A nuestra protagonista, no la hemos visto formar parte de esos enormes ramos de flores, que regalamos cuando la ocasión lo requiere; tampoco la hemos contemplado, a los pies de las imágenes procesionadas por nuestras calles, cuando la ocasión lo requiere; ni siquiera a nadie se le ha ocurrido ponérsela en la solapa de la chaqueta, ni en el pelo, cuando la ocasión lo ha requerido. Nuestra protagonista es una de esas humildes flores que se desarrolla a duras penas, en lo más abrupto y agostado de nuestros Acantilados. Eso le ha hecho, que entre sus innumerables nombres, pueda llevar el de “dianthus valentinus”, haciendo gala a su fortaleza y robustez. Valentía necesaria para crecer por estos terrenos y en estas épocas, tan poco propicias para el resurgimiento y crecimiento de planta alguna.
Debido a todos estos contratiempos con los que se va encontrando la clavellina, no la encontramos formando grandes praderas, ni grandes concentraciones que nos llene los ojos, con su colorido. En ella, se encuentra también el gen del individualismo, que dicen que tenemos los españoles. Los ejemplares que podemos encontrar por estos Acantilados, van surgiendo de uno en uno, como si fuesen renegando de sus congéneres más famosos que crecen apretujados bajo plástico; todos tan uniformes y con los mismos caracteres, que los harán ser tan preciados. ¡Qué nos gusta la uniformidad! ¡Cuánto tiempo nos han asustado con la uniformidad de ciertos países, y nosotros cada vez siendo más uniformes, pero creyéndonos que elegimos libremente!
Nuestra clavellina quizás sea esa especie que luche contra esa uniformidad, rebelándose contra las modas impuestas, también en las flores. Quiere reivindicar con su presencia, aunque sea en pequeño número, que es una planta tan importante como cualquiera otra tan en boga en estos tiempos; pues se trata de uno de nuestros endemismos que todavía podemos encontrar; y como tal endemismo, tenga que luchar con uñas y dientes para no ser devorada y extinguida, por los desenfrenos del progreso incontrolado que nos envuelve.
Así, que robusto y valiente caminante que gustas de dar tus paseos, o realizar tus “trekkings” por estos Acantilados; ve atento a los márgenes de los senderos, por que tal vez, te encuentres con este endemismo, tan valiente como tú, y que cuenta entre sus nombres, con el de “malacitanus”. Si por algún motivo, lo encuentras junto al sendero, pero ya has cruzado la ligera raya o límite provincial, y te encuentras ya en otra provincia, no te preocupes, que sigue llamándose “malacitanus”.