Caracol: "Leucochroa hispanica"













Este representante del arte culinario refinado actual, tan exaltado por unos y repulsado por otros, tiene en los Acantilados a uno de sus representantes más cualificados; digno de las mejores mesas de no sé cuántas estrellas o premios conseguidos. Por esta comarca siempre ha habido la tradición de prepararlos de las más diversas maneras; y la verdad, es que también soy devoto de tan exquisito manjar. Ahora ya, los consumimos congelados y provenientes de granjas. Antes, en mi casa, era mi padre quien iba a buscarlos al campo, para posteriormente guisarlos. Al llegar a casa con el saco y posteriormente, la bolsa con unos pocos de caracoles, ponía la misma cara de cansancio y fatiga. Nosotros le preguntábamos qué le había pasado y siempre nos decía: “No veas la de carreras que me han dado para coger este puñado”.

Este gran caracol, pues su tamaño es considerable, no me ha dado grandes carreras; se ve que como todo cambia con los tiempos, se toma con más parsimonia su deambular por estos parajes. Su contemplación es más relajada, pero bastante complicada; más, en estos tiempos de sequía que corren, pues tendremos que salir en época de lluvias para poder toparnos con algunos de estos moluscos. Por cualquier rincón de los Acantilados podemos encontrarnos con conchas vacías de caracoles, pero para poder ver alguno, “vivito y coleando” tendremos que ponernos nuestra indumentaria para el agua y patearnos los Acantilados. ¡Siempre ha sido así!

Al caracol de la sierra lo vi por primera vez, también de la mano de Miguel “Carrucho”. Fue él, quien me enseñó el primer ejemplar y quien me habló de como era la recolección por toda sierra de Nerja. Como salía la gente al esparto y a buscar tan preciado molusco;  y cómo poco a poco fue descendiendo su número. Se recogían los que se podían durante el día y se llevaban para la casa, se mantenían vivos hasta que tras varios días de recolección ya se tenía para hacer un guiso “apañao”. Había quien mandaban a Barcelona, los caracoles para que pudieran probarlos, los familiares que habían tenido que emigrar, pero que tenían la nostalgia del guiso de caracoles que habían comido desde niños.

Actualmente, no sé cómo está su recolección. El uso indiscriminado de herbicidas ha hecho disminuir su búsqueda y consumo, tanto por lo escaso que son, como por los peligros que entrañan los herbicidas. En los Acantilados está claro que cualquier recolección está prohibida, por los que, nuestro estimado y admirado caracol deambula tranquilo por estos parajes; sólo, la pérdida de espacios, la sequía casi permanente, el machaqueo constante de veredas y espacios colindantes, la pérdida de terrenos cultivados,…etc, etc son algunos de los pequeños problemas con los que se encuentra.

Así, que preciado lector, si has elevado tus plegarias para que las lluvias aparezcan y no falte el agua en la casa, o para que tus aguacates o mangos no terminen secos, o para que pueda haber agua en las duchas de las playas,…… piensa también, que beneficiarán y serán bienvenidas por  nuestro caracol. 


 

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