Las eras













Los Acantilados son un imponente paisaje que se abren al mar. Son tan grandiosos, que soslayan cualquier atisbo de rememoración de su importancia en épocas pasadas. Será la profunda contemplación y conocimiento de los mismos, la que nos vaya abriendo el inmenso libro de historias y costumbres que esconden. 

Si vamos fijándonos con atención, vamos descubriendo círculos empedrados junto a los cortijos, que salpican las laderas que caen inexorablemente hacia el mar. 
Círculos perfectamente orientados para desarrollar la labor para los que fueron construidos.
Colocadas en balcones magníficos sobre el amplio y profundo mar, o escondidas en lo más profundo del acantilado, las eras jugaron un papel primordial en la vida y en el día a día, de las personas que moraban por estos rincones.

Su presencia nos habla de los sudores y esfuerzos que tuvieron que realizar para sobrevivir en este medio tan hostil; donde con mucho afán y sacrificio se le arrancaba a la tierra las cosechas y frutos necesarios para sacar adelante la familia. 

Fueron testigos de fiestas y algarabías, donde se lucían las mejores galas, para la celebración de acontecimientos familiares; de bailes, a los sones de violines, guitarras y bandurrias. 
De coplas de rueda y danzas en círculos; de verdiales, cantados con esa voz y esos sones tan moriscos, que resonaban por todas las playas.  
De los primeros amores y de los primeros besos furtivos robados o correspondidos. 
De tertulias alargadas hasta el amanecer acompañadas con un humeante tazón de café de achicoria.
De letanías a la luz de la luna, con el sonido de las olas como fondo, para despedir al ser querido……..

Como todo lo relacionado con épocas pasadas, el paso del tiempo tampoco ha sido benévolo con las eras.  Desperdigadas y escondidas se van deteriorando por el desuso y el abandono. Ya no queda “cortijero” que vaya reponiendo la piedra descolocada o desajustada; todo lo contrario, la piedra que se levanta, actúa de ficha de dominó que hace que las del alrededor, vayan levantándose igualmente, descomponiéndose la armonía del todo el conjunto.
 Las eras se van desgranando de sus piedras colocadas con tanta sabiduría y esmero; y, otro vestigio de usos y costumbres de los Acantilados, desaparecerá ineludiblemente de nuestro acervo cultural.


 

1 comentario:

  1. Es curioso que haya tantas eras con el poco espacio llano que hay donde poder sembrar. Dura tuvo que ser la vida de los agricultores de la zona.

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