Celo anómalo















Los Acantilados son un constante hervidero: de hormonas flotando en el ambiente durante el celo de la cabra montés; de fotógrafos que aparecen para captar esa imagen impactante; y de furtivos cazadores, que aparecen para apropiarse de esa cabeza con la que adornar una estancia o vender en el mercado negro de la caza. 
Mundo de la caza, que avispados defensores de la Naturaleza, quieren elevar a asignatura en los Centros escolares.
Tendrán que decir qué contenidos se darán en los centros; si, los referentes a la caza legal, que dirán que por supuesto, es ésa la que quieren difundir; o, los contenidos de la caza furtiva y el mercado negro de la caza que tan paralelo y de la mano van con la caza legal. 
¡No nos vayamos del tema! 
Este celo, se caracterizó por una menor presencia de apuestos galanes deambulando por sus parajes, para la seducción de la bella hembra lista para la procreación.
Actores secundarios han relevado a las primeras estrellas, perdiendo los Acantilados ese áurea de lugar emblemático para la contemplación de tan significativo acontecimiento.
Manadas de más de una docena de ejemplares, se veían huérfanas de ese ejemplar poderoso que daba plenitud a tan álgido momento; en su caso, ejemplares muy jóvenes tomaban la iniciativa en tan transcendental cortejo.
¡Ya se temía que esto sucediera! Muchos han sido los galanes dramáticamente apartados de los escenarios. 
Para los que nos movemos por los Acantilados todo el año, el celo nos ha decepcionado por las escenas contempladas; si las comparamos con las mismas escenas vividas en años anteriores; pero, también han sido momentos de alegría por volver a contemplar ejemplares que creíamos que ya no estarían presente en este celo.
Ardua labor, la de poder encontrar y observar  aquellos grandes galanes, que desaparecieron el celo pasado; pues no teníamos la certeza, de que hubiese sido de forma voluntaria; apartándose, como es habitual, del ajetreo de la manada. 
Teníamos el convencimiento, de que su desaparición había sido producida de forma trágica, como viene sucediendo los últimos años.
Para su contemplación hemos tenido que recorrer los rincones más apartados de los Acantilados, ya que la cabra ha empezado a frecuentar terrenos más escarpados, en los que se encuentra más segura, tras la persecución mortal a la que está siendo sometida.
A pesar de todo, la cabra ajena a los galanes que han perdido, y las amenazas constantes, se ha puesto el mundo por montera; y nos han deleitado, con las habituales bellas imágenes  de este transcendental momento.
No ha habido rincón de los Acantilados, donde las escenas amorosas no se hayan reproducido, y donde la fuerza de la descendencia y de la vida, se haya amedrentado ante tantos desafíos.
El poder captar esos momentos: las miradas, la delicadeza en el cortejo, la contundencia con los rivales……. superan con creces todos los malos augurios precedentes.
Debemos de ser conscientes de que un futuro incierto se le avecina a la cabra en estos Acantilados, sobre todo cuando a los furtivos, se les unan sobre todo, la ingente cantidad de escolares formados en la asignatura de la caza, y salgan a realizar las prácticas de lo aprendido en las aulas.


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