Es una de las aves habituales durante la época estival por nuestros Acantilados. Aparece por el mes de abril, junto con su hermano el papamoscas cerrojillo, aunque éste último seguirá su rumbo hacia tierras más septentrionales, y nos abandonará por el mes de septiembre. Sólo estará presente en nuestros Acantilados durante la época de cría.
Su hábitat preferido en los Acantilados, son los bosquecillos de pinos, donde a finales de mayo empezará la construcción del nido, y hará su primera puesta; pues, puede darse el caso de que nuestro visitante estival realice otra segunda puesta. Será a finales de julio cuando los pollos abandonen el nido y se busquen la vida por sí solos.
Nuestro Papamoscas es una especie eminentemente insectívora, aunque en ocasiones no haga ascos a alguna que otra fruta. Posado en cualquier rama, valla o seto, acecha a los insectos desde tan privilegiados lugares, para con un vuelo veloz y corto lanzarse sobre el insecto divisado que cazará al vuelo, para volver al mismo posadero.
Es una especie que tolera bien la presencia humana, dejándose de ver y contemplar; en algunas ocasiones, cuando los pollos están volantones, podemos verlos de cebarlos, erguidos en cualquier posadero.
Al principio, cuando lo vemos en la distancia, podemos pensar que se trata de algún gorrión más acostumbrado a la presencia humana; pero cuando nos vamos acercando contemplamos su tonos grises y su tenue listado en cabeza, pecho y garganta, y nos damos cuenta que estamos ante la presencia de este Papamosca, que con sus tonos tan discretos pasa desapercibido la mayoría de las veces.
Es un ave solitaria, que volverá cada año al lugar donde crió, y del que seguiremos disfrutando verano tras verano por estos Acantilados, tras su vuelta de tierras tropicales africanas.
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