviotas que los rodean
Así que intrépido observador, si quieres observar a nuestro protagonista en sus zambullidas constantes, tendrás que acercarte a la costa sin la sombrilla y sin los bártulos del verano. Tendrás sol como durante el verano y algo más de humedad que se te colará hasta los huesos, pero los momentos de los que disfrutarás nada tendrán que ver, con el chillerío ni las molestias del verano.
¡Ya me contarás!
Te ha faltado el emoji del guiño al final. 😉
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