Se cumple un año del comienzo del blog, principio y continuidad de otro anterior, que se cerró. Este nuevo blog, como comentaba en su primera entrada, quería mostrar un nuevo amanecer en los Acantilados, sin sospechar que más que amanecer, se nos abriría un periodo de tinieblas, más para los que deambulamos por los Acantilados, que para los Acantilados mismos.
Lo que iba a ser un diario, más o menos fiel, sobre la vida en estos parajes, se ha convertido en una revista de intermitente publicación.
A retazos hemos podido ir contando y sacando a la luz todo lo que estos Acantilados nos han ido ofreciendo a lo largo de este extraño año.
La primavera pasó fugaz como meteorito al entrar en contacto con la Tierra. Nos la tuvimos que imaginar desde nuestras viviendas.
Ha sido el verano la estación que más hemos podido disfrutar de sus encantos, pero en el fondo, es la más monótona a la hora de contemplar su diversidad. La ingente cantidad de bañistas que se han acercado a deleitarse de sus limpias playas, hace que todo lo demás, que nos pueden ofrecer los Acantilados, se vea relegado a huir de tan masiva presencia. Lo que es un paraje natural de alto valor ambiental, se transforma durante los meses de verano, en vulgares playas atiborradas de bañistas; y en un trajín de artilugios y embarcaciones diversos surcando sus aguas.
Del otoño, poco podemos decir. Éste es caprichoso e irregular. Nos visita cada equis años, sin una alternancia lógica. Pocas veces lo hemos visto; y este año no iba a ser una excepción.
El invierno imitó a su hermana Primavera; sentimos sus días gélidos, este año más que otros, desde las ventanas de nuestras habitaciones. Nos hubiera gustado sentir en nuestro rostro, el vientecillo helador de este invierno tan fuera de lo común. Comprobar sus presencia tan glacial por unos parajes que viven un verano casi constante. Parafraseando a los muertos de la canción; cuando se cumple un año desde que comenzó su andanza el Blog, nos hemos sentido: “En cautiverio, y no nos han dejado salir del cementerio”.
Mientras tanto, y a pesar de las difíciles situaciones vividas, la Naturaleza completó todo su ciclo en los Acantilados, sin la molesta presencia de cuantos nos acercamos por sus alrededores.
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