Bien entrado ese otoño tan particular, que se da por los Acantilados, comienzan a resonar por cualesquiera de sus rincones el golpetazo atronador del chocar de las cuernas de los machos. Hasta el momento, es la única manera que han encontrado de conquistar a los grupos de hembras que deambulan por los alrededores. Milenaria y rudimentaria manera de solventar tan delicada situación, pero que no es sólo exclusiva de esta especie. Eso de dirimir las situaciones más comprometidas a base de “peleas”, por decirlo de manera delicada, podría ser atribuible a cualquier especie; menos la especie Humana, que a lo largo de su peregrinar por este planeta, ha sabido llegar a acuerdos amistosos en todas las situaciones amoriles, de creencias, de ocupación de territorios, de búsqueda de fuentes energéticas, etc.
La cabra montés no ha tenido esa evolución tan rápida que ha tenido el ser humano, de llegar a acuerdos hablados para solucionar cualquier disparidad de criterio que se pueda producir. La cabra montés dilucida sus desacuerdos en temas amoriles a base de cabezazos, , y desde chotos, a modo de juegos, entrenan sus cabezas para soportar el encontronazo que recibirán de mayor; cosa que los humanos ya hemos desterrado, y los juegos más populares entre nuestros infantes son más de carácter pedagógico. Apenas nuestros infantes, muestran interés por juegos bélicos, que les puedan inculcar cierta tendencia a la violencia o animadversión, hacia otros ciudadanos o etnias.
La cabra montés no ha encontrado aun ese camino hacia el nirvana amoril entre sus semejantes. No ha llegado a un acuerdo entre sus iguales para seducir a esa hembra apta para procrear sin necesidad de emprenderla a golpes con su adversario. No han encontrado la línea de diálogo, ni a los intermediadores adecuados que tercien en tan complicado momento. Se dejan llevar por su instinto procreador y piensan que no hay más “conj……” que los suyos. ¡Cuan lejos están aun de la especie humana”
Deberían asistir a cursos de neurociencia, de marketing, o contratar a un coaching personal que puedan hacerles desterrar tan belicosa actitud, porque muchos salen muy mal parados de tan agresiva conducta: pierden ojos, se parten narices, orejas, labios, cuernos (con los preciados que son para su autoestima), incluso algunos llegan hasta morir; menos mal, que el servicio de atención sanitaria de la Naturaleza, puede acarrear todavía, con la carga que supone tanto herido y tanto veterano de “guerra amoril” traumatizado.
Algo tendremos que hacer, deberíamos de tomar medidas, para que esta situación y esta conducta vaya desterrándose de nuestros Acantilados, tendremos que buscar o crear alguna ONG que interceda y colabore llegado tan crítico momento; y, a través de sus asesores y miembros cualificados, orienten a los machos en litigio, sobre cual debería ser la conducta apropiada. ¡Porque cuán lejos están aun de la especie humana!
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