Alcatraz atlántico (Morus bassamus)













Cuando las playas de nuestros Acantilados se van despejando de las hordas de bañistas, que han sido arrojadas por las lanzaderas puestas para tal propósito, durante el verano; aparecen acompañando a los vientos más fresquitos del otoño, este ave de gran y señorial porte. Los fríos del norte, los desplazan hacia latitudes más amables……. No sabemos si vienen solos, o aprovechan los vuelos que arrojan por toda la costa, a los miles de nórdicos que ocupan el vacío dejado por los veraneantes.

Su apariencia debido a su gran envergadura es inconfundible. Sus largas alas blancas terminadas en manchas negras hace que se puedan identificar con cierta facilidad; así como por su largo, robusto y afilado pico. Los podemos ver volar en solitario o en grupos, pero lo más llamativo de estas aves, son sus picados desde gran altura. 

Este gran ave es un “jartible” del mar, pues pasa la mayor parte de su vida en el mar, aunque a veces, tiene la deferencia de acercarse a la costa; coyuntura, que aprovechamos para disfrutar de su observación.

Cuando el mar reverbera por los bancos de peces en ebullición, este misil aire-mar comienza sus picados sobre la zona. Esos picados son el gran encanto que tiene la contemplación de estas enormes aves. Es un continuo sobrevuelo de cazas en forma de aves que no cejarán en sus intentos hasta saciar su apetito. Te quedas boquiabierto contemplando el espectáculo

Se eleva a gran altura y desciende a una velocidad endiablada en busca de su presa. Del agua levantan el vuelo girándose cara al viento y agitando pesadamente las alas, saliendo de su zambullida con un aleteo fuerte para ponerse otra vez en posición de realizar nuevamente otro picado.

Al contrario de lo que nos muestran los reportajes de estas aves en sus cuarteles de cría durante el verano, donde podemos verlos posados en cualquier parte, en los Acantilados es muy difícil verlos posados descansando a la luz del cálido sol del invierno. Siempre suele verse volando de Levante a Poniente, o viceversa, en busca de una señal que les indique el lugar adecuado para sus zambullidas. Su vuelo parsimonioso y su ir y venir es constante.

Así que otoñal e invernal caminante, que has huido de las aglomeraciones del verano, y escoges estas estaciones para disfrutar de la tranquilidad y de los paisajes que estos Acantilados te brindan, de vez en cuando fija tu mirada hacia el mar, y quizás puedas contemplar el gran espectáculo que te brindan estas grandes aves aladas.

¡Qué disfrutes de la exhibición!


 

La alberca














Es una pequeña isla de agua rodeada de tierra árida, casi desértica.

Es verdaderamente ese estanque dorado para los largos meses de estío. 

Es el inmenso mar de los que cruzan este piélago del que no pueden saciar su sed.

Es el punto inicial y final donde harán parada obligatoria los exhaustos por tan prolongados esfuerzos. 

Es la luz que refleja la vida para los sedientos que llegan y partirán para tierras más lejanas.

Es el faro para los que han decidido pasar la temporada estival por estos Acantilados.

Es el santuario, durante el verano, al que acudirán en romería los peregrinos que habitan por sus alrededores.

Es el Titán que ha resistido el paso del tiempo y la competencia de sistemas más modernos.

Es la constancia palpable de ilusiones puestas en vivir de esta tierra.

Es el pozo más profundo para los que asombrados, por tal hallazgo, se sienten seguros.

Es la encrucijada perfecta para los que viven de la “rapiña”.

Es la picota para los más débiles.

Para ti versado caminante, que has tomado la opción de pasar cerca, es simplemente una vieja y herrumbrosa alberca de los tiempos de maricastaña, a la que la maleza y los arbustos están acorralando. Pero acércate y remoja tus manos hasta sentir la frescura del agua. Entonces, quizás, aprecies la importancia de esta decrépita y enmohecida alberca.


 

Xylocopa violacea (Abejorro carpintero).










¡Qué decir de este abejorro de gran tamaño, pues ya su nombre tanto científico como común, nos indican por dónde van a ir los tiros!

Malos tiempo hemos tenido por los Acantilados para observar insectos. De los pocos insectos que hemos podido observar, se encuentra este abejorro, de gran tamaño y de brillante color negro con ligeros toques de violeta o azul. Su nombre científico proviene del color de las alas, y es lo primero, aparte de su tamaño, de lo que nos llama la atención cuando nos lo encontramos posado. Su nombre común proviene de que la mayoría de ellos hacen sus nidos en la madera o en tallos herbáceos. Por lo tanto es un trabajador de la madera, como tantos otros animales, asiduos a la artesanía de la madera.

Ya sabemos del inmenso, complicado y variado mundo de los insectos.  Cuando nos adentramos en la taxonomía y nos enfrentamos de golpe  con phylum, subphylum, classis, orden, suborden,……etc, etc. hasta dar con el insecto en cuestión, es todo un galimatías del que vamos dando vueltas y más vueltas, para la mayoría de la veces encuadrarlo en una categoría genérica; pues para saber el ejemplar en concreto, se necesita de análisis más profundos para los que no estamos preparados.

Este no ha sido el caso de nuestro protagonista, pues su tamaño, color y alas son fácilmente identificables, y rápidamente hemos sabido que pertenece al filo Arthropoda, subfilo Hexapoda, clase Insecta, superfamilia Apoidea, familia Apidae, subfamilia Xylocopinae, género Xylocopa y especie Xylocopa violácea. No sé si nos hemos dejado, algún clan o tribu a la que pertenecía, y que nos hemos pasado por alto, en tal galimatías de pertenencias. Creo que hubiese sido más fácil haber realizado mi árbol genealógico desde la expulsión de los moriscos hasta nuestros días, que el de este insecto, al que he fotografiado por que me llamaba la atención, y porque tenía que hacer la entrada para el blog, sin repetirme con tantas cabras, plantas y aves. Pero como lo ignoraba todo sobre él, tenía que saber qué había fotografiado, y la verdad que ya me he quedado más tranquilo, sabiendo que es de buena familia, y que pertenece a un porrón de linajes del mundo insectil.

Aclarada su procedencia, este abejorro se encuentra como pez en el agua en nuestros Acantilados, pues está bien servido de pinos que han sucumbido ante la enfermedad y la sequía. Es tal el número de ejemplares que han colapsado, que nuestro protagonista va a tener madera donde elegir para la cría de sus larvas; por lo que su presencia por estos lugares, de aquí para adelante, será más visible.

Así que osado y perspicaz caminante que te adentras por el vericueto de los Acantilados, si osas toparte en tus andanzas por estos lugares, con algún ejemplar de abejorro carpintero, disfruta de su observación y del resplandor de sus alas; pero no se te ocurra preguntarle de quién es, pues la mayoría del tiempo, que tienes para realizar la caminata, lo agotarás escuchando de dónde procede.