Lycium intricatum (Espino cambrón)













En la nomenclatura vegetal, al igual que ocurre en otras nomenclaturas biológicas, hay especies en las que coinciden el mismo nombre vulgar. Este es el caso del “Lycium intricatum” y el “Maytenus senegalensis”, ambos especies características de estos Acantilados; ambas especies con prominentes espinas, y ambas especies pugnando por cual ser el espino más “cambrón” de las dos, por que en ningún caso, te gustaría dar un traspiés y caer de bruces sobre alguna de las dos especies. El término cambrón proviene del latín "avispón" y como nombre común suele hacer referencia a plantas de tallos enredados y espinosos, para soportar los fuertes vientos y el ramoneo de los herbívoros. Hay quien apuntan que la excesiva longitud de los espinos en los “lycium”, es debido a la protección de la planta contra los grandes herbívoros que poblaron la Península hace millones de años, como elefantes y rinocerontes.
 
Como ocurre igualmente, en los créditos de las películas, donde nos van poniendo los nombres de los actores por orden de aparición; como el “Lycium”, ha sido nuestro primer protagonista en aparecer, le hemos concedido el honor de ser el más cambrón de los dos.

Aclarada la nomenclatura, y lo de llevar tan distintivo nombre, tenemos que decir que el “Lycium intricatum” está emparentado con el “Europaeum” y con el “Barbarum”, éste último el que produce las célebres bayas de Goji, tan preciadas y caras. El lycium intricatum se diferencia de los otros lycium, en que sus hojas son carnosas. Vive sobre suelos pedregosos o arenosos, soportando muy bien las sequías estivales. ¡Qué le van a decir a estos Acantilados sobre sequía! Lo que no soporta son las heladas. Soporta igualmente, los suelos salinos (halófilos); y claro, si en algo se caracteriza los Acantilados, sobre todo en sus zonas más costeras, es por tener unos suelos bastantes salinos; por lo que es habitual ver los ejemplares de “Lycium” en las zonas más expuestas a la influencia marina.

El “Lycium intricatum” estuvo incluido en la lista roja de la flora vascular de  Andalucía (2005) como especie catalogada, casi amenazada (NT). Actualmente, hay quienes la catalogan de preocupación menor (LC). Importante paso el dado para la conservación de esta planta que parece que ha sido capaz de sobreponerse a las inclemencias de los factores meteorológicos y ambientales que podían poner en peligro su existencia.

Así que sempiterno caminante, que recorres estos Acantilados y tienes la curiosidad de conocer y diferenciar, cuanta planta se cruza en tu camino; que sepas que el espino cambrón, en sus dos modalidades se hallan por estos contornos, que tengas la precaución de no dar un traspiés y darte de bruces contra ninguno de ellos.


 

Primavera
















     Siendo la primavera, la estación que va después del invierno y antecede al verano, en nuestros Acantilados, podríamos denominarla “verano suave, tirando a verano de verdad”. No hay primavera como tal. Aquí no hay deshielo. Aquí no hay invernación. Ni brotar suave de la vida. Desaparece el frío, corto período de frío, y llega el “caló”. No existe esa estación intermedia, que prepara a las especies al rigor del verano. El calor intenso cubre las laderas de estos acantilados, del color ocre-amarillento del secano, sin apenas dar tiempo a las especies, a revivir su ciclo vital. Surgen prematuramente las flores, por aquí, y por allá, en las minúsculas zonas donde la humedad ha hecho posible, el milagro, aquí nunca mejor dicho, de la “primavera”. Son invitadas apresuradamente a concluir tan imprescindible ciclo, para agostarse rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos. Los últimos años, esa sensación del surgir del verano violentamente, se había acentuado hasta límites peligrosos, donde las especies más resistentes al estío estaban sucumbiendo ante tan implacable estación.

Pero esta Primavera no podía pasar de largo sin hacerle un panegírico después del invierno tan generoso en lluvias. Lluvias que eran ansiadas por todos en estos Acantilados. Después de esas lluvias llegó esta espléndida y esperada Primavera. 

Después de esas lluvias brotaron miles de flores como hacía años que no sucedía: las margaritas tomaron todas las praderas; las flores del esparto empezaron a sobresalir sobre el resto de planta; los lentiscos mostraron el verde intenso, propio de una fortaleza inusual. Fueron acompañadas por phlomis, borrajas, amapolas, gladiolos, jacintos, iris. De las rocas salinizadas pegadas al rompiente del mar surgieron algazules, siemprevivas, silenes y frankenias. De los pocos arenales costeros con los que cuentan estos Acantilados, surgieron cakiles, saxiles, romeros e hinojos marítimos. 

