Es la planta por excelencia de estos Acantilados. Prácticamente los Acantilados son lentiscos. No hay rincón en el que no aparezca esta “pistacia”. Se encarga de darle colorido durante todo el año, a estos parajes tan castigados durante la época estival; y, protección y alimento a la diversa fauna de este ecosistema; siendo estos animales, los que indirectamente se encargan de dispersar las semillas por los lugares más recónditos.
El lentisco es un “arbusto” con un porte no muy alto, pero no porque no sea capaz de desarrollar un tronco y ramas importantes, si no por que su explotación para leña, nunca ha dejado que esta “pistacia” pueda desarrollarse como su primo el terebinto.
El lentisco, como combustible, abastecería las caleras cercana hasta la finalización de su explotación.
Con la explotación de la planta en todas sus facetas, y los largos períodos de escasez de lluvias por estos pagos; el lentisco tiene a corto plazo, pocas posibilidades de alcanzar su desarrollo como árbol.
También se ha aprovechado sus frutos para la extracción de aceite, y su sabia emparentada con las del incienso y la mirra, también fue muy valorada. Desprende un intenso olor muy agradable en determinadas épocas del año, que llena con su aroma todas las laderas de los Acantilados.
Esperemos que en las próximas décadas los Acantilados se conviertan en un bosque de pistacias.
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