Ricino (Ricinus communis) 













Siempre asocié a esta planta con su conocido aceite. Nunca lo he tomado, por lo que no viví en carne propia su laxante efecto. Pero sigue revoloteando en mi mente las historias contadas, sobre la estrecha relación de este aceite con figuras del pasado que lo utilizaron como venganza para humillar a otras personas sometidas y mortificadas por pretender vivir en una sociedad distinta. Quizás, por lo íntimamente ligado que estaba el aceite a tan mezquina conducta, nunca se utilizó en mi casa con fines medicinales, ni con otros fines.

Paradojas de la vida, la primera vez que tuve entre mis manos los frutos del ricino fue cuando los recogía del suelo del patio de la sede de una asociación juvenil española, que servía de patio de recreo. Cada vez que salíamos al recreo, el suelo estaba alfombrado por los frutos de una planta de ricino que había crecido en el muro superior de la pared del patio. Al poco tiempo de salir al patio, parte del suelo era una mancha pegajosa y negruzca.

Planta de ricino, frutos por los suelos, asociación juvenil, antiguos camaradas con sus correrías purgantes……… Dejemos de elucubrar y cavilar posibles vínculos, y centrémonos en el ricino que crece en nuestros Acantilados. 

Planta totalmente salvaje y desligada de cualquier carga miserable. Nuestra planta crece robusta y vital por las zonas que fueron cultivadas antaño, y que actualmente son colonizadas por todo tipo de plantas; y entre ellas se encuentra nuestra higuerilla, como también se la conoce.
Se van viendo ejemplares salpicados por todos los ambientes que conforman los Acantilados, y hay que seguirlas durante todo su ciclo vital, para ir descubriendo la evolución de sus espinosos frutos.

Esta planta, al igual que ciertos sectores de nuestra sociedad, se ha reciclado para dejar olvidado su oscuro pasado; y se ha subido al carro de la nueva modernidad. Su polémico aceite, se emplea para elaborar trampas adhesivas de insectos, y ya se baraja su aplicación en la elaboración de biodesel.
¡No hay nada, como volver la mirada a la Naturaleza!

Atento caminante, cuando recorras nuestros Acantilados y te encuentres con esta planta tan mal aplicada por minúsculos grupos, recuerda que también ella, ha necesitado cambiar de camisa, para ir tirando.


 

Verdón (Chloris chloris)













A pesar de que hay multitud de pajarillos que se visten con un plumaje de color verde, ninguno aparece con el nombre y apellido, especificando el color de su vestimenta. Sólo nuestro humilde protagonista tiene tal honor. “Chloris chloris” (verde-verde) afirma rotundamente, que sólo tan cualificado espécimen, puede llevar tal honor.

Los Acantilados no pueden dejar de aprovechar la oportunidad que se les brindan, de albergar entre sus cultivos semiabandonados, y sus pequeños islotes de bosquecillos, a tan distinguida especie. 
No es de las especies más abundantes por estos parajes; por lo que su contemplación, a pesar de ser de los habituales por la zona, no es nada fácil. Es un pájaro tímido y cauteloso.
Se les suele ver merodeando los escasos puntos de agua de los Acantilados; así como las inmediaciones de los terrenos cultivados o abandonados que se diseminan por estos parajes.
También pueden ser identificados y descubiertos por su chirriante y enérgico canto, amenizado con agradables series de gorjeos y silbidos. Siendo esta cualidad, la que le ha llevado a engrosar la lista de cantores enjaulados, para distracción y disfrutes de los cofrades adictos, a esa extraña melomanía carcelaria.

Debemos recordar que nuestro “verdón”, junto a pardillos, jilgueros, canarios y verdecillos, estaba abocado a vivir una vida de lujo entre rejas; siendo muy habitual (aún hoy en menor medida se sigue haciendo) su captura para pasearlo por los más famosos escenarios de silvestrismo.

Pero no hay vida de lujo entre rejas, que pueda ser comparada a la libertad plena que te pueda ofrecer estos Acantilados; a pesar, de que el alimento escaso por estos lares, te lo tengas que buscar tú; a pesar, de que el agua no aparezca por arte de magia envasado en un dispensador esterilizado, si no que tengas que luchar con otras especies para beber en esos escasos puntos de agua, frecuentados y algunas veces acaparados por especies más fuertes y peligrosas.

Pero la vida para nuestro “verdón” es libertad, a pesar de sus peligros constantes; y esa libertad, hace que las especies vayan evolucionando hacia individuos más resistentes y fuertes…… y sobretodo, mejores cantores.


 

El ciclo de la vida: “Nacimientos”













Todos los dioses se habían puesto de acuerdo para que la vida por estos Acantilados se parara y se produjera un lapsus cronológico vital. Según ellos, lo teníamos merecido. Eolo, provocó todos los vientos habidos y por haber para resecar cualquier atisbo de fertilización. Helios, esparció con contundencia todos sus rayos que penetraron hasta las rendijas rocosas más ocultas; abrasando cualquier atisbo de rebrote. Tláloc, dios azteca de la lluvia, no quiso cruzar el ancho piélago para descargar su preciado líquido por estos rincones; por lo que la seductora sequía, extendió sus largos tentáculos por doquier.

Así alineados en contra, tan importantes prtoganistas, la Vida se vio seriamente puesta en cuestión. ¡ Mal lo tenía Dioniso ! Pero el dios de la vida, nunca se da por vencido, aunque todo el Olimpo se hubiera hermanado en su contra. 
Aprovechó toda la fuerza empleada por Eolo para ir agrupando las partículas que éste esparcía; depositándolas en aquellos lugares secretos que sus adversarios desconocían.
Embriagó a Cronos para que el tiempo se descontrolara; provocando cierto desconcierto en Helios que no dominaba el periodo entre el Orto y el Ocaso.
Fue agrupando las nubecillas provenientes del cercano mar, y las fue dirigiendo hacia las plantas, cada vez más marchitas por la influencia de Helios; y éstas,  entendiendo tan hábil estrategia se apresuraban a captar cualquier gota por minúscula que fuera. Confundió y enredó más de una vez a Tláloc, para que descargara sin saberlo su valioso fluido por estos Acantilados. Tantas estratagemas tenían que dar sus resultados. Tanto esfuerzo y audacia se tendrían que ver recompensadas.  
La Vida fue desperezándose y fue brotando en todas sus formas. Fruto de ello, la cabra comprendió que este año también podía permitirse afrontar los alumbramientos que darían paso al nacimiento de una nueva generación. ¡No todas las cabras han visto dicha posibilidad!

Desde finales de abril,  han comenzado a observarse los primeros “chotos del año” nacidos en los Acantilados.  Protegidos por sus madres, que no se separan de ellos, hasta que puedan seguirlas, los chotos comienzan a explorar todo lo que les rodea, dando a los Acantilados, esa frescura  que toda nueva vida representa.

Durante algo más de un mes, se han sucedido los nacimientos de la “cabra” en estos parajes. Complicado lo han tenido para  buscar lugares apartados donde dar a luz, lejos de miradas que pongan en peligro su integridad y la de su retoño . Difícil tarea, en este lugar tan pequeño y tan densamente concurrido.
Pero el Nacimiento de la nueva vida ha podido con todas la adversidades; regocijándose Dioniso del esfuerzo realizado.