Chamarín (Serinus serinus)

 














Siempre lo conocí como Chamarín, hasta que, leídas y manoseadas algunas guías de aves, descubrí, que en los círculos ornitológicos, era el “verdecillo”. Desde entonces, pasó a llamarse como decían las guías; desterrándose ese nombre vulgar, asociado al “vulgo” aficionado a encerrar cuanta ave cantara. Actualmente recibe el nombre de “serín verdecillo". 

Era nuestro Chamarín de las especies que los aficionados al silvestrismo, capturaban para deleitarse con su canto. Expuestas en hileras las jaulas y colgadas de las paredes, eran sacadas al exterior de las viviendas, para que los cautivos cantores, lanzaran a los cuatro vientos sus trinos y melodías. De verlos enjaulados en paredes, ventanas, talleres varios, barberías y demás negocios, son mis visiones y primeros recuerdos de este diminuto pajarillo. Entonces, no apreciaba sus bellas tonalidades amarillentas y verdosas; ni tampoco su canto me decía nada, cuando era Manolo Escobar o Joselito “el Pequeño Ruiseñor”, quienes me hacían disfrutar con sus gorgoritos.

Me llamaba más la atención, el colorido de los “colorines”, que para eso le habían puesto ese nombre; para que nos fijáramos en sus colores.

En las guías podíamos leer, que el “verdecillos se sentía feliz tanto en un bosque como en un jardín; en un huerto como en un árbol; y, ¡cómo no iba a gustarle y sentirse feliz en nuestros Acantilados! 

Acantilados que les ofrecen todo tipo de semillas y frutos de plantas anuales, árboles y arbustos de los que alimentarse; y, sobre todo, sus bellas atalayas hacia el infinito del mar donde entonar su canto, sin sentir cercanos los barrotes de jaula alguna.

Acantilados que les dan la seguridad de no acabar entre rejas para deleite de melómanos “pajariles”; pues, aunque ya no se ven por las calles de los pueblos hileras de jaulas colgadas, los amantes a este “ bel canto avícola” (unos 40.000 en nuestro país) siguen reclamando el reconocimiento de esta actividad, para temor del “chamarín”, que puede volver a vivir días de cautividad por su apreciado cante.
Esperemos que el Chamarín siga buscando la seguridad de los Acantilados y que sigamos disfrutando de su sonoro libre canto, en los paseos por sus veredas.


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