El ciclo de la vida: “Juventud”













Cuando hablamos de juventud, se nos viene casi inmediatamente a la cabeza la frase hecha de: “Juventud divino tesoro”. Son tantas las vivencias positivas acumuladas durante tan bello periodo, que cuando lo vemos con la perspectiva de la persona madurada a fuerza de responsabilidades y decisiones; pensamos siempre que ha sido el mejor momento de nuestras vidas.

El periodo de juventud en la cabra, nada tiene que ver con el mismo periodo en la especie humana, a pesar de tener tantos genes en comunes. Si pudiésemos encontrarle alguna similitud, ésta sería con la estación del otoño en los Acantilados: “Es tan efímera, que apenas se observa su presencia”. 
La cabra pasa rápidamente de la infancia a la adultez en un corto espacio de tiempo; por lo que, su juventud es fugaz; pasa, de depender de las atenciones de la madre, a la más absoluta independencia en un santiamén.

En un suspiro, de apenas dos o tres años, tienen que aprender vertiginosamente todos los secretos, ardides y entresijos de los Acantilados para prolongar su vida lo máximo posible.
Tendrán que aprender a mitigar los largos calores y extensas sequías que se instalan por estos parajes. Tendrán que aprender dónde se encuentra la comida en cada momento; y lo que es más importante, tendrán que aprender a diferenciar, si lo que va colgado al hombro de los caminantes, es una colorida sombrilla de playa, o la camuflada funda del fusil que acabará con su vida.

Los Acantilados serán un liceo acelerado de la vida para las jóvenes cabras. El claustro de profesores lo forman los individuos de la manada. Cada uno irá enseñando al joven todo el lenguaje corporal y acústico necesario para mantener el orden y el máximo número de miembros de la manada. Aquí no hay tiempo para repeticiones de curso. Si algo no aprendes te puede costar la vida; por lo que la juventud es un estado constante de alerta y aprendizaje.

La juventud es un periodo casi vacío, de poca aportación a la manada. No podrán ayudar a la crianza de los chotos nacidos, ni participarán en los cortejos de la época de celo. Andarán a veces vagabundeando agrupados en pequeños grupos, o a veces en solitario, por los Acantilados; o unidos a algún macho viejo solitario (de estos hay pocos) de los que aprender a saber defenderse en este medio tan hostil. De aquí, que sea un tiempo donde se establecen profundos vínculos entre los miembros jóvenes de la manada, que perdurará hasta que tengan la mala fortuna, de cruzarse con alguna bala certeramente disparada.
¡La realidad aquí es mucho más dura, porque lo que está en juego es la vida!


 

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