El ciclo de la vida: “Nacimientos”













Todos los dioses se habían puesto de acuerdo para que la vida por estos Acantilados se parara y se produjera un lapsus cronológico vital. Según ellos, lo teníamos merecido. Eolo, provocó todos los vientos habidos y por haber para resecar cualquier atisbo de fertilización. Helios, esparció con contundencia todos sus rayos que penetraron hasta las rendijas rocosas más ocultas; abrasando cualquier atisbo de rebrote. Tláloc, dios azteca de la lluvia, no quiso cruzar el ancho piélago para descargar su preciado líquido por estos rincones; por lo que la seductora sequía, extendió sus largos tentáculos por doquier.

Así alineados en contra, tan importantes prtoganistas, la Vida se vio seriamente puesta en cuestión. ¡ Mal lo tenía Dioniso ! Pero el dios de la vida, nunca se da por vencido, aunque todo el Olimpo se hubiera hermanado en su contra. 
Aprovechó toda la fuerza empleada por Eolo para ir agrupando las partículas que éste esparcía; depositándolas en aquellos lugares secretos que sus adversarios desconocían.
Embriagó a Cronos para que el tiempo se descontrolara; provocando cierto desconcierto en Helios que no dominaba el periodo entre el Orto y el Ocaso.
Fue agrupando las nubecillas provenientes del cercano mar, y las fue dirigiendo hacia las plantas, cada vez más marchitas por la influencia de Helios; y éstas,  entendiendo tan hábil estrategia se apresuraban a captar cualquier gota por minúscula que fuera. Confundió y enredó más de una vez a Tláloc, para que descargara sin saberlo su valioso fluido por estos Acantilados. Tantas estratagemas tenían que dar sus resultados. Tanto esfuerzo y audacia se tendrían que ver recompensadas.  
La Vida fue desperezándose y fue brotando en todas sus formas. Fruto de ello, la cabra comprendió que este año también podía permitirse afrontar los alumbramientos que darían paso al nacimiento de una nueva generación. ¡No todas las cabras han visto dicha posibilidad!

Desde finales de abril,  han comenzado a observarse los primeros “chotos del año” nacidos en los Acantilados.  Protegidos por sus madres, que no se separan de ellos, hasta que puedan seguirlas, los chotos comienzan a explorar todo lo que les rodea, dando a los Acantilados, esa frescura  que toda nueva vida representa.

Durante algo más de un mes, se han sucedido los nacimientos de la “cabra” en estos parajes. Complicado lo han tenido para  buscar lugares apartados donde dar a luz, lejos de miradas que pongan en peligro su integridad y la de su retoño . Difícil tarea, en este lugar tan pequeño y tan densamente concurrido.
Pero el Nacimiento de la nueva vida ha podido con todas la adversidades; regocijándose Dioniso del esfuerzo realizado.

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