Palmito (Chamaerops humilis)














Conocí el Palmito, cuando comencé a recorrer la sierra de Nerja, acompañado de Miguel "Carrucho" (guarda de la Reserva de Caza), y atravesábamos los barrancos de la abrupta Almijara repleta de plantas de palmitos. ¡Qué gratos recuerdos!  ¡Descender desde el Almendrón hasta la cueva de la Zarabandija, y pasar la noche allí! ¡Subir hasta Masllanas y bajar por las laderas de Perruchino, por la "Colá de la Cornicabra hasta el comienzo de Cazadores, ya cerca de la Fuente del Esparto!
Fue Miguel "Carrucho" quien más me habló sobre esta planta: de cómo iban limpiándola hasta llegar al corazón tierno de la planta que era lo comestible; de la cantidad de palmitos que había pelado en su juventud y de la cantidad de gente que salían a la sierra al palmito, al esparto y a los caracoles.
Actualmente el "Palmito" es otra de las plantas relegadas, casi desconocidas de nuestros Acantilados, siendo la única palmera autóctona con la que cuenta nuestra Península. Es otra de las plantas, que tuvieron su época de esplendor, y que quedaron olvidadas durante muchos años.
Aunque el consumo de palmito se ha puesto de moda, se trata éste que consumimos, más industrial y de origen sudamericano. ¡Ya nadie sale a la sierra a coger palmitos!
Nunca comí palmitos en mi niñez, ni era tan conocido, como lo es en la actualidad.
Nuestro palmito está extendido por todos los Acantilados. Es difícil encontrar alguna ladera o barranco donde no esté presente. Sus largas hojas tan características, así como su tonalidad verde, se divisa fácilmente, en cualquier rincón. Por muy agostada que esté la tierra, resaltará ese tono verde oscuro del palmito. En algunas zonas, será el único verde que podamos divisar durante varios meses.
Su resistencia a la sequía roza lo épico. Podremos observar plantas mediterráneas, acostumbradas a largas sequías, que terminan sucumbiendo a algunos de estos periodos, pero todavía no he observado, alguna planta de palmito desecada por una larga sequía. 
Sus flores de color amarillento, nacen en ramas floríferas entre las ramas, y serán las que formen sus frutos: dátiles o "palmichis". Serán más redondos que los dátiles que conocemos, pero al igual que estos, cuando maduran tienen ese sabor áspero y dulzón que los caracteriza.
La cabra que tiene que padecer los rigores estivales de los Acantilados, igual que el palmito; tiene incorporada en su dieta los frutos del palmito. Ella no se ha dejado seducir por las modas, y continúa siendo fiel a la llamada atractiva del dulzor de sus frutos, contando en los Acantilados con tal fiel aliado, que les abastece de tan delicioso manjar.



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