El Progreso, con su rodillo implacable, va desterrando modas, actividades y vocabularios. Nuestra protagonista es un claro ejemplo de ello. Durante muchos siglos se ha llamado a esta planta candilera o mechera, lo mismo que a otras afines, que tienen hojas alargadas y muy pelosas, porque humedecidas en aceite se empleaban como mecha de candil.
Su nombre científico, Phlomis lychnitis, presenta un interesante significado. “Phlox” significa en griego llama y “lychnos” significa lámpara, haciendo referencia a que las hojas han sido utilizados hasta no hace mucho para fabricar las mechas de los candiles de aceite, ya que su estructura esponjosa y su pilosidad les confiere gran durabilidad.
Pero si nos fijamos bien en esta planta, más que a un candil, para lo que fue usada, podemos decir que toda ella, se asemeja más a un candelabro. Su forma alargada, sus flores dispuestas en verticilos y sus llamativos colores amarillos, nos recuerdan las llamas débiles de un candelabro de múltiples brazos.
Ya sea candil o candelabro, desterrados éstos para el alumbrado, su decadencia para tal fin, ha sido notoria.
Pero no sólo era utilizada para las mechas de los candiles, su utilización en medicina también ha sido notoria. La inflamación de riñón, combatir las arenillas, las piedras y ayudar a orinar; así como, la acidez de estómago y cortar la diarrea, colitis e inflamaciones intestinales, varices, hemorroides, heridas superficiales, golpes, contusiones, inflamación hepática, tensión alta, contra la sangre espesa………… No había inflamación, infección o contusión que se le resistiera a la candilera. ¡Menos mal, que le hemos vuelto la espalda a la medicina natural! Por que con lo aprensivos que nos estamos volviendo, pondría en peligro a esta planta.
Ya puede descansar tranquila nuestra protagonista esparcida por caminos, y terrenos baldíos, sin sentir ese peso angustiante, de ser desposeídas de hojas para alumbrar palacios y humildes chozas; o verse arrancada en su totalidad, para ser desecada y servir en tisanas y emplastos en curas naturales.
En los Acantilados podemos encontrar por la mayoría de los terrenos a la “candilera”. No hay grandes poblaciones, pero su contemplación en cualquiera de los paseos, es bastante habitual. Su contemplación en primavera junto a otros “Phlomis”, es muy llamativa. Los tonos mezclados de rosas, amarillos y algún que otro “Phlomis” blanco, dan un tono colorista a espartales y piornales.
Así que observador caminante, si en tus paseos por estos Acantilados, te encuentras con esta llamativa planta, y, ya tienes cierta edad, para conocer y diferenciar entre candil y candelabro, disfruta de su contemplación.
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