Después de esas lluvias revolotearon por doquier infinidad de insectos: mariposas, escarabajos, abejas, abejorros,….. Las flores eran un cobijo y un lugar de un ajetreo incesante de insectos sobrevolando y dándose un festín sobre sus pétalos.

Después de esas lluvias reaparecieron pájaros que los últimos años no se dejaron de ver. Aves que buscaron lugares más idóneos para pasar el verano. Alcaudones, chochines, ruiseñores, llenaron con su presencia ese hueco que años pasados quedaron desierto. ¡Nunca mejor dicho!
¡Todos los Acantilados se llenaron de vida!
   
 Mientras tanto, la cabra sigue su proceso vital. Las hembras se van separando al ritmo lento, que les dicta su organismo. Buscarán lugares apartados, si los encuentran, donde darán a luz a un retoño, que nacerá a finales, los más prematuros; mientras el resto irá viendo la luz intensa de estos Acantilados, durante todo el mes de mayo. Será tarea ardua y difícil, en estos parajes,  donde incesantemente hay un deambular de personas de aquí para allá.
    
Le acompañarán en estas funciones todo el resto de fauna que habitan los Acantilados: aves, mamíferos, insectos.... Cantos diversos, llamadas exigiendo comida, aleteos raudos para no ser parte de esa comida, y otros igual de veloces para procurarse el sustento, se sucederán durante toda las jornadas de la primavera y el verano.

Así que osado y audaz caminante, espero que aproveches esta hermosa Primavera surcando las sendas y caminos que estos Acantilados te ofrecen, pero siempre ten presente que es un Paraje Natural, y que las especies que por aquí deambulan necesitan de esa tranquilidad necesaria para poder sobrevivir. Lo tuyo es mera diversión y expansión, pero para ellos es pura supervivencia.


 

Cornigacho














Ya advertíamos, los fieles fotográfos devotos de estos parajes, que aparecíamos por los Acantilados durante el celo de la cabra montés, para inmortalizar en instantáneas, tan apasionante momento, que este ejemplar iba a tener una cornamenta particular. Veíamos que tarde o temprano su cuerna, por la forma que iba tomando, terminaría juntándose, y quizás pasase a formar parte del grupo de caza selectiva. Sería incapaz de aguantar la presión, que el crecimiento produciría en su cráneo, al juntarse cada vez más un cuerno sobre otro; y para ahorrar tan desagradable y quizás doloroso momento sería sacrificado como mandan los cánones de las rigurosas leyes cinegéticas. 

Pero el paso de los años nos deparó una grata sorpresa. La cuerna de tan insólito ejemplar, fue creciendo pero sin llegar a juntarse los cuernos. El crecimiento se iba produciendo según lo establecido, pero en sentido paralelo el uno sobre el otro. Este singular crecimiento le daba un cierto tinte misterioso, y así, cada época de celo era uno de los modelos estrellas para los fotógrafos. Antes incluso de entrar los animales en celo, ya había un seguimiento de tan misterioso ejemplar. Las preguntas sobre sus avistamientos y andanzas eran constante. Todos queríamos ser uno de los primeros, en mandar al resto, la foto de la cuerna mostrando el crecimiento producido, y si había algún atisbo de toparse un cuerno sobre el otro. 

Lo bautizamos como “Cornigacho”, pero desde su bautizo, hasta el último año en que fue fotografiado apenas transcurrieron cinco años. El nombre lo llevó durante poco tiempo, apenas le llegó para inscribirse en Primaria con dicho nombre, aunque desapareció con unos doce o trece años. La edad de los macho monteses siempre son aproximativas. Nuestro “Cornigacho” desapareció como lo hacen en los Acantilados la mayoría de ejemplares adultos: unos mueren de viejos apoyados sobre cualquier muro de los chalets de las urbanizaciones cercanas; otros por enfermedad; la inmensa mayoría, aparecen sin cabeza en cualquier parte de los Acantilados; y,  de otros, sólo nos llegan los rumores de su posible abatimiento.

El “Cornigacho” desapareció hace ya dos años, sin saber cual fue su suerte, pero cuando durante el celo deja de aparecer uno de los machos emblemáticos del celo anterior, los presagios no son nada bueno. La ausencia cada vez más, de grandes machos, hace que los furtivos asesinen a cuanto ejemplar más significativo se les cruce por su mira, sin importarles la edad del ejemplar escogido.

Así que osado, intrépido y observador senderista que recorres todos los rincones de estos Acantilados, si por casualidad en una de tus andanzas, te encuentras con los despojos de lo que fue un macho montés, y a su lado, o en las cercanías encontraste una cuerna algo singular; piensa que correspondieron a uno de los ejemplares, que tuvo sus días de esplendor y fue uno de los  más buscados para ser fotografiado.