Ya advertíamos, los fieles fotográfos devotos de estos parajes, que aparecíamos por los Acantilados durante el celo de la cabra montés, para inmortalizar en instantáneas, tan apasionante momento, que este ejemplar iba a tener una cornamenta particular. Veíamos que tarde o temprano su cuerna, por la forma que iba tomando, terminaría juntándose, y quizás pasase a formar parte del grupo de caza selectiva. Sería incapaz de aguantar la presión, que el crecimiento produciría en su cráneo, al juntarse cada vez más un cuerno sobre otro; y para ahorrar tan desagradable y quizás doloroso momento sería sacrificado como mandan los cánones de las rigurosas leyes cinegéticas.
Pero el paso de los años nos deparó una grata sorpresa. La cuerna de tan insólito ejemplar, fue creciendo pero sin llegar a juntarse los cuernos. El crecimiento se iba produciendo según lo establecido, pero en sentido paralelo el uno sobre el otro. Este singular crecimiento le daba un cierto tinte misterioso, y así, cada época de celo era uno de los modelos estrellas para los fotógrafos. Antes incluso de entrar los animales en celo, ya había un seguimiento de tan misterioso ejemplar. Las preguntas sobre sus avistamientos y andanzas eran constante. Todos queríamos ser uno de los primeros, en mandar al resto, la foto de la cuerna mostrando el crecimiento producido, y si había algún atisbo de toparse un cuerno sobre el otro.
Lo bautizamos como “Cornigacho”, pero desde su bautizo, hasta el último año en que fue fotografiado apenas transcurrieron cinco años. El nombre lo llevó durante poco tiempo, apenas le llegó para inscribirse en Primaria con dicho nombre, aunque desapareció con unos doce o trece años. La edad de los macho monteses siempre son aproximativas. Nuestro “Cornigacho” desapareció como lo hacen en los Acantilados la mayoría de ejemplares adultos: unos mueren de viejos apoyados sobre cualquier muro de los chalets de las urbanizaciones cercanas; otros por enfermedad; la inmensa mayoría, aparecen sin cabeza en cualquier parte de los Acantilados; y, de otros, sólo nos llegan los rumores de su posible abatimiento.
El “Cornigacho” desapareció hace ya dos años, sin saber cual fue su suerte, pero cuando durante el celo deja de aparecer uno de los machos emblemáticos del celo anterior, los presagios no son nada bueno. La ausencia cada vez más, de grandes machos, hace que los furtivos asesinen a cuanto ejemplar más significativo se les cruce por su mira, sin importarles la edad del ejemplar escogido.
Así que osado, intrépido y observador senderista que recorres todos los rincones de estos Acantilados, si por casualidad en una de tus andanzas, te encuentras con los despojos de lo que fue un macho montés, y a su lado, o en las cercanías encontraste una cuerna algo singular; piensa que correspondieron a uno de los ejemplares, que tuvo sus días de esplendor y fue uno de los más buscados para ser fotografiado.
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